¿Te gusta? –le preguntó el Gobernador de Londres, enseñándole una pequeña caja abierta que contenía un hermoso anillo de oro blanco, el cual estaba adornado con diminutos diamantes alrededor de toda la argolla, y en el centro de la misma, un precioso zafiro resplandecía de una manera maravillosa, el cual en cada extremo, tenía dos diamantes de un tamaño mayor que el de los pequeños, pero menor que el del zafiro. La Marquesa de Pembroke, sentía que en cualquier momento, se le paralizaría el corazón de la emoción y la alegría. ¿Gustarme? Más que eso, me fascina. Es elegante, bellísimo y refleja el buen gusto y refinamiento de la persona que escogió tan radiante joya. –fue la respuesta de Giorgiana, con la mirada fija en la gema y agregó: “Aunque, por un momento, pensé que me darías mi antiguo anillo de compromiso. No es que éste no me agrade, pero creí que me darías el anterior.” Pude haberlo hecho, porque sé lo mucho que te gustaba. Pero consideré que, si hemos decidido comprometerno
Y, ¿Cuál crees que sea la respuesta? –le respondió Adler haciéndole una pregunta. Que no te importa mi condición y tampoco, el que me lleves entre tus brazos. –le respondió la Marquesa en un susurro. Entonces, te diré que eres una mujer muy sabia e inteligente, pues tienes toda la razón. De hecho, considero que cargarte me confiere una gran ventaja. –le dijo su novio enigmáticamente. Y, ¿Qué ventajas podría concederte el llevarme en brazos a todas partes? –le preguntó su prometida muy curiosa. Esta ventaja consiste en que al cargarte, puedo tocarte de una manera que de otra forma, sería sólo un sueño. –le susurró el Gobernador con una sonrisa lobuna. ¡Adler! Si mi padre te escucha, puede retarte a duelo, aunque los duelos ya no sean legales. –le respondió ella muy sonrojada sonriendo. Pues, yo correría el riesgo una y otra vez, por el gran placer que estoy sintiendo ahora mismo, al verte tan adorablemente ruborizada. –le respondió Adler sonriendo seductoramente. ¡Que criatura
La pareja junto a las damas de la Marquesa, llegaron a un pequeño parque que estaba cerca de la residencia. Al llegar, el Gobernador alzó a su novia en vilo, colocándola en su regazo. Luego de un momento de silencio, en el que sólo sus miradas se fundian por completo, Giorgiana se atrevió hablar.Mi amor, escucha bien lo que te voy a decir: yo… no es que no te haya perdonado, pero sinceramente, no sé cómo explicarte lo que siento, porque lo menos que deseo es lastimarte. –le respondió la Marquesa con los ojos cristalizados por las lágrimas contenidas. Tú no me estás lastimando. Al contrario, soy consciente de que una parte de ti, aún siente que no puedes confiar en mí y es entendible, créeme que no te culparía por tal desconfianza. Por eso, quiero que nos sinceremos el uno con el otro. Quiero que abramos nuestros corazones con completa honestidad, ¿Te parece? –le dijo el Gobernador. Claro que sí, mi amor. Pero, déjame decirte que… –le dijo Giorgiana, pero él la interrumpió: Mi herm
¡No puede ser! ¡Lo que te dijo ese Conde es totalmente falso! Alteza, él nunca me dijo nada de esos sentimientos. Eso nunca pasó, te lo aseguro. Además, ¿Cómo pudo ser capaz de decirte que yo te abandonaría, cuando eso jamás me había pasado por la cabeza? ¿Cómo se atrevió a…? –dijo Giorgiana, pero un fuerte sollozo la silenció de forma violenta, al provocarle un agudo y amargo llanto, lleno de dolor. No, mi amor. Por favor, no llores. Eso ya pasó y hoy estamos juntos. No llores más. –se apresuró a decirle su prometido, abrazándola con fuerza. ¿Acaso no lo entiendes? Fue por sus mentiras, que se desató la tormenta entre nosotros hace dos años. Por su culpa yo sufrí lo indecible. –le respondió ella bruscamente, apartándose de él sin mirarlo. No, no hagas esto. No te alejes, por favor. Tú y yo enfrentaremos juntos este hecho tan doloroso, como debió haber sido desde el principio. Por eso, quiero que los dos afrontemos la desvelación de varios secretos más, que son semejantes a puña
¿Estás un poco más tranquila, querida mía? –le preguntó con suavidad el Gobernador a su novia, cuando regresaron a la residencia. Me siento mejor, mi amor. Gracias por estar a mi lado, pues sé que estoy un poco paranoica, bueno bastante diría yo, pero yo… -dijo Giorgiana, pero él la interrumpió: No tienes que decir nada más, te entiendo perfectamente. Sin embargo, lo que yo no quiero es que el que sepas que los bastardos que te lastimaron, te quiten las ganas de vivir y la valentía que posees, pues tú eres una de las personas más valientes y leales que conozco. –agregó él con dulzura. Gracias por no abandonarme en esto. –le dijo Giorgiana y lo abrazó con fuerza. Hace dos años te abandoné, cuando más me necesitabas; me comporté como el peor de los hombres, fui un auténtico canalla con todas las letras. Por lo tanto, es mi deber proteger a la mujer que amo, a muerte si es necesario, porque esta vez, te voy a demostrar la lealtad, que no te demostré hace dos años. –le susurró al oído
“Pues hoy serás mía, eso te lo aseguro”. Esas palabras comenzaron a resonar en la cabeza de Giorgiana, haciéndola entender por completo lo que significaba esa frase para ella, para él, para ambos. Comprender este hecho, hizo que la Marquesa de Pembroke se llenara de miedo, porque sí, es cierto que su cuerpo respondía muy bien a los estímulos, a los besos y a las sugerentes caricias que desde hacía varios minutos, le estaba prodigando el amor de su vida, el hombre que ella amaba de verdad, también es cierto que llevada por la pasión, el placer y el deseo, ella misma fue la que le suplicó que le hiciera el amor y que la hiciera suya, pero una cosa era decirlo a pesar de estar medio dispuesta hacerlo con él, pero llevarlo a cabo ese mismo día, en ese gran sofá, en esa misma casa en la que también estaban sus padres y sus hermanas, era algo muy diferente, y por lo menos para ella, era algo absolutamente impensable. Por otra parte, ¿Sería ella capaz de hacer el amor con Adler? ¿Qué suceder
¿De verdad quieres vivir conmigo en Wellington Hall? –le preguntó Giorgiana con amor y agregó: “Es que… Wellington Hall es el palacio Ducal, es tu hogar y… lo que menos quiero es que tú, tengas problemas con el Rey o con el parlamento, por esta decisión. Escúchame bien: primero, Wellington Hall no es mi hogar, es nuestro hogar. Tú siempre has sido la ama y señora de Wellington Hall; y eso jamás ha cambiado ni cambiará. Además, muy pronto serás de nuevo la Duquesa de Wellington y la única dueña, de todo lo que hay dentro del palacio Ducal, incluyéndome a mí, por supuesto. Y, en lo que respecta a los problemas que pudiera tener con el Rey y con el Parlamento, es un riesgo que estoy más que dispuesto a correr una y mil veces. –le respondió el apuesto Gobernador y la volvió a besar fervientemente en los labios, para luego, unir su frente a la de la mujer que amaba.Pues si quieres que desde hoy viva en Wellington Hall, tú tendrás que convencer a mi padre para que lo permita. Y me temo qu
Aunque esta conversación no es una de mis favoritas, créeme que tampoco estoy enojado con él. –le dijo el Gobernador a su prometida tomándole el rostro, para mirarla a los ojos y añadió: “Sir Cromwell sólo te dio su apoyo y eso lo entiendo.” Entonces, si no estás enojado ni con Matthew ni conmigo, ¿Por qué estás tan enojado? –le respondió Gigi. Estoy enojado conmigo mismo, pues el saber que fue otro hombre el que estuvo a tu lado, acompañándote, apoyándote y consolándote, en el momento más desgarrador de tu vida, me hace sentir muy impotente y miserable. –dijo Adler muy enfadado. Adler por favor. Lo que me ocurrió no fue tu culpa y lo sabes. –le dijo Giorgiana, tomándole el rostro entre sus manos. ¡Claro que soy culpable, mi amor! Si yo no te hubiera enviado al exilio, nadie te hubiera hecho daño, tú serías muy feliz y no tendrías tanto miedo. –le dijo el Gobernador con mirada triste. ¡Ya basta, Adler! No permitiré que te sigas torturando por algo que no fue tu culpa, o te pregun