Finlay. -“¿Estás seguro de que quieres quedar esta noche con la diosa de la Arquitectura?”- me preguntó Oliver, continuando con las burlas, que llevaban haciéndome desde que vieron a mi diosa en el video dándole una paliza a su exmarido.-“¿No crees que es muy peligroso?, ¿Quieres llevarte a Fred y a sus hombres para protegerte?, no me gustaría verte mañana, después que tu diosa te haya dado una paliza.”- yo permanecía callado, conocía el punto débil de esos dos, y sólo esperaba el momento justos, para aniquilarlos, mientras tanto, me desestresaba en el gimnasio, levantando pesas. Esos dos hacían como si entrenaran, aunque lo único que yo los veía hacer era entretenerse a mi costa. -“Tranquilo, Connor, yo estoy contigo, lo principal es reconocerlo y no avergonzarte, seguro que hay grupos de ayuda para los hombres maltratados, por sus diosas.”- decían Sean, que no había parado de reírse desde que había visto a mis diosa dándole una patada en la cara de ese gilipollas.- Una pregunta
Ailan. - “¿Pasa algo? Se ha quedado mudo, señor Alacintye.”- le pregunté, al atractivo hombre cayado y rígido que me miraba, como si algo extraordinario, y peligroso estuviera delante de él, al mismo tiempo que me esperaba junto a un Lamborghini Sesto Elemento, el coche de ensueño de mi hermano Marcus, el que siempre había querido, pero la diosa Miller hizo uso su veto, para que se quitara la idea de la cabeza. Comenzaba a preocuparme por como ese atractivo hombre, con un traje gris ajustado a su musculoso cuerpo, y una camisa negra de seda hecha a mediada, me miraba, aunque para ser sincera, yo también tenía ciertas dificultades para coordinar mis palabras, sobre todo porque estaba hambrienta, y ese ser tan atractivo que estaba delante de mí, era totalmente comestible, un majar de para los dioses. Agradecí a mi hada madrina, Gred Watson que me hubiera puesta esta capucha tipo los Vulturis de Crepúsculo, que no dejaba ver mi cara, ni cuando yo alzaba mi cuello, porque como siempre
Finlay. - “Conoces a Oliver Duncan, por lo que veo.”- me preguntó la tentadora Helena de Troya que tenía delante, mientras no sentábamos en la mesa que había elegido Penélope, junto al gran ventanal del restaurante, donde la imagen de un espectacular Londres iluminada, destacaba como un maldito cuadro. Era fácilmente saber porque muchos hombres murieron por esa descarda griega, si Helen hubiera sido la mitad de tentadora que Ailan Caroline Miller, es comprensible que esa guerra durara cien años Antes de contestarle, y para controlarme, mire mi Rolex, mientras respiraba profundamente, no ayudaba nada que para calmarme que, desde que había visto a esa mujer, una inconveniente y dolorosa erección me hiciera contiende lo que esa mujer me hacía sentir. Necesitaba asegurarme cuantos minutos, horas o años llevaba esta ardiente tortura afectándome, y tuve que volver a mirar el reloj dos veces cuando me di cuenta de que no llevábamos ni media hora juntos, ¡y a mí que me parecía una etern
Ailan. Ni siquiera sé cómo salimos del restaurante, ni si pagamos la cena, no estaba atenta a detalles superfluos en esos momentos, estaba más preocupada en evitar tan siquiera rozar a ese hombre, o probablemente nos detendría irremediablemente por escándalo público. Sólo me faltaba eso, aparecer dos veces en un mismo día, en las noticias, después de cuatro años de pasar desapercibida. La primera vez por un divorcio y el comportamiento totalmente infantil de los mellizos Miller, y la segunda vez, por asaltar sexualmente a un multimillonario empresario escocés, y todo eso en menos de veinticuatro horas, no quiero ni pensar lo que harían mis padres, y mis hermanos, a todo esto. En el coche, noté que nos dirigíamos a una velocidad considerable rápida, hacia el hotel donde se aloja mi gladiador, justo el hotel donde yo, borracha, me confundí de suite, y acabé pervirtiendo a mi gladiador de manera descarada. Esto me llevo a querer saber porque él no me echó de la habitación en ese mo
Finlay. Desprenderme de la túnica blanca, y tentadora, que tenía mi diosa debajo, fue fácil. Anoté mentalmente que debía comprar de nuevo, para remplazar, todas las cosas que de una u otra manera eran destruidas por culpa de nuestro deseo incontrolable. Desde un principio tuve que controlar mis ansias, que esa enloquecida diosa, se encargaba de poner a pruebas, con sus gemidos, sus suplicas, y sus incontrolables movimientos, mientras mis manos, y mi boca, iban recorriendo su cuerpo, deleitándome con su tacto y su sabor, dejando marcas en aquellos lugares que conseguían que su cuerpo temblara sin control. - “¡No …es …justo!”- le oí decir entre gemidos. - “¿Que no es justo, mi diosa?”- pregunté sin dejar de recorrer cada rincón de su cuerpo, en busca de esos lugares que yo ya sabía, desde la primera vez que la recorrí, donde estaban, y que hacían que se volviera loca de deseo. Los había memorizado a fuego en mi mente. - “¡Que … cada vez que …se borre …me sometas a esta tortura…
Ailan. - “¿Qué me acabas de decir, Gladiator?”- le pregunté mirándolo sería mientras desayunaba, tan sólo vestida con un alborno del hotel, mientras estábamos esa mañana en el salón de su suite. Tuve que hacer que me volviera a repetir lo que me acaba de decir, porque por un segundo creí que me había dicho que después de lo que `pasó la noche pasada, y después de haber tenido el sexo más alucinante jamás sentido por una mujer con sangre en las venas, y varias veces, junto a la chimenea, sobre una alfombra mullida de lana de oveja australiana, y dos mantos, uno de ellos escoceses, mi gladiador, me acaba de comunicar que, a falta de registrar el matrimonio ante las leyes inglesas, para el reino de Escocia, ambos estábamos unidos en matrimonio, o eso creí que me dijo. Ante mi mirada de alucine por lo que acaba de oir, mientras le preguntaba que me aclarara lo que acaba de decirme, él sólo me miró, y sonrió. Tengo que decir, en mi favor, que después de haber pasado una noche con much
Ailan. En la habitación cogí la bolsa de la boutique de lujo que el jefe de escoltas de Finlay le había traído, ese maldito estúpido tenía la manía de romperme la ropa. - “¡Eh! niñata el traje de anoche lo rompiste tú, mi gladiator no tuvo nada que ver.”- me dijo la pervertida, mientras yo me dirigía al baño. No pude contestarle a esa maldita malcriada como se merecía, por meterme en estos líos, porque en ese momento un serio escoces, entró en la habitación. - “¿No crees que deberíamos hablar de esto?”- me dijo de forma condescendiente, y eso me molestó, porque por el tomo que usó, era como si yo fuera la que me estuviera comportando irrazonablemente. - “No tengo tiempo, llego tarde al trabajo, ¿además hablar de qué?, yo no tengo ningún problema, tengo todo muy claro, lo único que te pido es que tu equipo borre esos videos, no deseo que mis actividades sexuales las vea nadie más que no sea yo, y el hombre con él que estoy.”- le dije seria demostrando que no estaba para más ton
Finlay. - “Señor, la señora Alacintye, no se muestra muy receptiva a cumplir con el recado que le di.”- me dijo por teléfono Fred, tras dejar a mi diosa en su trabajo. Me contó lo que había sucedido desde que yo la había dejado en mi suite, hasta que la dejó en su trabajo, y la verdad, la reacción de esa diosa guerrera, no me sorprendió. Era cierto que había usado un truco sucio para atarla a mí, pero me había dado cuenta que con Ailan, pese a ese parón en su vida, donde ese desgraciado la había engañado haciéndose pasar por un ser débil, sin personalidad que se debía de ser protegido por ella, cuando en realidad era un maldito psicópata destructivo, mi diosa necesitaba de un hombre fuerte en su vida, un hombre que la retara, que la volviera loca, que fuera su digno rival, toda su vida había estado rodeada de hombres seguros de sí mismo, y con fuerte personalidad, quizás esto provocó que terminara con el Mierda Patel, pero tras haberla conocido, incluso bíblicamente hablando, la