CAPITULO 30

—Acabamos de empezar. —Me hizo girar y casi me arrancó la camiseta del cuerpo hasta que me quedé ante él totalmente desnuda, con los pechos pesados, los pezones tensos y el coño todavía muy mojado. No trató de ocultar que me miraba de arriba a abajo y que su atención se centraba en la unión entre mis piernas durante tanto tiempo que me sentí cohibida.

—Aunque esté oscuro aquí —dijo con voz gruesa y me miró— puedo ver esa dulce rajita, puedo ver tu brillante excitación cubriendo tus muslos. —Se inclinó unos centímetros y apoyó las manos en el mostrador a ambos lados de mí, encerrándome una vez más—. Y es gracias a mí. —Murmuró—. Eso le hace algo malo a un hombre, Galilea , algo primario y posesivo. —Cuando se inclinó para que nuestros labios estuvieran a un pelo de distancia, quise su beso, lo necesitaba—.

¿Sabes lo que le haría a cualquier hombre que te tocara o te mirara?

Asentí lentamente, sintiendo que mi pulso se aceleraba.

—Dilo. Di las palabras en voz alta para que puedas escuch
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