9. Pena compartida Qué más daría la vida o qué otro revuelo podría dar entonces la plenitud con la que ahora siente dentro de ella. Mirándolo de aquella manera, sin poder creérselo, ida por aquel encanto que le anuncia sin siquiera pensarlo, de manera súbdita, casi inasequible. Oliendo a cigarro y tequila, en medio de un bar en el centro de Nueva York, soltera desde hace dos años y con su propio jefe al frente, entonces, ¿cuáles son los pensamientos de Maya Seati en estos momentos? Maya vuelve a sentarse. Le genera ya simpatía la situación. La música al fondo, los sonidos de la gente empezándose hacerse menos bullosa en ese momento, el olor del alcohol y ella con el olor a su cigarrillo, hace que el ambiente deje de ser formal en su totalidad.—No es que me lo encuentre todos los días, en un lugar como este…—tantea la mesa de madera y asiente—. Supongo que está con el señor Robert. Pero no se preocupe, sólo he venido a llevar unos tragos a Jenny que ya debe estar muy metida en sus a
10. Pasado de copas. —Tengo una tía de Colombia. Y otra que vive en Jerusalén. Sé español y sé algo de hebreo, señor. —No me digas —comenta, emocionado por saberlo. Su jefe entonces no parece un hombre ya maduro y solo se ven rastros de una sonrisa juvenil—. Y yo ni lo sabía. ¿Lo ves, Maya? —Porque no me lo preguntó. —Eso no estaba en tu currículum, cuando lo vi…hace ya tanto tiempo —y susurra. Maya esnifa para cuando tiene la mirada puesta en todo su rostro, brillante y hacia ella—. ¿Por qué secretaria? No supe entonces por qué, pero sé que te especializas en turismo y hotelería, ¿No es así? —Sí, señor. Vi la oportunidad de empezar a ver cómo es todo en este mundo. —¿Y qué te ha parecido? —Evoluciona siempre. Las personas siempre quieren algo nuevo, buscan lo novedoso. La atención excepcional. —Todo el tiempo es así; y pasa con todo el mundo en todos los aspectos, Maya. Te impresionarás si llegas a ver qué tanto pasa de querer algo una persona a otra cosa. De dejar de amar al
11. Más cercanos. Su jefe se voltea y riendo el chico, feliz por la gran oferta de un hombre como lo es aquel, mira también a Maya que tiene los ojos abiertos y lo sostiene. —Ella es mi secretaria —menciona—. Es una gran secretaria. Te tratará bien. —Señor —se ríe el joven—. Sin duda me encantará trabajar para usted. —Bueno, vas a decir que vas de parte mía y que… —¡Maya! ¡Babosa! ¿En dónde estabas? De repente sale del tumulto la maraña rubia de Jenny, sin poder creérselo. Al ver a nada más que su jefe ese detiene, abriendo más los ojos, tomándose el pecho—. ¡Señor D'Angelo! —¡Jenny! —exclama su jefe. —¡Jenny! —exclama también Maya, trayéndolo también con él. El chico lo había dejado en brazos de Maya para así llevarlo, siendo señalado por el jefe y alzando las cejas con la intención de dejarle saber que esperaría por él. Y el chico asiente sonriendo. Maya entonces lo trae llevando en uno de sus brazos—. Jenny, ayúdame a llevarlo a su coche. —Por Dios —su amiga no puede más q
12. ¡Al borde de la vergüenza! Así que lo deja allí. Quizás lo hubiese acostado en el cuarto que antes era de Jenny, pero tiene cientos de cajas y papelería que sería tan incómodo para él. Está mejor la sala, ancha, con una vista preciosa y ahora, que apaga las luces, muchísimo mejor. Siente la necesidad de arroparlo, así que un cuidado imposible y delicado lo sostiene para dejarle una manta. No hace más que sonreír. Había visto varias facetas de su jefe, pero aquella en definitiva no se encontraba entre las cosas que quería ver, pero no es que no le guste. Al contrario. Siente que es más como un momento entre dos mejores amigos. No quiere sentir que fuese algo tan íntimo, pero se dispone a pensar que tal vez, siente conocerlo aún más y sin darse cuenta.No pasa nada después de aquello.Su cabeza empieza a dar las vueltas necesarias para hacerla querer ir hacia su cuarto. Y así lo hace, quitándose los tacones en el camino. La cama se divisa con prioridad y entonces hace lo posible
13. Un dúo ruborizado Entonces le llega al instante, todo y cada cosa que había pasado la noche anterior. Sus copas compartidas, sus intereses en común, las allegadas sonrisas y las miradas cómplices de vez en cuando. La embriaguez de su jefe y como Jenny tuvo que haberla ayudado para llevarlo al coche. Cada cosa le llega al instante y tiene que suspirar sin duda porque el sentido de haber hecho algo indebido con su jefe entonces le genera aún más sofoco de lo que ya es propio en todo su cuerpo. Debe parecer no más que una tonta allí parada, medio desnuda y con un muy candoroso hombre esperando que se le abra la puerta para salir huyendo de inmediato. Tiene que tomarse de las manos y cierra los ojos, suspirando. Ella tiene que llegar a la puerta y es el silencio quien inunda absolutamente todo entre ellos dos. Incómodo y voraz, donde falta más que el aire y sobran las palabras. Para el instante en que Maximiliano D'Angelo la observa llegar parece también contener el aliento. Una ve
14 . Nada ha pasado. Su jefe se endereza de pronto. Se paraliza a su vez por la mención de aquella mujer quien es la causante de muchos agrios recuerdos. Su solo nombre le hace tragar saliva, porque en verdad no recuerda haber creído, o haberla siquiera aludido por algo tan doloroso de recordar. Y creer imaginarlo diciéndolo frente a su propia secretaria, el pudor no le hace ya gracia. Incluso teme haber dicho cosas que para ese momento lo pueden comprometer y no en el sentido de haber tomado la confianza de su más leal acompañante, sino haber hecho que se sintiera incomoda por alguna otra cosa. Le supera aún más creer en eso. Y entonces tiene que volver a hablarle, más apegado a su necesidad de disculparse por absolutamente todo. —Perdóname—dice de inmediato. Maya abre los ojos, no comprendiendo sus palabras. Pero al notar que su jefe le toma una de sus manos ella vuelve a tener su cercanía. Una cercanía que nunca antes han tenido—. Tal vez para ti no fue nada pero me siento ahora
15. Sólo por cuatro días.Una ráfaga de agitación le recorre hasta las piernas. Su piel se enchina y los ojos verdes la toman a más no poder. Tiene que cerrar los ojos para recordar. Intensos, repletos de asombro, brillosos. Nunca antes lo había visto de esa forma. Su imagen queda plasmada hasta en sus entrañas. Y Maya sigue torturándose con el pasar de los momentos. Pero al instante de saber que sólo el recuerdo de tener tan cerca a su jefe la va a liquidar, cierra su puerta y tiene que tomar un cigarrillo. Ya la resaca le tortura la cabeza. El día para Maya pasó con la espera de apaciguar el dolor de resaca y en terminar sus asuntos personales. De esa manera tuvo la delicadeza de no pensar en más nadie que no tuviera ojos verdes y mirada asustada. Se distrajo del encuentro de aquella mañana y se mantuvo en su teléfono, chequeando lo que le faltaba a ella y a su compañero, Chris, por el proyecto en que los dos estaban trabajando juntos. Entendía que aún faltaba mucho por hacer, per
16. En otro punto de vistaEl señor Maximiliano tampoco consigue tener una buena concentración en su trabajo. Por su parte, toma cartas en el asunto de vez en cuando y asiente cuando se le pregunta, sentado y mirando el vídeo que rueda. Hablan los otros organizadores de los eventos sobre lo que depararía después ahora el nuevo hotel del Livende y sus contribuciones con todo el condado, hasta con el gobernador entablarían una nueva forma para departirse los nuevos cambios que traería ésta nueva sucursal. Conversando frente a él, daba ilusión que si escucha, pero ciertamente es que los ojos vergonzosos y el balbucear de su secretaria lo tienen prendado en una seriedad. No es que esté molesto, porque no es así en realidad. Sino que, considerando la vergüenza que debe tener Maya Seati ahora con él, también se ha visto pensativo, dudoso. Lo último que quiere es que es Maya no lo crea un caballero, y se repitió bastantes veces de que si lo es.. Sin embargo, la ausencia que ahora tiene ella