¿Que pasó ayer?
¿Que pasó ayer?
Por: Kiah Stheng
Prologo

Veo la invitación en mi escritorio. Me río por lo absurdo que era todo. Lo había hecho a propósito. 

Bebo de mí vaso con vodka, el líquido recorre mi garganta, y quema, pero al final hay una satisfacción, que me recorre. Veo como la ciudad, poco a poco se va a apagando, y otro día se había ido.

¿Desde cuándo mi vida se había vuelto tan monótona? Busqué mi teléfono, el cuál tenía rn el bolsillo, y revisé mis contactos. Ningúna de las chicas registrada en mi teléfono, no me encendían para buscarlas, la mayoría ya debía de tener a alguien más, y la sensación de acostarme con alguien después de haberse follado a alguien más. 

Mi teléfono sonó, y sin ver quién era, contesté.

—Hijo ¿Cómo estás?—pregunto mí padre.

Suspiré, mi dia había empezado una m****a, y al parecer también iba a terminar fatal.

—¿Qué quieres?

—Necesito que me ayudes.

Era lo mismo todas las veces, él cometía algun error, y yo debía de solucionarlo. 

Después de la corta llamada de mi padre, voy hasta la silla para sentarme. Tenía algunos pendientes y quería solucionarlo lo antes posible, pero no pasan ni quince minutos, cuando tocan la puerta y se asoma Mirella, la chica de la limpieza. Era joven y guapa, pero por desgracia estaba comprometida, además era fiel a su chico.

—Señor su hermano lo busca.— dice ella.

En ello, entra el idiota empujando a la chica en el la acción. Miró el calendario en el escritorio, y veo que solo había pasado una semana desde que lo ví. 

—No puedes entrar así, no es tu casa.—le reprochó. —No me digas que vienes por más ¿Se puede saber en qué estás metido?

—Lo que yo hago, no es tu problema.— responde volteando los ojos. 

—Mi problema, es que estoy arto de verte tu puta cara, y que vengas a exigir.

Este se ríe con sarcasmo. Se acercó al escritorio, apolla sus manos en la madera, y acerca su rostro.

—Tengo derecho a exigir lo que quiera, hermano.— enfatiza la última palabra.

Cuánto odiaba ese vínculo, desde el día en que lo conocí, iba a ser un problema para mí, algo más que mis padres dejaron sobre mí.

—Esta vez necesito más dinero.— dice, mientras se sienta en la silla que está frente al escritorio.

—¿De cuánto estamos hablando?—pregunto.

—De unos 100 mil dólares.— responde tranquilo.

Busco mi teléfono, marcó el número el cuál estoy buscando, y llamó. Tarda unis minutos rn responder.

—Estoy ocupada.

—Tu hijo, el bastardo está delante de mí, exigiendo 100,000 dólares ¿Sabías eso?

... Lo sé y le dije que tomara todo ese dinero de mi cuenta, tu hermano quiere hacer feliz a su novia, sabías que

—¡Me importa una m****a! ¿Quién en su sano juicio, pide 100 mil dólares, para hacer feliz a alguien?

Está enamorado, además

—Te doy un ultimátum, que sea la última vez o se lo cuento a mi padre, ¿Entendiste?

Silencio.

—Pásame a tu hermano.

Le pasó el teléfono al imbécil, que me mirá con el ceño fruncido. Agarra el teléfono y veo como su rostro cambia. Su mirada esta sobre mí, su mandíbula está tensa, veoe en sus ojos las ganas que tiene de golpearme. Cuelga y me lanza el teléfono que atrapó en el aire.  

—Ya veo que te saliste con la tuya— evidentemente esta molestó.

—Siempre me salgo con la mía.

—Dame mi puto dinero, para no verte nunca más.

Busco la chequera, escribo la suma y le pasó el cheque. Toma el papel y verídica la cantidad, luego se gira para marcharse, pero una idea macabra pasa por mí mente.

—¿Tienes novia? Mamá me lo comentó. 

Este se gira y veo que tiene el ceño fruncido.

—¿Que es lo que tratas se hacer?—pregunta.

—Vas a elegir, entre seguir obteniendo el dinero, o darme lo que más amas en éste mundo, tú decsues.

Pánico, y horror es lo que veo en su rostro, había tocado una fibra muy delicada para él, y me iba a divertir viéndolo sufrir.

—¡Maldito hijo de!

No le dejó terminar, porque añado:

—Tienes tres meses, si no cumples, despídete del dinero.

Así fue como comenzó, mí venganza.

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