Yolanda, con la intención de provocarlo, se acercó y levantó una ceja: —¿Qué pasa? ¿No te quieres casar?—Ya tengo a alguien en mente. No me interesan las alianzas.Mateo respondió con indiferencia, echando una rápida mirada hacia dentro: —¿Delia está ahí, verdad?Yo estaba detrás de la puerta, fuera de su campo de visión.Al ver la sonrisa satisfecha de Yolanda, no pude evitar sonreír. Justo cuando iba a hablar, Yolanda me miró y dijo: —Sobrina, ¿qué haces ahí parada? ¡Mi hermano te está buscando!…Casi podía imaginar la cara de sorpresa de Mateo.Me acerqué, y Mateo, con su mano fría y seca, me tomó. Miró a Yolanda y, con una sonrisa sarcástica, preguntó: —¿Desde cuándo Delia es tu sobrina?Antes de que pudiera responder, Eloy me rodeó los hombros y, al darse cuenta de que Sebastián y su esposa estaban bromeando, contuvo la risa: —Porque Delia es mi hija, ¿no es evidente?—¿Qué…?Mateo se enderezó de inmediato, y antes de procesarlo, su actitud despreocupada cambió a una más ser
Eloy dijo: —Lo que mencionas, ya he hecho que alguien investigue con quién ha estado en contacto.—No será fácil de averiguar.Con plena confianza, Mateo continuó: —Ayer, cuando fuiste a ver a Delia, seguro que alguien te vio. Si intentan borrar cualquier rastro del pasado, se moverán mucho más rápido que nosotros.—Lo mejor sería dejar que pase un tiempo. Una vez que se disipen sus sospechas, podremos seguirles la pista.—Sin embargo, el contacto entre mi madre y yo en estos días ha superado la relación de un diseñador con su cliente.Pregunté, con dudas: —¿Será complicado desvanecer sus sospechas, no?La persona detrás de esto utiliza tácticas similares a las de hace dos años.Y estaban muy bien ocultos y eran lo suficientemente astutos como para no bajar la guardia.Sebastián entrecerró los ojos y sugirió: —Hermana, ¿qué te parece si reconoces públicamente a Delia como tu ahijada?—De esta manera, no solo la protegeríamos abiertamente, sino que también justificaría tus frecuentes
Estrella sonrió con desdén y fingió detenerse: —Déjalo, no la subestimes. A lo mejor ha pescado a algún pez gordo y pronto tendrá a alguien que la respalde.—Estrella, ¡eres la heredera de los Hernández! No me digas que le tienes miedo. Ya dijiste que es una huérfana, ¿quién en su sano juicio se casaría con ella, aunque lograra atrapar a un millonario?Larreta, con una mueca de desprecio, añadió: —¿Quién crees que asiste a las fiestas de la señora García? Aquí todo es cuestión de estatus. A lo sumo jugarán un rato con ella, pero ¿crees que alguien arriesgaría su reputación por una amante?El joven que había intentado hablar conmigo antes no pudo evitar intervenir: —No es eso, ella venía de la sala de la señora García…—¡Ya basta!Para esta gente, los artistas no valían nada. Por mucho éxito que tuvieran, el capital siempre tenía la última palabra.Estrella lo cortó: —Ya sé lo que vas a decir, que conoce a la señora García…—¿Cómo?Larreta se tensó: —¿Conoce a la señora García? ¿Por qué
Después de dar las instrucciones, ya no quise seguir ocupándome del asunto y me fui directamente a buscar a Olaia.—¿Por qué tendría que irme?Larreta, tras escuchar la clara orden del personal de seguridad, me miró sorprendida y desconcertad: —¿Quién... quién es ella?Estrella me lanzó una mirada de odio y enseguida gritó al personal de seguridad: —¡Ah! Ahora entiendo por qué esta diseñadora se queda aquí tanto tiempo. ¡Debe estar liada contigo, ¿no?!—Le ruego que mida sus palabras replicó el guardia, frunciendo el ceño—. La señorita Lamberto es una invitada distinguida, y no permitiré que la insulte.—¿Invitada distinguida?Larreta se puso nerviosa: —¿De quién? ¿De... la señora García?Aun así, la duda no se le fue del rostro.Estrella tampoco se lo creía. Pero la situación empeoró cuando los demás invitados empezaron a murmurar tras su expulsión, sintiéndose humillada, se puso roja de ira. Dio unos pasos rápidos hacia mí, furiosa: —Delia, ¿qué clase de trampa estás usando ahora? ¡
Los presentes se miraban entre sí, algunos con la boca completamente abierta.Al fin y al cabo, tanto Mateo como Marc eran figuras de gran peso, y nadie se atrevía a enfrentarlos.En silencio, todos sabían que la familia de Larreta estaba acabada.Larreta, aturdida, miraba a Mateo y a Marc, sin poder articular una sola palabra de súplica. Un instante después, con el rostro pálido, se volvió hacia mí, aterrada:—Señorita Lamberto... ¡Me equivoqué! No debí ser tan arrogante ni humillarla... ¡Si quiere, pégame!Casi rompía a llorar, olvidando por completo su orgullo: —De verdad, lo siento, se lo ruego... Dígales al señor Vargas y al señor Romero que perdonen a mi familia... ¡Hoy vine a pedir una colaboración con la señora García, y ahora lo arruiné todo! ¡Mi padre me matará!Sabía que no exageraba.En familias como la suya, los hijos disfrutaban del poder y el dinero, pero también asumían las consecuencias. Si no solo no aportaban, sino que además perjudicaban a la familia, las repercusio
Mateo también la vio. Sin mostrar emoción, frunció el ceño y, mirándome, dijo en voz baja: —Delia, tengo que hablar de un asunto con el señor Romero. ¿Puedes ver por qué Olaia no ha subido todavía?—Bien.Asentí y me fui enseguida. Mientras esperaba el ascensor, llamé a Olaia.…Cualquiera podía sentir la tensión entre estos dos.Exmarido y actual pareja…Nadie se atrevía a interrumpir. Todos preferían darles espacio.Mateo apretó los labios, casi listo para explotar, pero decidió no hacer una escena en el evento de su suegra. Con una sonrisa helada, dijo: —Señor Romero, ¿podemos hablar a solas?—Claro.Marc miró la figura de Delia mientras se alejaba, sus dedos se crisparon levemente.Pensaba que, al estar con otra mujer, Delia reaccionaría de alguna manera, pero para su sorpresa... ¡no le importaba en absoluto!Para ella, lo pasado ya quedó atrás.Ahora, él no era más que un exmarido cualquiera.Cuando llegaron a la salida de emergencia, antes de que Marc pudiera decir algo, el puño
La joven a su lado comentó: —¿Quién más? ¡Elena de Delian, claro que es ella! Aunque nunca imaginé que fuera tan joven y guapa en persona.—Tch, hace un momento no la defendías, y ahora la alabas.—¿Y qué podía hacer?Le lanzó una mirada: —¿Ya olvidaste lo que tú, Larreta y Estrella dijisteis? Fuisteis crueles. Si la hubiera defendido, también me habríais atacado.Era lógico mantenerse al margen.No replicó, solo murmuró:—Mi madre estaba haciendo todo lo posible para conseguir otra plaza para un diseño exclusivo de Elena, pero con lo que hice... probablemente ya no la consiga nunca.—No necesariamente.Otra joven intervino: —No parece de las que guarda rencor. Dudo que se moleste con alguien tan despistada como tú.Los murmullos continuaron entre los presentes.La cena aún no había terminado, y ya tenía un montón de tarjetas: algunas para discutir negocios, otras intentando conseguir un diseño exclusivo.Pero la mayoría solo quería hacer contactos.Pensaban que, llevándose bien conmigo
Leila se quedó pasmada por un momento.¡Esto definitivamente no estaba en sus planes!Marc sonrió, y en sus ojos oscuros y profundos no había el más mínimo atisbo de juicio, solo una calma inmutable que desnudó a Leila con una sola mirada.Con solo ese vistazo, Leila bajó la cabeza avergonzada, evitando su mirada.¡Este hombre daba miedo!Jugar a hacerte la difícil con alguien como él, un hombre que entendía a la perfección la naturaleza humana, era un error colosal...Marc apagó el cigarrillo con calma, su voz ronca pero su presencia seguía siendo escalofriante: —¿De verdad creíste que te hice venir hoy para qué?...El corazón de Leila latía con fuerza por puro miedo y nervios.Marc la miraba desde arriba, desnudando cada uno de sus pensamientos con una precisión fría: —¿Viste a Delia y pensaste que podrías ser su sustituta?Leila apretó aún más el dobladillo de su vestido, intentando contener el temblor de su cuerpo, pero no podía evitarlo. Se obligó a levantar la cabeza y mirar a M