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2. Cosas de hombres.

Miranda.

Viernes, 22, Junio, 2029.

Reviso la computadora del escritorio con el teléfono en mi oreja mientras veo la información que me pasó un amigo de Mariana que trabaja en el hotel Napoleón en Italia, ella conoce mucha gente así que no preguntare como.

— Señor De Luca, la señorita Sol y los gemelos se hospedan en el hotel Napoleón donde se va a hospedar y abra la reunión — sé que sonríe por la información que le doy, anda detrás de esta mujer desde hace unos días y no era de esperarse de que supiera disimular eso.

— Grazie, Miranda — dice y cuelga, dejo el teléfono en el escritorio y suspiro, no veré a Milán hasta el lunes, así que eso significa que estoy libre de todo.

Brinco emocionada en mi lugar pero me detengo viendo pasar a unos empleados y disimulo recogiendo todo para irme, apago todo y entro en el elevador, mi teléfono suena y sé que es Mariana, niego recordando el sábado cuando fuimos a esa discoteca, podía jurar que había visto a George, tenía más de dos meses sin verlo ya que mi hermano no lo ha invitado a casa desde hace años y pues ya mi padre no me deja salir con mi hermano.

Contesto la llamada a ver que quiere la rubia.

— Vamos a un bar — finjo toser — Eso no funciona conmigo, corazón — maldigo en mi mente.

Por suerte mi padre y hermano no supieron que me había escapado esa noche.

Llego a mi casa y escucho gritos, entro viendo a mi hermano y a mi papá discutir.

— Bien, me largo, no pienso regresar — dice mi hermano, papá se ríe.

— No tienes a donde ir, no tienes un trabajo estable ni un título, todo lo que gastas es de mi dinero, mocoso — dice con brusquedad, cierro la puerta con fuerza haciendo que ambos me miran.

 — Si así piensas de mi hermano, no quiero saber cómo piensas de mí — digo, paso de largo y subo las escaleras, ya en mi habitación escucho el carro de David arrancar, tiro mi bolso a lo lejos y empiezo a llorar, ahora si estaba sola en la casa del lobo.

Miércoles, 11, Julio, 2029.

Observo el calendario dándome cuenta de que por fin volvería a ver a George después de su cumpleaños del año pasado, esta vez estoy más que decidida a confesarme, ya no puedo seguir mirándolo por I*******m o F******k, tengo que arriesgar, si o si.

Me levanto de mi escritorio cuando veo a mi jefe salir con mi hermano David de su oficina, ambos me miran.

— ¿A dónde vas, Mirandita? — pregunta mi hermano con cierta curiosidad aunque teníamos semanas sin vernos.

— El viernes es el cumple de George, tengo que comprarle un regalo —  camino y los pierdo, una vez en recepción salgo del edificio y tomo un taxi para que me deje en una librería de segunda mano en donde espero encontrar el libro que tanto ha querido George, no sé cómo, pero Mariana me ayudó.

Era un libro viejo del 2022 de una escritora italiana pero era imposible encontrarlo ya que era de última edición y eso me estresaba demasiado.

Baje del taxi y corro al edificio, llego a la recepción y pregunto por ese libro llamado "Ángeles Revolucionarios" de Agatha Di Blasi, el chico que me atiende niega que no lo tiene en el lugar y suspiro ya harta.

Salgo e intento llamar a mi hermano pa que me ayude, pero no responde a mi llamada, entro a otra tienda a una cuadra de allí y empiezo a observar todos los libros hasta que lo vi ahí, los ángeles me cantaban en coro, corrí a tomarlo pero alguien más lo tomó.

— Disculpa... Yo iba a tomar ese libro — la chica me mira, morena de ojos castaños, muy bonita pero un poco más baja que yo.

— Oh, lo siento yo también lo necesito — sonrío intentando no arrebatarle el libro de sus manos, unos gemelos se le acercaron y podía jurar que se parecían un poco a Milán, mi jefe.

— Mamá, ¿Segura que al doctor George le guste? — preguntó el niño de cabello liso.

— George Acosta, ¿No? — los tres me miran y yo trago, los gemelos se parecen un poco a su madre pero sus ojos parecen de Milán y me quedo en esa intriga.

— Eh si, ese mismo...

Muerdo mi labio mirando el libro y suspiro.

— A él le encanta esa escritora y ha estado buscando ese libro desde que salió pero no lo encontró porque se agotaron rápido... Le va a encantar si se lo regalan — me despido y camino para irme pero uno de los gemelos me detiene.

— Parece que conoces muy bien al doctor, ten, dale este regalo — dice el pelinegro de rulos.

Lo abrazo con emoción y con ganas de llorar.

— Eres un ángel — tomo el libro y me despido para ir a pagarlo.

Paguen casi 16 mil euros en ese libro, casi todo mi sueldo del mes, Dios.

Camino feliz por al menos encontrar el libro, entro a un centro comercial y por pura casualidad me encuentro a mi hermano y a Milán peleando por algo en una tienda de la empresa.

Conocí a Milán cuando apenas tenía 14 años, ya que estudió con mi hermano en la secundaria, así que eran y son muy buenos amigos justo a Álvaro, George y Gabriel.

Me acerco a la tienda y me miran.

— Hola, chicos... ¿Ya encontraron un regalo? — niegan cuando les pregunto, me acerco a mi hermano.

— Te estuve llamando y ni me respondes, ¿Y si me estaba muriendo?

— No llevo el teléfono conmigo, perdón, tampoco es para que exageres, Miranda. — niego.

— Yo le daré esta camisa verde — habla Milán, mi hermano y yo miramos con cierta duda esa camisa y rueda los ojos, se supone que es diseñador de moda, esa camisa no le quedaría para nada bien a George — ¿A ver qué compraste tú?

Pregunta ya cansado, me río un poco.

— Un libro que no se conseguía en cualquier lugar última edición — asiente, miro la hora viendo que ya se me había pasado la hora del almuerzo y tenía que regresar a la empresa. — Bueno, me voy, tengo que arreglar el crono-grama del viernes pa que estés libre.

Me alejo y siguen discutiendo sobre lo que darán a George.

(...)

Viernes, 13, Julio, 2029.

07:25 p.m.

Me arreglo frente al espejo, miro mi vestido nada revelador como el de mi graduación, de color verde y un poco pegado al cuerpo, asiento ya lista para irme, bajo las escaleras y mi padre me llama a su despacho.

— ¿A dónde vas? — pregunta observando unos papeles del trabajo sentado en la mesa del comedor, observo la hora y suspiro.

— George está de cumple hoy y...

— El gitano amigo de tu hermano, ¿No? — me mira, asiento — Ya te he dicho que no me gusta ese muchacho, Miranda — me cruzo de brazos.

— Y seguirás con lo mismo otra vez, ¿No te cae bien o es solo por su piel? — pregunto con cierta rabia.

— Sus padres eran gitanos, no quiero que te juntes con ese tipo de gente — dice, pero no me responde lo que yo quiero.

— Es su color de piel, es eso lo que no te gusta... Tienes que dejar de ser tan racista, padre o me terminarás perdiendo al igual que lo hiciste con mi hermano que por lo que veo te habla solo cuando es trabajo — molesta salgo de su despacho y lo escucho llamarme pero simplemente no le pongo atención.

Tomo un taxi y le indico la dirección a la que voy, miro la ventana y luego el regalo en mis manos, espero que le guste lo que le elegí.

Pago con efectivo y me bajo del taxi, respiro profundo y camino hacia la puerta y esta se abre por Gabriel, el hermano menor de George

—  Pensé que ya no venías — se ríe y me deja pasar, siempre anda de chistoso.

Entro y veo a George hablar con unas personas, me acerco y me ve, los nervios se apoderan de mí.

— Feliz cumple, George — lo abrazo y me lo recibe, trago saliva por los nervios y le doy el regalo, me mira confundido, lo abre y me vuelve a mirar.

— No puede ser, lo encontraste... — sonríe y eso me hace sentir muy bien, demasiado bien — Eres increíble, pequeña Mirandita.

Me abraza agradecido pero yo solo me siento decepcionada, aún me sigue viendo como una niña, aún me sigue llamando así.

Siento la mirada de Milán y mi hermano junto a Álvaro y suspiro, camino y tomo una copa de champán que me ofrece, me siento en una silla alejada de los demás.

La misma chica que vi en la librería aparece, habla con George y noto que la mira como desearía que me mirara a mí, como un hombre mira a una mujer y no a la hermana de uno de tus mejores amigos, tomo un poco más y los gemelos aparecen frente a mí.

— Te dije que era ella, Thomas — le dice el del peli liso al peli rulo, sonrío verlos a ambos.

— Me alegro verlos otra vez — le sonrío y me sonríen.

— ¿Le gustó el regalo al doctor? — pregunta Thomas, asiento sabiendo que le encantó pero que aún me mira como una cría.

(...)

Todos se fueron, quedábamos solo George y yo en su casa, una casa algo grande para un hombre soltero como él pero ganaba un buen dinero como para vivir en esa casa de dos pisos en una buena urbanización.

— Ya son las 2, ¿Te llevo a tu casa? — pregunta mirándome, aún me encontraba sentada en el sofá, mi hermano se fue junto a Álvaro, claro, David se quedaba en el apartamento de Milán, aún no tenía su propio lugar al igual que Álvaro.

— Me quiero quedar, ¿Me puedo quedar? — le pregunto mirándolo a los ojos grises que tiene y le quedan bien justo a su piel morena, se sienta a mi lado.

— ¿Sucedió algo con tu padre como para que te quieras quedar? — pregunta y solo asiento.

Desde que mamá murió hace 5 años, se ha vuelto un hombre muy gruñón y sobreprotector conmigo, tanto que mi hermano no soportó y se fue de casa, puede que Milán no sepa de eso o quién sabe, pero así están las cosas con mi padre.

— No... Simplemente quiero independizarme — río — Ya tendré 25 y aún no me he podido ir de la casa de mis padres — me encogí de hombros, lo miro a los ojos y lo veo observarme.

Sin previo aviso y con licor en mi sangre me siento a horcajadas encima de él, puedo notar su rostro sorprendido pero no hace nada más que mirarme, esperando mi siguiente movimiento.

Con mis manos toco su rostro, sus cejas algo pobladas, sus pestañas rizadas que adornan sus hermosos ojos grises, su nariz perfilada y sus labios.

— Pequeña... Estás borracha — dejo de observar sus labios y lo miro a los ojos.

— Quiero que dejes de mirarme como a una niña, quiero que me mires como a una mujer, George — su expresión confundida hace que lo bese.

Juntando mis labios con los suyos con suavidad, no me toca, no se mueve, me separo un poco y lo miro, aún no sale de su trance, me vuelvo acercar y lo vuelvo a besar, esta vez moviendo mis labios contra los suyos, poco a poco lo siento seguirme el beso hasta que siento sus manos tocar la piel desnuda de mi espalda.

Me aleja un poco jadeando, me mira y yo simplemente quiero besarlo hasta saciar mi sed.

— Lo siento, pero solo te puedo ver cómo la pequeña Mirandita y no como tú quieres que te vea — trago saliva al escucharlo decir eso.

Me bajo de él y tomo mi cartera, me levanto y camino hacia la salida, lo escucho llamarme pero no me detengo hasta que me toma del brazo.

— Me gustas... Siempre me has gustado, desde que tenía 14 años pero nunca me has visto como quiero, siempre me mira como la hermana de tu mejor amigo, yo no puedo soportar que mires a otra mujer como me gustaría que me mires — me desahogo sin mirarlo, me suelta y abro la puerta, salgo y cierro.

Lágrimas tras lágrimas salían de mis ojos, no podía aguantar mi llanto y pedí un taxi, no sabía a dónde ir, no quería regresar a mi casa y no tenía a quien recurrir.

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