Besó mi cuello con tanta experiencia, que no pude evitar soltar ligeros suspiros de gozo. No tenía ni idea de cómo continuar, no conocía sus gustos ni él los míos, ya que era nuestra primera vez juntos, y sinceramente, los nervios comenzaron a atacarme.
Me quitó rápidamente la chaqueta y la blusa, revelando mi sostén negro. Miró mis pechos con admiración y fruncí el ceño cuando los tocó por encima de la tela.
—Creí que no te gustaban —le recriminé.
—No los había apreciado tan de cerca —rió, dándome un pequeño beso, al mismo tiempo que desabrochaba mi pantalón con profesionalismo.
Nos detuvimos unos cinco metros antes de entrar a mi departamento y entregarnos a la tortura de las calumniadoras miradas que seguramente tendrían mis amigas.Me giré lentamente hacía Aitor, que con las manos en los bolsillos miraba por encima de mi hombro la puerta con una enorme sonrisa. No comprendía aquella felicidad que lo embargaba y mucho menos la despreocupación que poseía su cuerpo, el cual no hacía nada por compartir un poco de esa tranquilidad sobre mí.—Tu calma me altera —repliqué, mirándolo por el rabillo del ojo.Aitor se limitó a alzar los hombros. Pasaron dos meses más junto con una tranquilidad excesiva.Mi mamá me había visitado el Día de San Valentín y me había regalado unos boletos de viaje redondo para dos personas a las playas del Caribe, opacando angustiosamente las inmensos ramos de rosas, los apetecibles y dulces bombones de chocolate, y la esplendorosa y seguramente muy costosa cena que preparó esa noche.Lo había hecho con la idea de que Aitor y yo fuéramos a pasar unos cuantos días ahí, para que “nos divirtiéramos sin límites” como había insinuado ella. Pero decidí que ella se merecía ese viaje, por lo que a las próximas vacaciones de verano, iría con ella a esas paradisiacas playas.Todo en su lugar
Un par de días pasaron y las preguntas que antes tenía en mente, se fueron respondiendo a su paso. Erick, Owen y Katrina se habían contagiado de la peor enfermedad epidemiológica: el amor.Y pronto, Amanda se presentaría en el altar con su vestido blanco, el cual por cierto tenía hace semanas, ya que ella misma había contribuido con el diseño. Todo el ambiente era como chispitas de chocolate, miel y aroma a flores, todos riendo y suspirando como tontos enamorados, incluso yo que me esmeraba tanto por ocultarlo.Aitor y yo salimos a pasear, teníamos tanta imaginación y tantas tonterías que decir que nunca pasábamos más de tres minutos sin hablar.Jamás creí que nuest
Salimos a toda velocidad en el Avenger, mientras nos carcajeábamos a más no poder.A Aitor se le salían las lágrimas de tanto reírse y hacía todo un esfuerzo por mantener en línea recta el auto. Yo me agarraba con fuerza el estómago, tratando de controlar el dolor que sentía en el abdomen.—¡No puedo creer que hicieras eso! Todavía no puedo…no puedo superarlo —hablé entre risas.—Se me ocurrió en el último instante, pero ¡viste la cara que puso! Creo que quería llorar —rió nuevamente con mayor furor.—Lo vi por unos segundos. Me dio tanto asco, que dejé
— ¡Esto es suficiente! ¡Quiero el divorcio! —gritó Chloe totalmente indignada, golpeando la mesa que tenía enfrente con los puños.No podía que creer que Aitor le hiciera aquello, simplemente creía que tenía un esposo diferente; alguien en quien podía confiar y que al darle la espalda, éste no aprovecharía para hacer de las suyas.Aitor, que se encontraba con el torso descubierto y sin pantalones, y las únicas prendas que cubrían su anatomía eran los bóxers, los calcetines y una corbata roja atada en el cuello, no parecía tomar muy en serio las palabras de su esposa, así que se limitó a alejar la mirada de sus manos y la posó en los ojos aceitunados de ella.
Una hermosa mujer de ondulados cabellos rubios se mecía maravillada en uno de los columpios junto a otra pequeña muy parecida a ella.Ambas con el mismo tono de cabello, los mismos ojos grises y la misma sonrisa de niña de cinco años en su primera fiesta de cumpleaños. Jugaban entre ellas, y ganaba la que llegara más alto al columpiarse.Como siempre, la mujer se dejaba vencer, haciendo la victoria de la niña fuera más gratificante.—¡Te gané mamá! ¿Viste? ¿Viste como casi llego hasta las nubes y chocó con ese avión? —apuntó un punto negro en el cielo—. ¿Viste mamá? ¡Soy la mejor! Cuando sea más grande llegar&
15 de Noviembre de 2007Una pequeña niña de cabello color rubio hasta los hombros y ojos color verde claro, jugaba alegremente por el decorado porche de su gran casa. Muchos niños con globos en la mano y con conos en la cabeza fingían dispararse como vaqueros.Era el octavo cumpleaños de Chloe, esa niña de cabellos rubios que jugaba con las niñas de su vivienda. Los papás veían con gracia los juegos de sus hijos que estallaban a carcajadas, pero había algo extraño y cómico en ese lugar.Un grupo de casi siete niñas estaban sentadas alrededor de una mesita color rojo, donde ponían sus dulces para luego empezar a comerlos, muchas intercambiaban caramelos entre ellas.En cambio, otro grupo de niños traviesos empezaban a tirarse lodo y a jugar a las luchitas, era obvio, sus juegos eran mucho más bruscos que los de las pequeñas niñas.De repente un niño de cabello oscuro y ojos grises ce
—Ni en mis peores pesadillas pensé encontrarte de nuevo —habló altanero, mientras me miraba disimuladamente de arriba a abajo.—Mira quién lo dice, yo no fui quien arruinó mis cumpleaños —mascullé, mirándolo con total aversión.Nunca lo olvidaría, simplemente no podía. No entendía por qué había hecho esas cosas para hacerme la vida imposible, no podía reencontrarme con él y fingir que nada pasó.—¡Por Dios! ¡Eso fue hace mucho y todavía lo recuerdas! —alzó la voz, haciendo ademanes con sus manos.—¡Como lo voy a olvidar, si me dejaste una cicatriz para recordarte toda la vida! —alcé el fleco de mi cabello y le mostré mi pequeña cicatriz a un lado de mi frente.—Ah, cierto… Ya no me acuerdo cómo te la hice —murmuró, rascándose la barbilla con el dedo y un aire distraído.—¡Me golpeaste con el palo para romper la piñata! —grité molesta, casi podía sentir que echaba humo por