¿Estás un poco más tranquila, querida mía? –le preguntó con suavidad el Gobernador a su novia, cuando regresaron a la residencia. Me siento mejor, mi amor. Gracias por estar a mi lado, pues sé que estoy un poco paranoica, bueno bastante diría yo, pero yo… -dijo Giorgiana, pero él la interrumpió: No tienes que decir nada más, te entiendo perfectamente. Sin embargo, lo que yo no quiero es que el que sepas que los bastardos que te lastimaron, te quiten las ganas de vivir y la valentía que posees, pues tú eres una de las personas más valientes y leales que conozco. –agregó él con dulzura. Gracias por no abandonarme en esto. –le dijo Giorgiana y lo abrazó con fuerza. Hace dos años te abandoné, cuando más me necesitabas; me comporté como el peor de los hombres, fui un auténtico canalla con todas las letras. Por lo tanto, es mi deber proteger a la mujer que amo, a muerte si es necesario, porque esta vez, te voy a demostrar la lealtad, que no te demostré hace dos años. –le susurró al oído
“Pues hoy serás mía, eso te lo aseguro”. Esas palabras comenzaron a resonar en la cabeza de Giorgiana, haciéndola entender por completo lo que significaba esa frase para ella, para él, para ambos. Comprender este hecho, hizo que la Marquesa de Pembroke se llenara de miedo, porque sí, es cierto que su cuerpo respondía muy bien a los estímulos, a los besos y a las sugerentes caricias que desde hacía varios minutos, le estaba prodigando el amor de su vida, el hombre que ella amaba de verdad, también es cierto que llevada por la pasión, el placer y el deseo, ella misma fue la que le suplicó que le hiciera el amor y que la hiciera suya, pero una cosa era decirlo a pesar de estar medio dispuesta hacerlo con él, pero llevarlo a cabo ese mismo día, en ese gran sofá, en esa misma casa en la que también estaban sus padres y sus hermanas, era algo muy diferente, y por lo menos para ella, era algo absolutamente impensable. Por otra parte, ¿Sería ella capaz de hacer el amor con Adler? ¿Qué suceder
¿De verdad quieres vivir conmigo en Wellington Hall? –le preguntó Giorgiana con amor y agregó: “Es que… Wellington Hall es el palacio Ducal, es tu hogar y… lo que menos quiero es que tú, tengas problemas con el Rey o con el parlamento, por esta decisión. Escúchame bien: primero, Wellington Hall no es mi hogar, es nuestro hogar. Tú siempre has sido la ama y señora de Wellington Hall; y eso jamás ha cambiado ni cambiará. Además, muy pronto serás de nuevo la Duquesa de Wellington y la única dueña, de todo lo que hay dentro del palacio Ducal, incluyéndome a mí, por supuesto. Y, en lo que respecta a los problemas que pudiera tener con el Rey y con el Parlamento, es un riesgo que estoy más que dispuesto a correr una y mil veces. –le respondió el apuesto Gobernador y la volvió a besar fervientemente en los labios, para luego, unir su frente a la de la mujer que amaba.Pues si quieres que desde hoy viva en Wellington Hall, tú tendrás que convencer a mi padre para que lo permita. Y me temo qu
Aunque esta conversación no es una de mis favoritas, créeme que tampoco estoy enojado con él. –le dijo el Gobernador a su prometida tomándole el rostro, para mirarla a los ojos y añadió: “Sir Cromwell sólo te dio su apoyo y eso lo entiendo.” Entonces, si no estás enojado ni con Matthew ni conmigo, ¿Por qué estás tan enojado? –le respondió Gigi. Estoy enojado conmigo mismo, pues el saber que fue otro hombre el que estuvo a tu lado, acompañándote, apoyándote y consolándote, en el momento más desgarrador de tu vida, me hace sentir muy impotente y miserable. –dijo Adler muy enfadado. Adler por favor. Lo que me ocurrió no fue tu culpa y lo sabes. –le dijo Giorgiana, tomándole el rostro entre sus manos. ¡Claro que soy culpable, mi amor! Si yo no te hubiera enviado al exilio, nadie te hubiera hecho daño, tú serías muy feliz y no tendrías tanto miedo. –le dijo el Gobernador con mirada triste. ¡Ya basta, Adler! No permitiré que te sigas torturando por algo que no fue tu culpa, o te pregun
Amor, yo si deseo verlo, porque es mi amigo. Pero, no quiero ver tristeza en tus hermosos ojos. Tampoco quiero que la visita de Matthew te haga sentir inseguro, porque si es así, prefiero que no venga aquí. –la intención de la Marquesa al decirle esto a su prometido, era evitar que se sintiera inseguro del amor de ella, pues lo único que Gigi deseaba era tener su confianza. No, mi amor. Este es tu hogar, tú eres la señora de este Palacio, aunque aún no vivas de forma oficial. Por lo tanto, tú tienes todo el derecho de recibir a quien quieras aquí. Te seré completamente honesto, sé que Sir Cromwell es tu amigo y que tú me amas a mí, pero no puedo evitar sentir tristeza y un profundo sentimiento de posesividad, pues no quiero que tus miradas o tus sonrisas, pertenezcan a nadie más que no sea yo. –se sinceró el apuesto Duque de Wellington. Mi dulce amor, yo… -Gigi no terminó de hablar, porque Adler la interrumpió con la pregunta: “¿Alguna vez te has sentido atraída por Matthew Cromwel
A la mañana siguiente, tanto la Marquesa de Pembroke como el Gobernador de Londres, estaban radiantes a pesar de la difícil noche que ambos habían pasado, debido al cúmulo de emociones que en el corazón de la pareja, explotaba de forma inevitable. Por tal motivo, cuando se sentaron a la mesa desayunar, estaban sonriendo mientras mantenían una conversación agradable con Kylie, la hermana de la Marquesa.Y, ¿Te gusta tu habitación, Kylie? –le preguntó el Gobernador de Londres a la hermana de Gigi.¿Gustarme? Me encanta muchísimo Excelencia, digo Alteza. La habitación parece un palacio, gracias, muchas gracias. –le dijo Kylie muy contenta.¿Cómo que Alteza, Excelencia o Milord? Por favor, llámame sólo Adler. Recuerda que hemos vuelto a ser familia, ya somos hermanos de nuevo. –le respondió Adler con afecto.Y si las cosas continúan como ahora, Adler sería tu hermano por partida doble. –con picardía Giorgiana tomó la palabra.¿A qué te refieres, Giorgiana Cavendish? –le preguntó Kylie a s
¡Eso es una vil mentira! Yo jamás me he acostado contigo. Es más, yo ni siquiera te he determinado. Para mi sólo eres una empleada más. –le dijo el Gobernador a la señorita Miller con tal fuerza, que la hizo estremecer. Luego mirando a la Marquesa de Pembroke añadió: “Mi amor, yo no he tenido relaciones sexuales con esta loca mujer, tienes que creer en mi palabra. Yo jamás lo negaría si de verdad hubiese ocurrido, tú me conoces, yo no soy de los que huyen ni niegan sus acciones.”¿Qué es todo este escándalo? –dijo la voz del Archiduque Imperial Erick Remington, padre del Gobernador de Londres, quien entraba por la puerta principal, acompañado por su esposa y por su madre, la Emperatriz de Austria, Daphne Remington.¡Madre, padre, abuela! ¿Qué hacen aquí? Digo, ¡Que alegría me da volver a verte, abuelita! –dijo Adler emocionado por ver a la Emperatriz, por lo que corrió abrazarla, ya que ella amaba mucho a su nieto.¡Mi niño hermoso! No te imaginas lo feliz que me hace volver a verte.
¿Te vas con él en este momento? –le preguntó Adler, cuando escuchó a su prometida que se iba con Sir Cromwell.Si, me voy. Entiende que tengo que hacerlo, porque necesito tranquilizarme y calmar mis emociones, quiero apaciguar esta rabia que está hirviendo dentro de mí. Cuando yo me sienta más serena, volveré y tú y yo, tendremos una seria conversación sobre esto. Pero en este momento, sinceramente no quiero hablar contigo, porque podría decirte algo de lo que sé que después me arrepentiría. Sólo espero que a mi regreso, esta criada ya no esté aquí. Kylie, llévame por favor. –le dijo Giorgiana a su futuro esposo muy enojada.Pero, ¿Por qué tienes que irte con él? ¿Por qué prefieres estar con ese hombre que conmigo? Yo soy tu futuro esposo, él no es nadie, ¿O acaso me equivoco? –explotó el Gobernador muy enfadado por esa situación.¿Estás dudando de mi?No se te ocurra volver a desconfiar de mí, porque te doy mi palabra, de que esta vez no te lo perdonaré, ni que te arrodilles ante mi m