Es evidente que si le pido el favor, creerá que lo estoy usando y es justamente eso lo que pienso hacer. Así que, como no puedo mostrar mis intenciones por ahora, lo mejor que puedo hacer es que él lo desee hacer y para eso debo incitarlo. — ¿Qué has dicho? — No te juzgo por eso, son alfas despiadados que no todo alfa se atrevería a enfrentar. Así que, no necesitas preocuparte porque alguien se burle, después de todo, fue una sabia decisión negarte. — ¿Realmente es tu esposa? Porque según he escuchado, ella no es de las lobas que tolere la violencia. — dice Jim y no dudo que no crea que sea yo, después de todo, así era yo. Así pensaba hasta que ser amable y condescendiente con alguien casi les cuesta la vida a los míos. Ese error no puedo volverlo a cometer, por mucho que en el pasado haya pensado que la violencia no era la solución. — Las moscas se quieren meter en mi comida, así que, debo hacerme cargo antes de que defequen en mis alimentos. Creo que entiendes lo que quiero dec
El auto enciende y nos alejamos de una casa que nunca tuve la oportunidad de recorrer afuera, porque la mayoría del tiempo fue en cama sin poder despertar. Pero, afortunadamente, no me marcho como llegué: inconsciente. — Entonces, nos marchamos de aquí. — susurro sintiendo que es sorprendente haber estado en un lugar que no conocía y de cierta forma extrañaré. — Sigo creyendo que lo mejor es que te quedes con él mientras me hago cargo… — No quiero tener al bebé aquí, según el tiempo que duré inconsciente, el bebé podría nacer en cualquier momento, así que, lo mejor es que este en el territorio donde está la manada. — El hecho de que no nazca allá no quiere decir que no sea el heredero de mi puesto. — Aun así, prefiero estar en un lugar conocido y seguro para mí. — digo. Aunque allá he sido secuestrada, burlada y dañada por mi esposo, siento que los hombres lobos de la manada, aunque fueron obligados a hacerlo, me quieren y harán todo lo posible por protegerme de riesgos externos
Aunque no me agrada la idea, no digo algo al respecto, ya que, son cosas que ellos deben conocer mejor que yo, ya que, son alfas lideres de sus manadas que no tomarían decisiones tontas solo por molestarme. Por eso, me quedo en silencio mientras ellos hablan causando que yo entienda las palabras, pero, no la intención de como lo dicen, porque aunque usamos un mismo lenguaje, no logro comprender la forma en que planean atacar las manadas que se atreven a molestar a la manada luna dorada solo por tenerme. Así que, me quedo en silencio comprendiendo que no puedo opinar lo que no sé hacer. Por eso, apenas llegamos a la pista, me bajo con ayuda de los demás porque ellos están concentrados en todo tipo de detalles violentos. — ¿Estás bien, señora? — pregunta Marcus. — Sí, solo quiero descansar. Me siento agotada. — digo. — Las sillas son cómodas, por lo que, podrá dormir tanto como quiera. — dice Marcus ayudándome a subir al avión. Los hombres lobos que han estado atendiendo mi salud,
El viaje ocurre igual, Reymond no vuelve a aparecer aunque sus feromonas se mantienen tan pegadas a mí, que debo usar oxígeno para poder respirar sin sentir como mi cuerpo se calienta. Por fortuna, aunque el viaje fue muy largo para mí, llegamos al lugar del que fue llevada lejos para salvarme de un loco y ahora regreso por lo mismo. ‘¿Irónico? Quizás, pero, es mi lugar favorito, aunque he vivido en este muchas cosas dolorosas. Apenas aterrizamos, Reymond baja como si no me conociera, por lo que, son los hombres lobos de la manada, los que además de ayudarme a bajar, me tratan con cariño, aunque fui yo quien decidió dejarlos. — Ha llegado a su hogar. — dice Carolina y yo la abrazo sintiendo que la extrañaba mucho. — Siento que ha pasado un siglo desde que volví aquí. — susurro — Pasó por mucho, señora. Me alegra que siga completa y feliz por estar aquí. — Como lo has dicho, estoy en mi hogar. ‘Realmente me encuentro en mi hogar.’ Me digo mentalmente. — No hablemos de las cosa
Miro a mi alrededor intentando encontrar algo característico que me diga que Reymond ha pedido este tipo de decoración. Pero nada de lo que aquí se encuentra está relacionado Asus gustos. — Debes estar bromeando. — Digo de inmediato incrédula sobre lo que me dijo Carolina. — Es en serio. El señor Jay nos dijo que el señor Perasi había ordenado plantar muchos rosales alrededor de la casa y cambiar la decoración justo como usted le gusta. Incluso realizaron una encuesta para saber qué era lo más romántico. >> Ya que, como usted sabe perfectamente, el señor no tiene experiencia en eso y no quería cometer algún error al momento de organizar todo para que usted se sintiera feliz en su hogar. Dígame, señora Perasi, ¿se siente feliz por como quedó todo? — Sin duda me siento muy feliz. — Digo aturdida por lo que acaba de confesarme Carolina. Desde que me desperté he tenido todo tipo de sorpresas por parte de Reymond, pero, esto supera cualquier expectativa que incluso tenía en el pasado
No comprendo que es lo que sucede, ni mucho menos, todo lo que tiene que experimentar él para llegar a este punto de desespero y quizás, sabiendo lo fuerte que es, puedo comprender que si esta así, es porque algo grande está sucediendo.Porque solamente mi deseo de parir al bebé no justifica que él se vea así de desesperado como se ve. Así que, algo está sucediendo y debe estar relacionado con mi muerte y su negativa a dejarme ir.— Reymond…— ¡No! ¡No quiero escucharte decir que es tu destino!— No quiero morir, Reymond y no necesitas decir que no te he perdonado, porque ya he dejado atrás todo enojo contigo, no podría estar enojado con todos los cuidados que me has demostrado desde que estaba en coma. — Elise… — dice Reymond apartándose un poco de mí para poder verme.Yo le sonrío, Reymond tiene el poder de hacerme enojar y a veces querer golpearlo, pero, es el hombre que si me ha cumplido, a su manera, pero, lo ha hecho. Él tuvo muchas razones para dejarme sola, pudo hacerlo, desp
Reymond camina de un lado al otro, él libera tantas feromonas, que no hay manera de que los cocodrilos salgan del agua, al percibir a un contrincante tan fuerte. Pero, yo no puedo esconderme, porque ni siquiera soy capaz de moverme. El dolor es intenso, al punto que amenaza con acabar con mi vida antes de intentar pujar. Respiro profundo, mientras Reymond llora con sus manos temblando tanto que no es posible intervenir y calmarlo, porque en ese estado es un peligro. Uno no sabe cómo calmarlo, porque su angustia podría hacerlo golpear a cualquier hombre lobo que se le acerque. Así que, los hombres lobos que se acercan, no lo tocan o dicen algo, si no que, corren a auxiliarme, porque aunque me aferro a las barandas del puente, siento que voy a caerme en cualquier momento. — ¡Todo estará bien! ¡Conoceremos a nuestro bebé y…! — dice Reymond deteniendo su frase cuando ve como los lobos me ayudan a sentarme y rápidamente corren conmigo sin dejar que la silla de ruedas toque el suelo. El
Reymond, el hombre que no duda en ningún momento en hacer algo y siempre se muestra serio y firme, en estos momentos es lo contrario a todo lo que le define, porque a medida que le dicen que no hay tiempo, dice que tengamos el parto natural.Pero, seguramente cuando recuerda lo que significa, se contradice aumentando todo el pánico que experimenta ante la idea de perderme. Entonces, cada acto de posesividad que he visto en él, en estos momentos la veo como la única forma de mostrar cuán importante soy para Reymond.No sabe cómo hacerlo de una forma sana y es esa forma oscura lo que hace que tema por el mundo que voy a dejar una vez que muera, del que estoy seguro de que será capaz de incinerar por yo no encontrarme en este.— No estás listo para dejarme. — susurro sabiendo que hará una vez que muera.— ¡Claro que no estoy listo, Elise! ¡Fueron siglos deseándote y años buscándonos! ¡¿Qué te hace pensar que unos cuantos meses me darán lo que tanto desee contigo y me prepararán para tu a