—¡Dios mío! ¡Es… es hermoso! Ashley estaba estupefacta, era el ramo más grande y romántico que había visto. Se acercó y toco ligeramente las delicadas rosas y miro las palabras en el centro del oso. Te amo. Sus ojos se humedecieron. ¿Qué mujer no caería rendida con tal detalle? Miro al hombre qu
No sabía qué decir y por alguna razón, sentí los pinchazos de las lágrimas. Bajo lentamente sus manos y abrió la cremallera de mi falda tubo, dejándola caer al suelo. Luego, sin quitar sus ojos de los míos, abrió uno a uno las perlas de mi blusa de seda, cuando estuvo hecho, la saco por completo y
Capítulo 22A la mañana siguiente, Alexander despertó con una gran sonrisa en sus labios. Volvió la cara para mirar a la mujer que suponía que debía estar dormida, y sus bonitos ojos café lo miraron.—Buenos días — le sonrió y se irguió cubriendo su pecho con las sábanas de satén.—Buenos días — el
—¿Te gusta?Ella estaba perdida en la sensación de lo que sus dedos hacían dentro de ella. Alexander se detuvo y pregunto de nuevo.—Respóndeme. ¿Te gusta? Esposa.La palabra esposa de alguna manera acrecentó la excitación de Ashley.Gimió con fuerza y se negó a responder, él se inclinó y beso con p
Capítulo 23 Por la tarde viajaron a Cleveland para ver a Margaret, cuando llegaron, ella estaba jugando un partido de cartas con una de las enfermeras del hospital. Ashley estaba emocionada de ver a su madre de nuevo. Alexander la envió primero y luego fue a arreglar algunos asuntos, se reuniría co
Margarte acaricio las manos de su hija en un gesto tranquilizador. —¿Tienen sexo? La pregunta hizo que Ashley se volviera nerviosa. —Mama… —Ashley Rose, soy tu madre. Tomo una gran cantidad de aire y respondió. —Sí. Hemos… hemos hecho el amor. La madre siguió asintiendo sin decir una palabra.
Capítulo 24 Ashley. Los vestidos eran absolutamente impresionantes. Sophie, la elegante mujer encargada de nuestra cita en el Dolce Gabbana, nos sonrió mientras mostraba los estantes. —¡Wow! — fue todo lo que pude decir. Éramos los únicos clientes en la exclusiva tienda, que solo se abría con cit
—No podemos tener sexo aquí, Alexander — susurro, sabiendo en mi interior lo que está a punto de pasar. Me hace a un lado las bragas, pasando un dedo por encima de mi coño palpitante, y una sonrisa seductora adorna su cara. — Tu coño no piensa lo mismo. Ríe, mientras comienza a jugar conmigo. —O