—No voy a matarte Zem. —dijo ella, con el rostro magullado, mirándonos fijamente.—No te sería así de fácil, basura. —soltó el, con total desprecio.La miró con más atención. Fue cuando ambos notamos que había estado peleando, en un enfrentamiento.—Es de vital importancia que me escuchen, no debemos pelear. No tenemos tiempo. —Khendra me observó solo a mí esta vez, como si quisiera buscar piedad en mí.Tenía que ser una broma, mis ojos chispearon en rabia. Ella había sido una de las principales causantes de mi sufrimiento.—No. —maldije, en voz alta.Aunque me costaba controlar mi voz en este estado tan extraño en el que nos hallábamos.—Ustedes no son vampiros normales. Ya lo saben. Pero hay algo que Julius no ha dicho, algo que es tan oscuro que podría cambiar el curso de la guerra. —Khendra hablaba de una manera apresurada.Zem se dispuso a querer atacar y a no escuchar nada de lo que estaba diciendo. Tomé su brazo para impedir que lo hiciera. Algo dentro de mí me decía que tenía
No tenía zapatos puestos, lo noté apenas mis pies tocaron la arena. Los había perdido en ese viaje. El cielo estaba enteramente despejado. Sin ni una nube que opacara ese bello azul, que parecía fundirse con el agua extensa. Era un lugar hermoso. La nostalgia me invadió.—Ya estuve aquí. —murmuré, con una voz apagada. Estaba débil por lo que acababa de hacer.—Khendra estuvo aquí. —Zem me miró con extrañeza, todavía no asimilaba que yo había logrado esto.Sus ojos mostraban algo de rabia por no haber sido él aquel que pudiera romper así los límites. Yo creía, tenía la fe puesta en que iba a salvar a mi familia. Estábamos muy lejos de Julius.—Sí. —miré hacia donde estaba la ceniza.El cuerpo de vampiro de Khendra se había convertido en un montículo de cenizas de color negro. Ella era un pálido antiguo, con un gran poder. Y había muerto así nada más, asesinada por uno de los suyos. Nos había querido decir algo, sus palabras retumbaban en mi mente. Yo no podía creer que solo hubiera sid
Narrador—Busca todo lo que pueda conectarse a los demonios. —dijo Julius, dando una orden directa a uno de sus subordinados.—No están, maldita sea. —otro de los pálidos maldijo, en el departamento no había rastros del grupo.Habían llegado tarde. Como por arte de magia, la manada entera había desaparecido. Eso no era normal. Ningún pálido tenía la habilidad de transportar a tantas personas.—Están desarrollando sus poderes. —uno de los pálidos, Khum, analizó el suelo, pasando sus dedos por allí y descubriendo un pigmento rojo. —Lo que dijo Khendra era cierto.—No, deja de ser tan cobarde. —otro de ellos lo interrumpió.La curandera, recordó Julius, en esa leyenda… El vampiro había tenido hijos con una poderosa bruja. Era una leyenda incierta, nadie sabía si era totalmente verdadera. Ahora, cada palabra parecía ser real. Julius buscó aclarar su mente. —Déjame pensar. —su paciencia tenía un límite. —Yo no soy un débil pálido principiante, no tengo las mismas limitaciones que todos l
Julius contempló a su esposa, que a sus ojos seguía siendo igual de hermosa. Ella no hablaba, pocas veces se expresaba aunque fuera solo con los ojos. Carol iba observando con sus ojos apagados a su viejo amor—Cariño, has trabajado mucho. —la mujer comenzó a hablar, casi entre susurros, como si cada aliento le costara un gran trabajo.Miraba con esos ojos desesperados. El, al oírla hablar, casi grita de la emoción. Sus ojos se llenaron de lágrimas. Nunca oía que su esposa le hablara, esto era algo nuevo. Menos así, menos consolándolo de esa manera. La abrazó con fuerza, estrechándola entre sus brazos. Su esposa era tan delicada, tan hermosa. Le gustaba contemplar su cabello fino, enredarlo entre sus dedos.—Me has hablado, cariño. —murmuró él, tartamudeando con los ojos llenos de lágrimas.Sollozó. —Me has dicho muchas cosas… —soltó él, aferrándose a ella con tristeza y nostalgia.Carol acarició la cabeza de su viejo esposo, con dulzura, haciendo que se sintiera tranquilo, que estuv
SaraComencé a sentirme tranquila, llena de energía, como si una topadora estuviera alejando y aplastando todos mis tristes problemas, mis miedos. Porque cuando lo hacíamos, cuando estaba con Mark, todo parecía desarmarse, ninguna cosa podría ser tan terrible.Era amor de verdad, jamás me sentí así antes en toda mi vida. Nunca me había sentido así de amada, de cuidada, de protegida. El era todo lo que yo deseaba.—Te amo. —murmuró él, como si leyera mis pensamientos.Me acurruqué a su lado, besando sus labios. La humedad me poseía, estaba hecha de seda, tan suave, me sentía viva. Respiraba lentamente, con facilidad.—No tanto como yo te amo. No podrías. —dije, sonriendo, el sonrió y los preciosos hoyuelos se marcaron en sus mejillas.—Un lobo ama más que un pálido. —rodó los ojos, en un gesto sarcástico. Me pareció de lo más divertido.—Oh, eso dices tú. —fingí enfado, como si estuviera ofendida.Los pálidos me parecían de lo peor últimamente. En ese instante, al pensar en eso, me di
SaraAunque debía admitir que era un gran alivio enterarme de que Zem no era mi hermano como tal, el miedo seguía instaurándose en la tan preciada paz que obtuve.—No comprendo… —murmuré, con un poco de calma que seguía conservando.La presencia de esa mujer hacía que me sintiera protegida, al menos en estos instantes. En este tiempo tan confuso, en este plano.—Mi niña, es normal que esto sea difícil para ti. Porque has vivido entre humanos, entre lobos, y tu destino es más grande que el de todos ellos.—Es que… Yo he sentido esa sensación de no pertenecer que no pude explicar nunca. —me encogí de hombros.Asintió con dulzura, me sentía protegida por su aura maternal.—Mi querida, cuando naciste, supe que en ti estaba el rayo de luz que iba a proteger a las criaturas que necesitaban protección. Por ello te enamoraste profundamente de un lobo, porque los lobos cuidan a su manada. Tu manada, sin embargo, es más grande de lo que crees. Solo tu puedes proteger a los lobos del mundo, a lo
“Vete”Las palabras iban formándose, como sombras, como el retumbar de un tambor en mi oído. Él quería expulsarme, necesitaba sacarme de su cabeza, se sentía invadido.El Zem pequeño no se percataba de que estábamos observándolo.Caminé hacia el Zem adulto, para poder hablarle de frente, hacer que dejara de rechazar mi ayuda.“Largo de aquí”—Déjame explicarte. Ellos querrán ponerte en nuestra contra… —empecé a decir, con los ojos llenos de lágrimas por los nervios crecientes. —Ellos quieren que nos destruyamos porque temen lo que podríamos lograr juntos. Porque temen el alcance de nuestro poder… Tenemos mucho más poder que ellos. Ahora lo sabemos…—¿Y que podríamos lograr? —preguntó él, mirándome desafiante.—NADA.Una voz me interrumpió. Julius hizo su aparición, que dejó sin color los prados de trigo, el campo pareció apagarse, una sombra lo cubrió enteramente. El pequeño niño comenzó a asustarse, temblaba de miedo, aunque no pudiera ver estaba nervioso, sentía la malicia cerca.—N
NarradorCuando Sara volvió a la playa, de vuelta a su consciencia, solo habían pasado unos minutos, aunque para ella hubiera pasado un tiempo extenso. En los planos no se regían las mismas leyes de tiempo.Zem despertó en la gran mansión de Julius. No pudo evitar sentir punzadas de desilusión. Aquel sitio, que antes le había parecido tan imponente, ahora era una sombra de lo que alguna vez fue.Vio a Julius allí, sirviendo dos copas de vino. El cristal de las copas estaba enteramente labrado, con dibujos tan delicados que parecían incluso contar sus propias historias. Eran hermosas, la luz se filtraba en ellas. Cuando Zem la sostuvo, sintió un poco de nostalgia. En ese lugar había pasado varios años y no pudo evitar recordarlos.“Familia.” La palabra resonaba dentro de su mente. Su cabeza le dolía horrores, estaba comenzando a cansarse de lo que el destino le ofrecía constantemente. Trató de despejar su mente de esas tonterías. Después de todo, pensó siempre que Sara era una traidor