Selene miró su aspecto aterrador en ese momento y se sintió un poco asustada. Este hombre parecía un depredador al acecho, listo para atacar en cualquier momento. Y más aún, ¿qué pasa con un hombre ebrio? ¡Los ebrios realmente no se pueden manejar!

Pero al siguiente momento, él simplemente sonrió.

Esa sonrisa dejó a Selene desconcertada una vez más.

De alguna manera, en él vio al joven de dieciséis años que una vez fue. Como si estuviera reviviendo el momento en que él la protegía firmemente en medio del fuego y escuchaba sus promesas, las cuales ella solía considerar las más conmovedoras del mundo.

Pero al final, todo resultó ser una broma ridícula.

De repente, habló con un tono de cariño:

—Pequeña niña, intentando matar a su esposo.

El término “pequeña niña” dejó a Selene atónita por unos segundos más.

Luego frunció el ceño y respondió de inmediato:

—¿Qué estás diciendo de matar a mi esposo? ¡No digas tonterías! ¡Voy a llamar a Damián ahora mismo para que te lleve!

Él no respondió.