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Capítulo6 El orgullo de ella
—Yo nunca bromeo—dijo con una sonrisa orgullosa. Estaba claro que se sentía muy segura de sí misma.

Si no se hubiera divorciado de Julio, probablemente seguiría viviendo su jubilación y no habría tenido la oportunidad de salvar a Lucía. Tal vez fuera el destino el que le decía que Lucía merecía vivir.

Tras una breve conversación sobre el estado de Lucía, ella y Julio salieron de la habitación. Sólo entonces desaparecieron las sonrisas de sus rostros y volvieron sus expresiones solemnes.

—Deberían haberla operado antes.

—Lo sé—admitió, asintiendo—, pero acabo de enterarme.

—No soy la única en este país que puede realizar esta operación.

Sofía le miró fijamente, incapaz de comprender por qué Julio insistía en que fuera ella quien realizara la operación.

—Sí, otros también pueden hacerlo—replicó Julio. Guardó silencio un momento antes de continuar. —Pero no me atrevo a correr el riesgo.

La reputación de Sofía como neurocirujana de renombre internacional no tenía rival; por eso, Julio prefería esperar a encontrar a Sofía antes de dejar que Lucía corriera el menor riesgo.

Sofía comprendió lo que quería decir, y su corazón se hundió un poco. Por su amante, Julio estaba dispuesto a agotar todos los medios posibles.

En medio de toda su consideración por Lucía, ¿había pensado alguna vez en su mujer, a la que nunca había conocido? Mejor dicho, ¿pensó alguna vez en su ex mujer?

Estaba enfadada, pero no porque le gustara Julio. Simplemente, su orgullo no podía soportarlo.

Sofía siempre había sido una persona dura y testaruda. Siempre se esforzó por ser la mejor y nunca se ofendió por ningún insulto. Sin embargo, casarse con Julio fue la primera vez que se sintió humillada.

Una cosa era que a Julio no le gustara y otra que no la viese en todo el matrimonio. A pesar de su firmeza e independencia, no podía aceptarlo. Todo habría ido bien tras el divorcio si no hubieran traspasado los límites del otro. Sin embargo, Julio vino a buscarla por el bien de la vida de su querida. Habría sido extraño que a ella le pareciera bien. Sin embargo, ella no era alguien que pudiera ignorar las súplicas de ayuda de un paciente, lo que la agraviaba enormemente.

—No se alegre demasiado pronto, señor César. Aunque prometí salvar a la señorita Márquez, hay varias condiciones.

Tenía que hacérselas pagar o saldría perdiendo.

— Dímelas.

Al contrario, Julio temía que ella no pusiera condiciones. Las cosas serían mucho más fáciles si ella pusiera condiciones.

Tras pensárselo un momento, Sofía contestó.

—Estoy pensando en construir un laboratorio, y necesito fondos y material.

—No hay problema, todo lo proporcionará el Grupo César—contestó.

—El Hospital de Guadalajara carece de los equipos quirúrgicos más modernos—añadió.

—El Grupo César se encargará de proporcionarlo.

Lo habría hecho aunque Sofía nunca lo hubiera mencionado. Al fin y al cabo, no permitiría que Lucía corriera ningún riesgo.

El modo en que aceptó sus condiciones con tanta facilidad hizo que Sofía se sintiera extraña. No podía discernir qué emoción le aguijoneaba el corazón, pero no se sentía bien.

—Señor César, usted está dispuesto a hacer cualquier cosa por la señorita Márquez. ¿Verdad?

—Sí, porque ella es muy importante para mí—respondió él, asintiendo sin vacilar. ¿Cómo podía carecer de importancia la persona que le había confiado su salvador antes de morir?

Resultó que no era tan despiadado como decían los rumores. Sólo era cruel cuando se trataba de Sofía.

Decidió no preocuparse por ello. Después de todo, se habían divorciado y la operación sería su última interacción.

—¿Es así? Ya que es así, ¿por qué no donas un edificio? Al hospital le falta un edificio de hospitalización.

El Hospital de Guadalajara estaba empobrecido; tenían un número limitado de camas y muchos pacientes no podían ser hospitalizados. Pedirle a Julio que donara un edificio beneficiaría a los médicos y pacientes de Guadalajara.

El rostro de Julio se ensombreció de inmediato. Apretando los dientes, respondió molesto.

—Doctor López, a usted le importa de verdad su hospital, ¿verdad?

Sólo el fondo para equipamiento le costaría millones. Ahora se esperaba que donara un edificio entero, lo que le costaría otros cuantos millones.

Aunque Julio estaba claramente descontento, a Sofía no podía importarle menos.

—Como no pareces muy entusiasmado, no te obligaré. Sin embargo, señorita Márquez...

—¡Donaré un edificio!—se obligó a decir. Supuso que ella sabía que él aceptaría cualquier condición.

Sofía estaba segura de que aceptaría. Al fin y al cabo, ninguna cantidad de dinero valía más que su amada.

—¿Tiene alguna otra condición, doctor López? Dígamelas ahora mismo.

Con aire imponente, la miró fijamente, con expresión lívida. Era como si fuera a estrangularla si le nombraba otra dolencia.

Sofía sabía que estaba poniendo a prueba sus límites. Además, habría accedido a realizar la operación aunque Julio se negara a acceder a su petición. De ahí que estuviera encantada con el resultado.

Meneando la cabeza, dijo. —Ya está.

—Y la operación...

—La operación empezará cuando dones el equipo al Hospital de Guadalajara—contestó ella.

—El equipo llegará aquí mañana por la mañana—contestó él. Mirándola seriamente, le dijo. —Dejo la vida de Lucía en sus manos, doctor López

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