Capítulo noventa: Un susto y una escapada "Narra Sofía Galanis"—¡Dios mío!Esa fue la primera noticia de la entrada de Apolo en el baño, junto con la orden de que no me moviera. Luego, sus manos exploraron mi cuerpo para ver si estaba herida.—Creo que no me pasó nada —le hice saber. La caída había sido más un susto que otra cosa.—Puedes haberte roto algo. ¡El bebé! Te oí gritar...—Me asusté —dije al poder respirar más tranquila. Ahora me tocaba calmarlo a él—. Pero no me he golpeado ningún músculo, ni el abdomen. No me duele nada.—Te voy a poner cómoda aquí en el suelo y luego voy a llamar a un médico.—Eso sería una tontería.Apoyé las manos en el suelo y me levanté lentamente. Me di cuenta de que no me había hecho daño, pero la cabeza seguía dándome vueltas.Apolo se dio cuenta de lo que me pasaba en realidad y me sujetó mientras yo vomitaba en el retrete. Me pasó un paño húmedo por la frente y me murmuró cosas que parecieron frases de preocupación en griego.—Estoy borracha —
Capítulo noventa y uno: ¡Te ha salido competencia!"Narra Sofía Galanis"En el mismo momento en que supe que habías abandonado el barco, me preocupó seriamente tu seguridad personal. El miembro de la tripulación que te siguió no pudo saber hasta anoche por dónde andabas.Me puse pálida.—Ningún ladrón encontraría nada de valor que robarme.—¿Y te gustaría verte a merced de una banda de ladrones que no podrían conseguir siquiera un buen reloj por su trabajo?Se me hizo un nudo en el estómago. Su auténtica preocupación me hizo sentirme avergonzada.—Yo... lo siento. Sinceramente, no pensé...—Por lo menos estás bien.—Y ahora vamos a ir a ver el jodido templo. —murmuró él.—No, no importa... Ni siquiera vas vestido para...—Insisto, querida esposa. Lo miré sorprendida.Nos siguieron su jefe de seguridad y otro guardaespaldas a una discreta distancia mientras nosotros nos dedicamos a explorar el lugar. Era un día precioso y a mí me encantó todo lo que vi.En un momento dado, vi que Apo
Capítulo noventa y dos: ¿Quién es Natalia Gyros?"Narra Sofía Galanis"Por lo que decía el artículo, se trataba de una tal Natalia Gyros.Me estremecí. Deseé limpiar el mensaje del espejo y tirar la revista a la basura sin leerla.Me aparté de la foto como si quemara, pero al final no me pude resistir y leí lo que ponía en ella. Se trataba de un reportaje sobre la famosa heredera griega y acompañante del magnate griego Apolo Galanis. Tenía treinta y dos años y decía que nunca se casaría porque amaba su libertad y no podía soportar a los niños. Detrás, había una foto de los dos frente a la fachada de un distinguido edificio, con ella pegándose a Apolo como una serpiente cascabel.Oí un ruido a mis espaldas. Sorprendida, me volví y vi a una joven del personal del hotel en la puerta, mirando lo que había escrito en el espejo. Empezó a hablar en griego como disculpándose. Al parecer, temía que le echaran la culpa a ella del mensaje. Se acercó y limpió el espejo con una toalla.Traté de tra
Capítulo noventa y tres: Estás celosa"Narra Sofía Galanis"—¿Natalia? —mi marido pareció realmente confundido—. ¿Qué tiene ella que ver en todo esto? —Solo responde mi pregunta, Apolo —exigí—. Por favor.—Natalia es la hija de Leonidas Gyros, amigo de la familia y probablemente socios de la empresa.—Viniste a Atenas a verla —concluí—. Has estado con ella.—He estado con ambos y con un grupo de abogados, llegando a un acuerdo para la creación de una nueva sociedad —siguió explicando de mala gana. Era evidente que no le gustaba dar explicaciones, ni siquiera a mí—. Los Gyros son dueños de la cadena de hoteles más amplia de Grecia y yo les quiero comprar unos cuantos, a cambio ellos me piden que les diseñe otros nuevos. Estoy en negociaciones con ellos desde que llegamos a Atenas, sí, si a eso es a lo que te refieres. ¿Algo más que quieras saber, querida esposa?Ahora sonaba mosqueado.—Sí —no me dejé intimidar por sus imponente posición—. ¿Hay algo más entre ustedes? ¿Por qué la pren
Capítulo noventa y cuatro: ¿Quién entiende a las mujeres?"Narra Apolo Galanis"Debería estar acostumbrado a que las cosas entre mi esposa y yo cambiaran en cuestión de segundos, pero no lo estaba. No me cabía en la cabeza que de ser el hombre más feliz del mundo y estar disfrutando de este viaje como si fuera una luna de miel, hubiéramos pasado a una discusión tan absurda, como las noticias infundadas de la prensa amarillista.Mujeres… ¿Quién diablos las entendía? Yo no.Bebí de mi copa de champán mientras trataba de seguirle la conversación a Leonidas. Tampoco era que me gustara dejar a Sofía con las mujeres para poder hablar de negocios con el viejo Gyros, pero no me quedaba de otra y ella parecía estárselas apañando muy bien.—Puedes perder a la muchacha de vista por un, rato hijo —escuché una voz que conocía a la perfección a mis espaldas—. No creo que nadie en todo el mundo se atreva a tratar de robarle la mujer a Apolo Galanis. Buenas noches, caballeros.El sujeto saludó al grup
Capítulo noventa y cinco: Desaparecida"Narra Sofía Galanis"—¿De dónde has sacado estas fotos? —me preguntó pasmado.—De tu amante.—No creo. Ahora respira profundamente y dime cómo han llegado hasta ti.—No vas a conseguir librarte de esta, Apolo.Luego le conté cómo había hallado la revista y también el mensaje que me encontré escrito en el espejo cuando entré en el cuarto de baño del hotel la primera vez.—¿Y las fotos?—Pues de alguna manera se las arregló tu amante para hacerlas llegar a mi bolso dentro del armario, algo muy extraño, ¿no crees?Apolo las arrugó, abrió la ventanilla del auto y las tiró por ella. Desde mi posición, lo vi tomar su teléfono móvil y ponerse luego a hablar en griego por él.—¿Qué haces con el teléfono?—Mi secretaria se ocupará de esto e identificará al culpable —dijo él con el ceño fruncido—. Deberías habérmelo contado inmediatamente. El que un empleado mío haya tenido la insolencia de tomar parte en algo como esto, me molesta enormemente. No me sor
Capítulo noventa y seis: La trampa de la zorra "Narra Creta Paladios*Finalmente había llegado mi oportunidad. Sentada frente a las cámaras de vigilancia y mirando a la estúpida de Sofía Galanis desmayada en un rincón, dejé ver una amplia sonrisa llena de satisfacción.Tanto Apolo como el viejo Ezio estaban siendo muy protectores con esa tonta y la tenían vigilada las veinticuatro horas del día por más de tres guardaespaldas. Por eso no había podido abordarla, pero entonces me enteré de que viajaba a Atenas con Apolo y lo planeé todo. Esta era mi casa y aquí tenía el poder para hacer lo que me diera la gana. Ni siquiera el bueno de Apolo vio ver mi maniobra.Mi teléfono celular vibro y tomé la llamada sin perder de vista las cámaras.—El trabajo que me ha encomendado está hecho, señorita Paladios —me dijeron al otro lado de la línea—. Los del auto quedará como un accidente del motor y al paquete lo atrapamos sin que nadie nos viera. Hemos borrado todas las evidencias. —Excelente —con
Capítulo noventa y siete: Estás secuestrada "Narra Creta Paladios"Miré a la pordiosera embarazada de los pies a la cabeza y entrecerré los ojos.—Señorita Paladios, ya la dosis anterior está perdiendo su efecto —me informó el sujeto encargado de la vigilancia de Sofía—. ¿Quiere que vuelva a administrarle la droga?—No —ordené imperativa—. Quiero que la despiertes. El sujeto tomó un balde de agua helada y estaba a punto de tirarlo encima de la estúpida, pero entonces yo lo detuve de manera repentina.—¡Espere! —le tomé del brazo. Pensándolo bien, no podía dejar que Sofía me viera. Yo tenía que salir de esto lo más limpia posible para que posteriormente Apolo creyera en mi inocencia, puesto que era obvio que si buscaban culpables a mí me señalarían como la primera—. Hazlo cuando yo me haya marchado. Y no olvides nuestro trato, encárgate de ese engendro. Aquí tienes —saqué de mi bolsillo el paquete que había guardado—. El incentivo que te prometí. El resto lo pasaré por trasferencia.