Estacionado frente al estacionamiento de unas cabañas a las afueras de la ciudad, Carlos Alejandro intentaba disipar la marea de nervios que tenía estancados en forma de nudos en su estómago. Tomó el termo con café que se había llevado del apartamento de Cris y bebió un trago de aquel líquido caliente.Finalmente había llegado la hora de hablar con ella, de verla a los ojos y aclararlo todo. Se dirigió por un sendero de árboles inhalando el fresco aroma que brindaban los pinos que había alrededor, diferenció la cabaña a la que iba, por los sillones que habían en el pórtico y las plantas, justo como Briana las había descrito a Cristian.Bastó con un par de toquidos en la madera de la puerta, para que la chica acudiera a abrir, imaginándose que se trataba de Cris. ¡Vaya que se llevaría una gran sorpresa!— ¿Qué es lo que le ocurre a los mellizos? —indagó mientras abría, Carlos Alejandro inhaló profundo al escuchar su preocupación. — ¿Por qué demonios no me quisiste explicar por teléfon
Con grandes pasos, Carlos Alejandro y Briana llegaron al hospital, ninguno de los dos se dio cuenta el momento que se sujetaron de las manos, pero sus dedos iban entrelazados, hasta que llegaron a la recepción a pedir informes.Ella se soltó de su agarre, percibiendo que la mano de él estaba helada, se movió hacia un lado para tomar distancia, dio una breve mirada alzando su rostro, se dio cuenta que algunas gotas de sudor perlaban sobre su frente, estaba más blanco que un papel.—Nos avisaron que Cristian de la Vega se encuentra hospitalizado aquí —Carlos Alejandro habló con la voz más gruesa de lo normal.La chica que estaba detrás del mostrador, buscó en su ordenador para revisar los nombres de los pacientes ingresados.— ¿Es usted familiar? —indagó la joven, su fuerte y penetrante mirada la hizo pasar saliva con dificultad, sintiendo que se desestabilizaba ante su imponente presencia y la autoridad que marcaba.—Su familia vive fuera de la ciudad —pronunció con seriedad—, me haré
Usando un cubrebocas, Carlos Alejandro ingresó al cubículo en el que se encontraba Cris, su pecho dolió al observar ambas piernas enyesadas de su amigo, además de algunas raspaduras en sus brazos, y un collarín en su cuello, conforme más se acercaba, más angustia sentía al verlo en el estado que se encontraba. Su mirada recorrió aquel cubículo en el que ya estaba conectado a varios monitores, además de unas puntas que portaba en su nariz para ayudarlo a respirar.—Carlos Alejandro —pronunció Cris en un par de ocasiones, pausaba unos segundos y volvía a nombrarlo.—Aquí estoy —pronunció con su gruesa voz y sujetó con cuidado una de sus manos, para que se diera cuenta que estaba ahí.Cristian abrió con lentitud sus ojos y esbozó una escueta sonrisa.—Creo que llegó el momento de despedirnos, lo puedo sentir —habló de una manera pausada, una que jamás había escuchado en él Carlos Alejandro.—No digas eso —solicitó sintiendo que su garganta picaba al hacer un gran esfuerzo por contener el
— ¿Yo? —Rosa Lilia se llevó las manos al pecho y separó los labios en una gran O, fingiéndose sorprendida—, sería incapaz.Briana se mofó.—A ti te creo capaz de todo —contestó sin dejar de verla con desagrado—, eres tan patética; es una pena que a tu alrededor no se den cuenta de la clase de arpía que eres. —Dedicó una breve mirada a Carlos Alejandro—, pero por fortuna, ese no es mi problema. —Tomó asiento con toda la calma del mundo.Carlos Alejandro tomó distancia y presionó sus puños con fuerza al escuchar a Briana, se contuvo para no decir nada, no era el momento.—No voy a permitir que me hables así —Rosa Lilia gruñó rabiosa—, soy la prometida del señor Arango, tienes que respetarme. —Juntó sus labios con fuerza para no hablar de más.Briana elevó su mirada y ladeó los labios sonriente, se sentía bien verla arder de coraje, volvió a tomar su móvil y la ignoró.—Eres una bruja.— ¡Basta!, estás en un hospital, ¿acaso no te das cuenta que estás dando un espectáculo? —reclamó con d
El médico se aclaró la garganta para poder hablar, su morena piel, enmarcaba grandes ojeras alrededor de sus ojos, se le notaba agotado, pero además que aquella seriedad sepulcral, los hizo percibir un fuerte escalofrío.— ¿Sucedió algo? —cuestionó Carlos Alejandro con voz temblorosa, no podía con la zozobra.—No fue una cirugía sencilla —informó con seriedad.Briana sujetó el brazo de Carlos Alejandro al sentir un fuerte mareo ante las palabras del médico. Su cuerpo temblaba, ante su silencio.— ¿Cómo está? —preguntó percibiendo que le faltaba el aire.—Será mejor que tomemos asiento —Carlos Alejandro la ayudó a llegar al sillón.—Enfermera —el médico habló—, necesito que le tomen los signos vitales a la señorita.—En seguida doctor —pronunció la enfermera que pasaba por ahí.—No, no es necesario —respondió Briana—, lo que necesito es que termine de hablar y nos diga el estado de salud de nuestro amigo —solicitó con voz más firme.El hombre tomó asiento y los miró a ambos, emitiendo
Briana retrocedió un par de pasos tomando distancia del hombre al que abrazó, luego de escuchar el feroz rechinido de las llantas del vehículo de Carlos Alejandro, presionó sus labios con fuerza, al saber que se había ido seguramente furioso.Elevó un poco su rostro hacia el hombre que tenía frente a ella, no era tan alto como el señor Arango, pero se había sentido bien aquel abrazo, lo necesitaba ante todo lo que había ocurrido.—Lamento la efusión, me sentía abrumada después de estar tanto tiempo en el hospital —manifestó la joven buscando disculparse por su atrevimiento.—No te preocupes, tengo que confesar que aunque no me lo esperaba, me encantó que lo hicieras. —José Pablo nada más y nada menos que su jefe, ladeó los labios, sonriente. — ¿Te sientes mejor?—Sí, ahora lo estoy —pronunció volteando hacia donde apenas hace un par de minutos se estacionó Carlos Alejandro.—Hace un rato que me invitaste a tomar un café, no quise llegar con las manos vacías.. —Tomó de uno de los sillo
Presionó con fuerza sus puños al escucharla hablar, dirigió su fría mirada hacia ella. Recordó las palabras que Cristian le dijo: «Ten cuidado con ella, hay cosas que no sabes de Rosa Lilia, no confíes en esa mujer…, es importante que te enteres». Carlos Alejandro se acercó para escucharlo, pero fueron interrumpidos por el médico para ingresarlo a cirugía. Desde ese momento la duda lo carcomía, además que la desconfianza que le tenían sus hijos y Briana, lo tenían inquieto.—La decisión es toda tuya, no voy a ceder ante tu chantaje —expresó abriendo la puerta—. Eleonor —gritó con fuerza.—Sí, señor —la mujer subió tan rápido como pudo. — ¿Qué necesita? —preguntó preocupada, pues su tono de voz indicaba molestia.—Acompaña a Rosa Lilia a su habitación, quiero que le ayudes a recoger todas sus pertenencias y después le pidas a Joaquin que la lleve a su apartamento.Rosa abrió los ojos de par en par, no podía creer lo que sucedía, la estaba echando, por segunda vez, lo estaba haciendo,
Dos semanas después.—Espero que te sientas cómodo en casa —Carlos Alejandro pronunció.—Insisto que no era necesario, que me trajeras a tu casa —Cristian respondió y se acomodó en la mullida cama, con delicadas sábanas de seda. — ¿Y quién estaría pendiente de ti? —indagó su amigo.—Puedo contratar suficiente personal, para que me atiendan como rey. —Se llevó la mano a su cabeza ante la fuerte punzada que sentí—. Este dolor me va a volver loco. —Pausó un momento. — ¿Qué día es hoy? —indagó.—Es jueves —comentó por segunda vez, le había explicado el neurólogo que podría presentar dificultad de concentración, era normal. —Me recuerdas ¿Cómo te llamas? —Cristina lo miró a los ojos. Carlos Alejandro arrugó el ceño y se acercó a él, no pudo ocultar preocupación.— ¿No sabes quien soy?Cristian esbozó una retorcida sonrisa.—Bromeaba —mencionó—, me encanta ver tu rostro afligido, es señal que en verdad te importó.Presionó con fuerza su barbilla.—Vaya bribón que eres, estaba a punto de