El sentir amargo traspasa su garganta. Del tiro tiene que pestañear confundida y tomar fuertemente del brazo a Jason. Es un mar incomprensible. Ni siquiera puede entender que todo es real. Que Jason se refiere a ella de todas las mujeres pasando una de las ceras de la ciudad de Nueva York y en su misma posición. No tiene la más mínima idea de conseguir que todo esto sea verdadero. No puede su amigo estar fijándose en ella…En Diana.Un torrente de saliva le hace doler la garganta. Su estómago se contrae y su pecho le produce solo arqueadas.—¿Es ella?Inquiere aún con la esperanza de que Jason esté equivocado. Que la mujer que observa es otra y no es la misma que está tan lejana a ellos dos. Sin embargo, para Jason aquella sonrisa no se esfuma y logra divisar otro centelleo de ilusión que hacen a Maya soltar su brazo, lentamente.—No sabía que estuviese por aquí. Pero quedamos no hace mucho en tomar algo…Maya contiene la respiración.—Es la mujer de cabello largo y cobre. Está parada
Dan las ocho y media de la mañana cuando pone un pie en el Livende. Le sonríe como puede a Johnny, el guardia de seguridad que le abre la puerta en cuanto la observa. Apenas entiende que el alrededor continua.Mira a la recepción y no encuentra a Jenny, solamente observa al nuevo hombre que da la bienvenida. Tenía la esperanza de aunque sea mirarla y decirle todo lo que había pasado. Pero eso también involucraba mencionar a Maximiliano, de cierta manera. Esto ya no puede seguir de esta forma.Llega al instante a su escritorio. Las cosas están iguales a como las dejo ayer y observa el papel que el tal “periodista” había dejado. Tampoco eso lo había hablado con Maximiliano, y no comprende si es bueno, o necesario, angustiarlo con otra cosa. Lo deja y lo guarda en su gabinete, porque tampoco puede pasarlo por alto. Así que Maya decide que, después de una larga charla con su…aún jefe, le comentaría sobre él. No puede pasar por alto una cosa como aquella, en lo absoluto. Aún más cuando sin
Es ardor que yace entre sus sentidos.La fogosidad recorre sus cuerpos. Sus respiraciones. Sus sentidos.No han iniciado aun cuando quien toma el primer incentivo de continuar baja por su cuello y crea sensaciones superiores que se clavan en acaloramiento, palpitando, queriendo ir por más, que se atraviesa en las sensaciones nuevas que se aferran por todo su cuerpo. Más de lo que anhela porque las intenciones vivas y necesitadas que ahora siente, entonces, al sentir sus manos recorriendo sus más íntimos tramos. Dispuesto a sostenerse entre sus manos. Devora sus labios con no más que el deseo intentando sucumbir en todo su sentir. Fiel a lo que siente, porque no se deja ver antes más lo que necesita tenerlo de esa manera para cerciorar que sólo anhela tocarlo de esa forma.Y yendo a lo que los dos quieren en ese instante, le desabotona más de lo que quiere su camisa, buscando su manera de querer acariciarlo cuanto más pudiese. Sentirlo entre sus manos la hace volverse loca en uno de lo
Una y otra vez. Impaciente. Extasiados. Se buscan entre sus besos y el peso cae en el vidrio. No importa lo que sucede. Sólo el sentir de sus palpitaciones, encontrándose al instante. En ese vaivén que se vuelve más abrasador mediante avanzan. Maya tiene que agarrarse de él para no caer y Maximiliano la sostiene para seguir tomándola con el anhelo que ha caído entre los dos. Ella suelta sollozos entre su cuello y niega por la sensación que la recorre de arriba hacia abajo. Sus piernas tiemblan. El sonido de sus caderas chocan contra la de él y se siente ciega por el placer que le brinda. No para una vez que los suspiros se envuelven con él. Maximiliano tiene que agarrarla fuerte para sentirla más a fondo, y mientras lo hace sabe que Maya está oprimiendo y consigue velar en no sucumbir ante la sensación celestial que ella le brinda con cada espasmo. Bajan y suben sus respiraciones. Llenas de aquel lascivo arrebato que se encuentran cada vez. Roza su entrada con el punto más frágil y no
—Sí —es lo que dice de inmediato Maximiliano.Maya parece volver a la realidad con tanto hincapié que sabe ahora en donde están, con quién está, y que es lo que debía estar haciendo. Se sienta mejor en el escritorio, trata de bajar su falda y aún con los tacones puestos se alza con cuidado. Su blusa de botones blancos la empieza abotonar mientras el sostén lo busca en el suelo.—¿Está afuera?Maya alza la mirada.—Sí, ella ha salido por una cuestión…Maximiliano le lanza una mirada y Maya mueve sus labios para que la haga también conocedora de lo que sucede, y Maximiliano mueve la mano para que baje la voz.—Sí, no te preocupes. Está bien, lo atenderé…—murmura—. Gracias.Y cuelga.Maya se arregla mejor el tacón para mirarlo y Maximiliano también se
Observa el pomo de la puerta una vez que consigue estar preparada para empezar de nuevo todo esto. Entiende que la manera en la que persigue el recuerdo de sus besos y como la poseía en el espacio que ya queda con su pasada unión es simplemente placentera, obrado por el deseo de los dos, que ahora no volvería a desaparecer. Maya mira el alrededor, pero no consigue ver a nadie. Así que cierra la puerta y camina directo hacia la otra puerta para salir finalmente de la oficina.Sale en un abrir y cerrar de ojos, en sigilo, y al dar la vuelta no conoce otra manera de trastabillar por el susto y por el encuentro de la que ahora misma es presa. Tiene que tomarse del pecho y cerrar los ojos.—¡Mierda, Jenny!Exclama Maya, exaltada y con el corazón en el cuello.Es cuando su amiga se quitas sus lentes, empezando a limpiarlos y con una sonrisa insinuadora responde.—¿Cómo llegaste tan r&aacu
Un tanto apresada por la comparación de Jenny, que no tiene nada de estar lejos de la realidad, Maya vuelve a recordar lo que apenas ha pasado dentro de su oficina. De la oficina de Maximiliano que siempre está a solo unos pasos. No pasa más que unos cuantos instantes entendiendo la manera en la que puede volver a infundirse en sus brazos. Maya se echa para atrás, suspirando.La sensación aún persiste y Maximiliano todavía no regresa a la oficina. Dan las tres de la tarde. Sólo una hora para volver a encontrarse con Jenny. Sin embargo, todo pasa bastante rápido para cuando también es Jason en quien piensa. Ni siquiera puede cavilar bien cuando se trata de obtener un mejor recuadro cuando Jason está saliendo con Diana.La misma mujer que le ha dicho no querer perder al hombre con el que acaba de tener un encuentro de lo más feroces en toda su vida, tal vez, el más rudo y fascinante. No debe quedarse ahora de brazos cruzados. Si Diana estaba aprovechándose de Jason, no lo permitiría. Y
Maya se echa a reír.Es una pequeña carcajeada porque el sobresalto la envuelve aún más. Y observa entonces aquellos ojos azules a su vez. El cabello cobrizo cayendo en cascadas hasta su hombro y la sonrisa a la que alguna vez tenía que dar hincapié que no podía ser así de perfecta. El hombre frente suyo es Sean Hurtender. Uno de los jugadores de lo Yankees desde los veinteaños, actualmente tiene la misma edad que Maya y desde la última vez que lo vio, nada de él ha cambiado. Excepto su cabello recogido en una coleta baja y corta por detrás.Maya tiene que señalarlo, balbuceando un poco.—¡Sean! —es lo que dice. No sabe qué otra cosa hacer, si moverse o retraerse, si seguirle sonriendo de esta forma. Pero se echa a reír otra vez—. ¡Sean! Estás aquí…aquí, aquí.Finalmente es él quien se ríe.—Sí, aquí —repite. Esa sonrisa la hace pestañear—. Por Dios, tanto tiempo, Maya. Incluso fue impresionante encontrarme a Jenny por aquí. Le pregunté sobre ti y me dijo que trabaja aquí también. Qué