“Es fácil encontrar una razón por la cual enervarte al punto de mandar al mismísimo carajo a todo el mundo. Es tan fácil enojarte cuando alguna cosa no te sale bien por más pequeña que esta sea. Es muy fácil estar encabronado por todo y todo es poco, pero no todo es la razón del enojo, no.
Una vida tranquila, un buen empleo, un hogar propio, una familia a la cual visitar cada domingo, ¿qué mas podría pedir? Nada. Y todo el conjunto mutó cuando él apareció en mi vida. Fue él quien dio vueltas mi mundo. Pensé que lo tenía todo y me equivoqué de la peor manera porque esa tranquilidad y comodidad de la cual gozaba no se compara en lo absoluto con lo que viví a su lado. Él se transformó en mi todo.
El tiempo no significaba nada estando a su lado, perdía completamente la noción de las hora
Aún le costaba asimilar todo lo que vivió en el último año de su vida. Aún le costaba digerir ciertos sucesos que experimentó en los últimos meses. Todo le resultaba nuevo y lo era.Desempeñarse como profesional fue el primer paso, fue el primer escalón que trepó de una larga escalera de trayectoria y, a medida que subía, absorbía conocimientos, adquiría experiencia, impregnándose de vivencias que jamás imaginó vivir. Sin embargo, con cada peldaño que escalaba, se acercaba cada un poco más al final y en ese último se encontraba la puerta hacia un mundo nuevo. Uno que tuvo la dicha y el honor de descubrir. Abrió la puerta, hallando al verdadero motivo que lo impulsó a querer superarse, a querer ser quién era hoy día. Ese motivo yacía a su lado: su escritor favorito de novelas románticas.Y le resul
Controlar los nervios, suprimir las ansias por querer dominar el burbujeo dentro del estómago —echó la culpa al té— y, sobre todo, poner un freno al aleteo de los latidos constantes de su corazón, le resultaba engorroso. Podría decirse que se encontraba hecho un manojo de sensaciones mezcladas, de sentimientos marañosos, de ideas alocadas que brotaban en su mente, de imaginarse posibles escenarios con distintos desenlaces y posibles finales trágicos. Sí, exageraba… como era habitúe.El viaje fue agradable a las vistas y, por supuesto, a la compañía. El destino fue Oviedo, cuidad en la cual nunca estuvo con anterioridad.Mientras Dominic se distrajo viendo puestos de a saber qué, aprovechó e indagó sobre hoteles cerca de la estación. No supo cómo lo hizo, pero al cabo de unos minutos hubo hecho las reservaciones en Eurostars Hotel
Se regocijó internamente al percibir la confusión en el rostro de su editor. No debiese de sentirse así, pero no lo podía evitar. Dejaría que la intuición tomase las riendas de las emociones. Era consciente de lo arriesgado que sería. Incluso sabía de lo que podría perder.—¿Cómo? No entiendo… —Le divertía el balbuceo de su editor—. Creí que… Aguarda, ¿te gusta alguien? ¿Un chico? Pero tú no sales mucho, ¿o sí? ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Esa persona sabe quién eres realmente? Sinceramente, creo que no debes de salir con nadie que no…—¿Por qué no podría salir con alguien? —cuestionó, ocultando el nerviosismo—. Ha pasado mucho tiempo y hoy día quiero estar con una persona.—Oh, supongo que sí —Un
La burbuja estalló, provocando que se separase de golpe de su editor. Centenares de improperios espetó mentalmente.—Oh, lo siento. Creo que interrumpí algo importante. De verdad lo lamento.—No importa —inquirió enervado, acomodándose en la butaca—. Supongo que estamos por llegar.—Sí, señor.Miró de soslayo a Dominic quién lucía realmente apocado. Escondió una pequeña sonrisa, ¿qué estuvo a punto de hacer? Posiblemente…—Dentro de una hora llegaremos a Madrid. Disculpe, ¿usted es William Norba?Ahogó un grito de frustración, deseando que todo fuese producto de una quimera. No lo era. Buscó a ciegas la mano de Dominic… Sin importarle nada, entrelazó los dedos a los del chico.—Sí, pero nadie tiene que saberlo —demandó neutro&mda
Sus dedos ágiles excoriaban las teclas del portátil y frunció el ceño mientras sentía la tibieza de algo deslizarse por sus mejillas. Restó relevancia al cúmulo de sensaciones que abrigó cada poro de su cuerpo y escribió esa última palabra de tres letras: «fin».Exhaló un sonoro suspiro, echando la cabeza hacia atrás, y se llevó ambas manos al rostro, retirando las finas cascadas que empañaron su rostro. Esbozó una pequeña sonrisa y aquel nudo en su pecho estalló en miles de sensaciones imposibles de describir.Concluir una historia lo ponía en un estado melancólico. Dar por finalizado el protagonismo de sus personajes lo transportaba a esa utopía que creaba y en la cual los visualizaba y quizás estuviese tan compenetrado con cada uno de ellos que dolía. Dolía despedirse de ellos, de saber que ya no
El lanzamiento de su novela fue un rotundo existo, lo cual no fue una novedad para él. La fama, la gloria, el dinero y el reconocimiento nunca tuvieron un gran significado, mucho menos relevancia. Aun así, debía de ser sincero (era que hubo dedicado cada minuto de su tiempo en escribir esa historia) y saber que esta se encontraba en manos de cientos de personas lo alegraba. Quizá por el hecho de ser una obra distinta, quizá porque se hubo encariñado en demasía con sus personajes o por la simple razón que amó escribirla. El sentimiento era completamente diferente a cómo se sentía cada que una de sus obras llegaba a las librerías. De hecho, extrañaba escribir sobre ciertos personajes.Se permitió perderse en los pensamientos, aprovechando la soledad de las cuatro paredes del living. Observó a Mávros dormir y esbozó una sonrisa. Quién le hubiese dicho que
Al momento de haber cruzado las puertas de Creative World Edition, los nervios nacieron, tomando el control de su cuerpo, provocando leves espasmos y originando que las manos le temblasen. Oyó los muchos consejos de sus editores que trataban de transmitirle seguridad y tranquilidad. No fue posible captar ninguna de aquellas palabras, mucho menos llevarlas a la práctica. Por más que Odette y Dominic repitiesen que estarían a su lado, no lograba apaciguar el nerviosismo en su sistema.Llegaron a la sala en la cual se llevaría a cabo la firma. Cruzó varías palabras —muy a su pesar— con Cristhian para luego ser guiado por sus editores hasta el centro de la estancia. Un cartel se extendía detrás de la mesa cuyo anuncio, por supuesto, se debía a la firma en sí y debajo su nombre, bueno, su seudónimo. Que todo el mundo conociese a la persona detrás de los libros no signifi
Retiró las mantas que cubrían su cuerpo. Por poco termina asfixiándose con ellas y se sintió pegajoso a causa del leve sudor y, ¡oh!, la calefacción encendida al máximo.Bufando improperios, se incorporó de la cama con la única intención de apagar el aparato que irradiaba un calor sofocante, lo hizo. Pese a ello, seguía sintiéndose incomodo y, después de meditarlo unos segundos, decidió darse una breve ducha.Su vida transmutó completamente para bien y para mal. Bien porque ahora tenía a su lado a una persona que lo complementaba a tal punto de sentirse un vil dependiente y mal porque ni siquiera podía dar un mero paseo tranquilo que las personas lo asaltaban con tal de obtener una pequeña atención del famoso novelista William Norba. Si bien regalaba sonrisas, firmaba copias de sus libros, permitía —esporádicamente&mdas