Capítulo treinta y seis: Fiesta de lobos y serpientes "Narra Fabio Caruso*Apenas llegamos al salón de fiestas, pude ver a los socios con los que había quedado allí. Ninguna máscara podía ocultar el poder que ciertos hombres parecían exudar por sus poros. La fiesta tenía lugar en la planta baja de un antiguo palacio, con altas columnas y deslumbrantes lámparas de araña. Había una orquesta en el estrado elevado de un extremo, y suficiente oro por doquier como para hacer refulgir al mundo entero. Pero yo no estaba listo. No estaba preparado para entregar a Sabrina a aquella manada de lobos. Y no porque los temiera, sino porque yo era el peor de todos y aún no había acabado con ella. Ojalá aquellas semanas pasadas en la isla, felizmente aislados de todo aquello, hubieran durado mucho más. Llevé, sin embargo, a mi esposa a la pista de baile. La tomé en mis brazos, contemplé aquellos perfectos labios suyos que podía saborear cada vez que quisiera, y me dije a mí mismo que si estaba leve
Capítulo treinta y siete: Te está manipulando“Narra Sabrina Spencer”Me encerré en un cubículo de los elegantes baños de la casa, sentándome en la tapa del váter de porcelana sin intención alguna de usarlo. Y me quedé allí, donde nadie podía verme. Ni mirarme. Ni hacer desdeñosos comentarios sobre mi pelo. O sobre mi vestido. O sobre cualquier falta que me encontraran. ‘No es que te falte algo’, evoqué el ronco susurro de la voz de Fabio una noche en la que estábamos abrazados en la cama. ‘Es que tienes la mala suerte de tener un marido como el que tienes’. Aquello sonaba a verdad desagradable. Y una parte de mí quiso quedarse en aquel baño durante el resto de la velada, y al diablo con el feroz orgullo que me caracterizaba, porque estaba harta de suposiciones y señpalamientos. Sobre todo cuando yo siempre salía perdiendo. Quería seguir escondida allí, pero sabía que eso era imposible. Tenía que rehacerme, sonreír con dulzura, serenamente, mientras la gente me veía pasear acompa
Capítulo treinta y ocho: Te quiero“Narra Sabrina Spencer”Por un instante, no oí nada más. Era consciente de que las amigas de Nicole estaban cuchicheando entre ellas. El agua corría en algún lugar. Alguien abrió la puerta y volvió a sonar la música de la fiesta. Pero de lo único que yo era consciente era del desdén con que Nicole había pronunciado aquella última frase. «eres el animalito a sacrificar». Sonrió entonces, pero esa vez pude distinguir cierto brillo de compasión en su mirada. Y, peor aún: también un brillo triunfal. —Estoy segura de que todo esto te parece cruel —añadió con gran empaque—. Pero con el tiempo, cuando te hayas resignado a la realidad de tu posición, creo que te darás cuenta de que, en este momento, solo estoy intentando ser amable contigo. Sabía, más allá de toda duda, que estaba mintiendo. Actuando. Pero no me importó. Se giró en redondo, recogiéndose las faldas del vestido y llevándose a sus amigas, para dejarme sola. Por alguna razón, no me derrumbé
Capítulo treinta y nueve: Estás tan equivocado “Narra Fabio Carusso”La seguí. No tenía otro remedio. Sabrina había montado una escena al soltar aquella pequeña bomba, y, si yo la hubiera dejado marcharse sola, aquella gente habría pensado que había perdido el control sobre mi reciente matrimonio. Pero, si era sincero conmigo mismo, tenía que reconocer que me importaba muy poco lo que pudieran decir. Mucho más me importaba la bomba que había dejado caer ella, y que seguía explotando en mi corazón. Una y otra vez. No me permitía pensar en mi mano sobre su brazo. Ignoraba la automática respuesta de mi cuerpo a su aroma. O su firme y tersa piel bajo mi palma, que me hacía anhelar acariciarla por todas partes. No sentía. No podía sentir. Al margen de que ya había sentido demasiadas cosas ese día, cuando Sabrina me había dejado claro que ella, también, se sentía tan avergonzada de mí como yo mismo. 'Tú no quieres sentir', me susurró ásperamente mi voz interior. Era la verdad. Y yo habí
Capítulo cuarenta: No hace falta que finjas“Narra Sabrina Spencer”Una ruleta rusa, eso era él y me había puesto delante para que cada vuelta soltara una bala que impactara en mi. Había sido todo lo contrario a aquello que me había contenido para no ser: intempestiva, emocional y espiritual. Me dejé llevar por la pasión del momento, por la vehemencia de la maldit@ noche y aquella sensación de poder del principio, de sentirme envidiada y avistada con orgullo por todos, no fue más que una falsa ilusión, una mala construcción de mi mente que hizo que todo jugara en mi contra y aquella rueda de la mala fortuna giró, jugando en mi contra. Su silencio me humilló. Su huida me devastó y la certeza de mi error me acobardó. Me quedé sin saber que hacer. Se mermó mi fuerza, mi voz tan viva, mi manera de llevar las riendas de mi propia vida marital tan esquemáticamente estudiada y se agotaron las riquezas del arca de mi autoestima. Lo perdí todo en esa sola frase. Increíble como el valor
Capítulo cuarenta y uno: El amor es una mentira "Narra Fabio Caruso"Mi corazón estaba latiendo acelerado, con aquel retumbar terrible e insistente. Reconocí aquel latido. Me recordaba a cuando era un crío, cuando me escondía de los golpes de mi padre. Ahuyenté aquel recuerdo. Pero la furia que sentía no hizo sino aumentar. —¿Cómo puedes pensar que no me importas, Sabrina? —cuestioné.—Porque te alejas de mí cada vez que te digo que te quiero.—Una vez más, Sabrina, estás confundiendo el sexo y la pasión con otra cosa. Pero esa otra cosa no existe. No puede existir. Le brillaban los ojos y yo no quería comprender lo que veía en ellos, por lo muy cerca que estaba de empezar a flaquear. —Te amo, Fabio —dijo Sabrina—. No creo que eso sea algo que tú puedas despachar así sin más. —Piensas que me amas —mascullé. Tenía la sensación de que me estaba volviendo de piedra—. Pero yo sé que no es verdad. —¿Ah, no? —Todo es una mentira. El amor es una debilidad. Un cuento de hadas que la ge
Capítulo cuarenta y dos: Hagamos un juego "Narra Fabio Caruso*Me quedé paralizado, como si me hubiera convertido en una estatua más de las que adornaban aquel salón. En los ojos color cobre de Sabrina brillaba algo más que una invitación. En sus profundidades brillaba un conocimiento que yo me negaba a aceptar. —Me crié en un prostíbulo —me oí decir a mí mismo como si alguien me hubiera arrancado las palabras—. Traficaban con mentiras y veneno, en las cloacas más infectas. Y el amor no era para ellos más que una de las drogas que vendían, un estímulo que desaparecía antes del amanecer. Pude ver cómo asimilaba aquella información mientras esperaba la censura. El asco. Vi la emoción agitándose en su rostro como una tormenta, pero no se retrajo tal y como yo había esperado. En lugar de ello, me miró con una especie de comprensión que yo quise negar con todas mis fuerzas. —Podemos jugar al juego que quieras, Fabio —replicó mi esposa como si ella fuera quien poseyera años de experienc
Capítulo cuarenta y tres: La peor prisión "Narra Sabrina Spencer"Las mujeres fuertes aguantaban, las mujeres fuertes no lloraban. Eso fue lo que me dije a mí misma cuando me desperté aquella mañana en la casa y descubrí que estaba sola. Y sin Fabio allí para insistir en aquellas verdades que parecía odiar tanto, me mentí. Me dije a mí misma que habría salido un momento, nada más. Quizá para resolver algún negocio. O para hacer un poco de ejercicio. Pero, muy en el fondo, lo sabía. Se había marchado. Si el matrimonio era para siempre, y yo sabía bien que aquel no lo era, entonces no importaba cuánto tiempo permaneciera ausente Fabio. No tenía por qué salir en su persecución. Ya le había dicho todo lo que tenía que decirle. Lo único que tenía que hacer ahora era esperar. Las horas fueron pasando, más de un día azules y luminosos como siempre. Y me descubrí menos interesada en disfrutar del ocio que en buscarme alguna ocupación, ahora que no había nadie allí para llevarme la contr