Ámbar llegó a casa sintiéndose totalmente deshecha, durante todo el camino se obligó a mantenerse fuerte, de nada le serviría venirse abajo mientras manejaba, así que se obligó a mantener la calma al menos mientras llegaba a su hogar, en cuanto cruzó la el umbral de la puerta y estuvo dentro de su departamento sintió como su mundo se vino abajo, sentía el cuerpo dolorido tras aquel salvaje ataque, sentía el ego y la dignidad maltrechas también, además de eso la herida en el hombro que generó el mordisco que Matteo le había dado no dejaba de punzar recordándole constantemente que allí estaba. Soltó su bolsa y se dirigió directamente hacia el cuarto de baño, se quitó toda la ropa y la arrojó al cesto de basura; zapatos, vestido y ropa interior, no quería tener esas prendas en su casa y jamás volvería a utilizarlas, pues aquello le recordaría aquel momento de humillación. A pesar de lo sucedido al menos había logrado solucionar para que Matteo la dejara en paz, todo había sido una
—Amy, cariño por favor, no lo soporto más. — se quejó Markus, con ojos cargados de dolor. —Lo sé, también es duro para mi— le sonrió dulcemente para luego dejar un beso en su frente. — pero es un acuerdo y debemos respetarlo. —¿Cuánto más?, sabes que la quise y sabes que me duele la manera en la que se fue, pero no quiero seguir separados de ti. No quiero tener que irme a dormir a mi casa, ni siquiera es un hogar, es un lugar frío lleno de tristeza, de dolorosos recuerdos. —Comprendo cómo te sientes, pero entiende, solo un tiempo prudente, y luego tenemos una vida juntos, quizás hasta te aburras de dormir a mi lado— le dijo con burla. —¿Cómo podría, Amy?, sabes que te amo más que a nada... solo te necesito a ti para ser feliz, nada más. — le respondió con toda sinceridad, Amy sonrió y se inclinó para besarlo. *********************** Melina estaba nerviosa, su corazón se agitó ante el resultado... Embarazada, estaba embarazada de Aníbal... ¡Estaba embarazada!, se llevó una
—¿EMBARAZADA?—gimieron Ámbar y Amy al tiempo, con ojos enormes llenos de dicha. —¡Si, espero que estén felices, serán unas tías muy guapas!— dijo Melina con lágrimas en los ojos y es que últimamente estaba muy sensible y no paraba de llorar, suponía que eran las hormonas haciendo de las suyas —¡Estoy tan feliz!El trío de amigas se abrazaron y las felicitaciones nos hicieron esperar, aquella tarde de amigas se había convertido en una tarde de sorpresa y celebración pues aquella hermandad tendría un nuevo miembro y sin duda era motivo para festejo.Los días siguieron pasando con rapidez y Ámbar de a poco aprendió a sobrellevar lo que le había sucedido, por fortuna la tristeza que se había alojado en su pecho había dejado de torturarla y la herida del mordisco en su hombro había sanado casi del todo, Ámbar cada vez que la miraba sentía desprecio sin embargo, lo único que deseaba era que su alma sanara así tan rápido como lo hacía su cuerpo. Se observó en el espejo suspirando, aquel
Ámbar sintió que su corazón se detenía y la felicidad la inundaba, Samuel había solicitado su baja ministerial lo cual solo podía interpretarse como que él había la había escogido... ¡Él realmente la amaba!, sintió deseos de llorar y correr hacia él para abrazarlo sin embargo, Samuel se giró hacia ella y la miró fijamente antes de desviar nuevamente la mirada hacia la madre quién parecía estar en un estado de shock, sus ojos estaban muy abiertos y parecía que había dejado de respirar por un instante, su labio inferior temblaba y miraba a su hijo con extrema confusión. —¿Qué?, ¿la baja ministerial?, ¿de qué estás hablando hijo?... yo no no te entiendo. —Así como lo escuchas madre, he solicitado el permiso y la aprobación de mis superiores para abandonar mis hábitos. —¡Eso no puede ser, Samuel!— Ana saltó poniéndose de pie mientras hiperventilaba— no puedes estar hablando en serio, tú no puedes dejar tus hábitos, tú eres un escogido, eres un elegido, Tú naciste para ser sacerdote
Samuel respiró .tanta tranquilidad y alegría al sentir el pequeño cuerpo de Ámbar abrazado al suyo, sin, al fin había regresado a su lugar en el mundo, no queria estar en ningún otro lado, con nadie más, sus ojos se llenaron de lágrimas, estaba en el lugar al que siempre había pertenecido; Los brazos de Ámbar, era su lugar en el mundo, se sorprendió ante la fuerza con la que lo abrazaba y aún más ante la fuerza de su llanto, era como si ella no creyese realmente que él estaba allí. —¿Está todo bien, Ámbar?, por favor, no llores estoy aquí— le dijo, ella se separó un poco y elevó rostro para mirarlo, Samuel se vio reflejado en aquellos preciosos ojos color miel y sintió el deseo correr por su piel— ya estoy aquí— le dije acariciando su rostro— estoy aquí amor y no volveré a irme, lo prometo Ámbar, por ahora tenemos mucho de qué hablar. —Lo sé, puedo imaginar todo lo que tienes que decirme pero, no iniciaré ninguna conversación sin que al menos me hayas dado un beso— dijo con el lab
Aníbal estaba acostado en su cama descansando de largo día de trabajo y abrazado al cuerpo de Melina quien ya dormía plácidamente, escuchó su celular timbrar y solo rogó que fuese algo realmente importante, se sorprendió mucho al ver en la pantalla el nombre de su hijo, debía atender, si Samuel llamaba era porque era algo muy importante. —Hola hijo, feliz noche. Debo confesar que me extraña que estés llamando tan tarde pensé que te tenían prohibidas las llamadas. —Así es, pero he vuelto a la ciudad y estoy ansioso por verte. —Vaya, pero que agradable noticia— le dijo con alegría— me hubieses avisado y hubiese ido por ti al aeropuerto. —No quería alterar tus planes padre, aunque me hubiese encantado verte en el aeropuerto. Padre, tengo que verte, necesitamos hablar. —Claro que sí, tú me dices si nos vemos en la iglesia o si quieres venir mañana a la oficina. —Sabes que siempre he preferido la iglesia es el lugar con el que me he identificado toda mi vida, sin embargo, hay mu
Aníbal se sorprendió pues de todo lo que había pensado que su hijo podría conversar con él la baja ministerial realmente no había estado dentro de sus opciones sin embargo, la dicha lo inundó pues sabía que desde niño su madre le había inculcado ese amor desmedido por la iglesia y ese supuesto deseo por querer ser sacerdote aunque Samuel nunca había manifestado que particularmente ese fuerte su deseo. Ana se había encargado de dejarle claro que esa era la única opción viable para él. Aníbal se puso de pie y caminó hasta donde estaba su hijo, dándole la mano lo ayudó a ponerse también de pie antes de darle un enorme abrazo mientras reía de felicidad. —Hijo mío realmente estoy muy feliz por ti, sé que si has tomado esta decisión es porque lo has pensado mucho así que yo no tengo que pedirte que reconsideres nada, te apoyo incondicionalmente, sé lo importante que ha sido siempre tus hábitos para ti y si has tomado la decisión de dejarlo es porque seguramente lo has pensado mucho. —As
Ana estaba furiosa no solo con su hijo sino también con su esposo, al parecer sus hombres se habían puesto de acuerdo para desestabilizarle la vida, ¿ cómo era posible que Aníbal no la apoyaran en hacer recapacitar a Samuel, en pedirle que cambiara su opinión y se mantuviera fiel a sus votos? pero no solo eso, ¿ cómo se atrevía Samuel siquiera a pensar en abandonar los hábitos?, ¡ todo estaba mal, las cosas parecían no querer mejorar y Ana estaba comenzando a perder la cordura al ver cómo su familia se desmoronaba. —Debo hacer algo— se dijo a sí misma incapaz de resignarse al hecho de que el hijo que había recibido de manos de Dios para su servicio, se negara ahora a cumplir la misión que le fue encomendada— debo hacer algo — Anibal debia regresar a su lado como correspondia ya que era su legítimo esposo, de la misma manera Samuel debía regresar a Dios porque era muy claro que se había alejado de él, solo que no supo identificar en qué momento. A la hora del almuerzo Aníbal se e