“¡Todos! ¡Denme unos cuantos minutos de su tiempo!”.

Dillon Lee se acercó y dio una palmada.

“Por favor, silencio”.

Los instructores ignoraron por completo a Dillon y siguieron mimando a los herederos ricos.

Algunos incluso hablaban de dar clases particulares a los herederos ricos en sus casas, mientras que otros prometían ser sus guardaespaldas.

La vista era vergonzosa.

Dillon dejó escapar una tos.

“Por favor, silencio. Déjenme que les presente a alguien...”.

“¡¿Cuál es el punto?!”.

La única persona que no estaba mimando a los ricos herederos era una mujer de rostro anguloso, completamente rodeada por más gente sentada en el centro.

Tenía una figura extremadamente esbelta, con un rostro tan hermoso como un cuadro, pero se le notaba claramente una expresión autoritaria que hacía difícil que la gente se le acercara.

Miró a Dillon con frialdad y exclamó: “¡¿Acaso no ves que aquí todos intentan acercarse a los estudiantes?!”.

“¡¿Por qué los interrumpes?!”.

“¡¿Acaso no te dije