Capítulo ochenta y ocho. ¡Vivan los novios!

¡Vivan los novios!

James sonrió ante la efusividad con la que Bárbara gritó su respuesta y amó la manera en la que se lanzó a sus brazos y buscó sus labios para fundirse en un apasionado beso.

Él era consciente de que se había demorado un poco para dar aquel paso, pero ahora que tenía la respuesta de Bárbara su corazón latía fuerte y seguro de que este amor que sentía por ella era para siempre.

Entre tanto, Bárbara se sentía complacida y feliz por la petición, se sentía en un sueño, desde que salió corriendo de aquella iglesia para ir con él, quizá de manera inconsciente había estado esperando aquella proposición, pero jamás se imaginó que sería tan perfecto, tan único y especial. Era más de lo que ella jamás podría haber llegado a imaginar.

—Te amo, —dijo, apenas sus labios se separaron, sus respiraciones eran agitadas y sus rostros eran muestra clara de su felicidad.

James la tomó en brazos y la elevó al aire, como si fueron dos chiquillos jugando a la orilla del mar.

—¡Te amo! ¡Te
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