—¿Estás bien ahora? La voz de Maximiliano le llega a Diana mientras se alejan del abrazo. Sus ojos hacen saber que la cercanía de la que eran antes merecedores aún sigue ahí. Una ligera sonrisa en Diana se observa con cuidado. —Claro que lo estoy —responde—. ¿Estás bien tú? Sirve como pregunta, pero como respuesta no tiene ni la misma sensación. No trata de querer aparentar que quizás la respuesta a esto no es igual que la de Diana, pero hace el intento de mantenerse claro al propósito que ahora obtiene. Diana lo observa con interés y Maximiliano mira otro lugar, luego devolviéndole la sonrisa una vez que la mira nuevamente. —Lo estaré. Entonces ella le contesta. Su mano viaja hacia su hombro. —Hablarás con ella, ¿De acuerdo? —su voz suena fuerte. Incrementó un poco de su voz habitual—. Tienes que prometerlo. No es ahora el momento adecuado para pensar que esto lo sobrecoge hacia un punto en el que incluso cree que está soñando. Pero no puede estar más que feliz, a pesar de t
Pocas veces había sentido un dolor de aquella manera. Supuso que no vio cuando llegó al lugar. Y aun así, pareció que incluso lo llevó a cabo a propósito. Entretanto, cuando las cosas no podían estar peor.Recuerda haber compartido algunas copas con Sean al salir del partido, a pesar de que en esa jugada los Yankees no lograron la victoria. Cuando no se había puesto a decidir si era el momento adecuado para cerciorar que su acompañante traía nada más ni nada menos que unas cuantas copas de más, Sean no quiso ir a su deslumbrante morada en uno de los distritos más glamurosos de Nueva York. Siendo un jugador estrella, con tanta fama y tanta riqueza, le pareció insólito. Y aún recuerda lo que había dicho, con tan afanosa rectitud.—Quiero pasar la noche contigo. Comenzamos juntos, terminemos juntos. Y ya está.A decir verdad no lo quería dejar solo. Su hermano, Tommy, no estaría con él sino con sus abuelos, quienes después de suplicarle a su nieto mayor de que dejara que ellos
No tiene sobresalto por haberla escuchado, y con su linda sonrisa, Maya le aprieta la mano y frunce el ceño, sonriendo también. Desde que habían llegado Maya no mencionaba oraciones tan largas y llenas de ilusión. En realidad, está callada más de la cuenta, pensativa. Y su estado hasta Giovanna no lo pasa por alto. —Estoy perfecta —menciona, tomando un poco de su café—. Lo estoy, Giovanna. —Quizás Sean sigue siendo un fanfarrón y no dio tantos hits como él creyó que haría. Jenny menciona al instante. Su mejor amiga está terminando de masticar para limpiarse las comisuras. No quería presumir pero Jenny se veía aún más resplandeciente que antes. Y no sabe si ha sido el mismo embarazo quien la tomó de la mejor forma. Lleva su cabello rubio suelto hacia un lado y sus lentes de ese rosa chillón aún permanece, pero cuando se dirige hacia Maya se los ha puesto arriba de su cabeza y sus ojos azules finalmente la escrudiñan con más severidad. El intento de salir de su mirada es imposi
Una fiel respuesta. Porque la seguridad es lo que debe y necesita Maya tener ahora. Otro poco más sintiendo nada más que colmada de tranquilidad para cuando es necesario dirigir lo que hace falta en ese día. Roy Sidney no estaría con ellos y con más razón tanto Chris y ella deben mantener todo lo involucrado. Emilia también ha llegado junto a ellos. Conoce la situación del lugar, algo muy lamentable según ella. Cuando habían observado todo el proyecto en aquellos días antes de la competencia, era una de las más fieles a que se mantuviera tal y como Maya lo había planeado. Que esto suceda está lejos de ser lo que había entablado y decidido. Y Emilia, muy a su pesar, también está dispuesta hacer lo necesario para que esto no ocurra. Ya cuando Mason llega, dan las dos de la tarde. Hay algunos datos que él tiene que observar antes de tomar una decisión. Y como iban las cosas, Maya no sabe aún qué decir con todo esto. Ni siquiera ha pensado en otro plan. Otro lugar. ¿Qué lugar pue
Pasa sólo un momento cuando la primera que se mueve en señal de antipatía es Maya, que manteniendo el contacto visual con Diana, rueda los ojos una vez más y se voltea. Es lo último en este mundo que quiere ver. Pasa desapercibida su expresión según ella y ni siquiera puede entender lo que pasa después. Diana se aproxima una vez más a ella. —Sólo escúchame —le pide por detrás. Es algo que no puede Maya entender y por ende lo hace—. Necesitas saber una cosa. No es tanta su sacudida que le genera el tan solo pensar que ha sido llamada por la mujer que ha venido desde el principio a hacerle saber que está nada más que enamorada por un hombre que no la ama. No es justo que ahora quiera mirarla en el sentido de que algo no ocurriese. Es nada más que inaguantable el cinismo. Desde el principio quiso hacerle saber que Maximiliano había estado jugando con ella: que estaba enamorado de ella, que la amaba, que la miraba como tenía que mirarla a ella. ¿Por qué continúa haciéndole esto? ya
Es Sean quien le ha dicho eso. Quizás para Maya hubiera sido mucho mejor haber decidido querer a Sean de la misma forma que él la quiso alguna vez. Porque Maya Seati quiso mucho al hombre al lado suyo, y en su momento sintió que era el hombre de su vida. Sean Hurtender la bajó de esa nube justamente después de su segundo año de noviazgo, cuando Maya entró al camerino del beisbolista y en sus manos traía macarrones, una camisa puesta que llevaba el nombre de su equipo y su número en la parte de atrás, y las ganas tantas de abrazarlo y besarlo por aquella victoria. Al verlo teniendo a una mujer en sus piernas, desnuda y sin sostén, a Maya se le cayó los macarrones al suelo, la dignidad, se le quebró el corazón y el mundo se le vino abajo. No sintió nunca recuperarse de esa tan repugnante situación hasta que decidió no volver a llorar por Sean Hurtender, quién la persiguió casi desnudo por todo el estadio del centro hasta que ella salió corriendo, echa un mar de llanto y con cada p
Maya ya no quiere fingir que el recuerdo de Maximiliano no le hace daño. Y aun cuando Sean finalmente admite de sus propios sentimientos hacia él, se siente tan lejana a él, como si nunca lo hubiese visto, como si nunca hubiera compartido gustos, besos y acaricias. Como si fuesen simples extraños. Una mirada más de él y Maya tenía que volver a sus brazos. Pero Maximiliano hace que ella se aleje, entonces, ¿Vale la pena pensar en él como si lo necesitara para vivir? ¿En qué momento se ha vuelto tan imprescindible en su vida? Se siente tan frágil ahora.Sin embargo, Sean prosigue.—Te quiero, Maya. Y siempre te querré —le dice—.Seré tu amigo ahora. Quiero que me veas como alguien en el que puedes confiar. En el que te sientas cómoda de pedir algo. Quiero estar ahí para cuando lo necesites. Sería demasiado especial para mí que me dejes ser tu amigo, Maya. Es lo único que te pido. Maya toma un poco de aire y al ver cómo Sean aprieta su mano sin dejar de verla ella las acaricia y en
—¿Cómo esta Tommy? Pregunta Maya una vez que están tomando la autopista y se acercan al destino que tiene en mente. A Sean se le ilumina el rostro.—Está muy bien. He hablado con él por video llamada y me dice que todavía no quiere volver a Nueva York —suelta con una risa. A lo que Maya responde también—. Me alegra que la esté pasando bien. Así no tiene por qué pensar en más nada. —Me alegro mucho —confiesa Maya, doblando hacia la esquina. Ya están por llegar—. Tommy debe tener todas las atenciones posibles. Y cuando regrese debes decirme porque aún no he ido a verlo. —Descuida que lo haré —al verse cerca del hogar de Jenny, Sean sonríe un poco—. ¿Cómo está su bebé?—Ya se le nota un poco la barriga —menciona Maya con una gran sonrisa—. Pero aún no sabemos el sexo así que todavía están comprando de todo un poco. —Bueno, si algunos de nosotros tiene otro bebé en camino de seguro esa ropa servirá.Maya echa una gran sonrisa. —De eso no dudamos. Cuando por fin aparca en