En cuanto aquellas palabras salieron de la boca de Julio, Fabián se puso rígido, mientras la expresión del viejo señor César se tornaba solemne. —¿Qué quieres decir, Julio? ¿Te ha hecho algo?El viejo señor César se había prometido perdonar todas las tonterías que su hijo había hecho en el pasado, siempre y cuando nunca hiciera daño a Julio, pero ahora...—No digas tonterías, Julio César. ¿Cuándo he intentado matarte? Conociendo la personalidad de su padre, Fabián se obligó a mantenerse firme.Julio se burló y levantó varios documentos de prueba. —Sobornaste a ese terapeuta, ¿verdad?Un escalofrío recorrió la espalda de Fabián. Lo había olvidado por completo.Cuando encontró al terapeuta, le sobornó para que no ayudara a Julio en su enfermedad. De hecho, le dijo que le animara a empeorar. También prometió un montón de dinero si el terapeuta convencía a Julio de suicidarse.No parecía haber muchos resultados después. Fabián incluso se había preguntado si aquel terapeuta había fracasad
Fuera de la mansión, Fabián siguió en silencio a Julio, abatido—¿Ya estás contenta?—preguntó, sin fuerzas para enfadarse. No tenía sentido. A Julio no le afectaría de ningún modoJulio se detuvo y le miró. —¿Me estás culpando por haberme dado cuenta de tus crímenes? Hasta las fieras cuidan de sus crías. ¿En qué te convierte eso a ti?La expresión de Fabián se endureció momentáneamente. —Nunca pretendí que te pasara nada. Sólo quería establecer un camino seguro para el futuro de tu hermano.—¿Hermano? Yo no tengo hermano —se burló Julio. Era el único hijo de su madre. Ella nunca tuvo más hijos después.—Niégalo todo lo que quieras, Valerio es tu hermano —Insistió Fabián, ignorando la negación de su hijo.—Si yo fuera tú, me aseguraría de que tanto tú como tu hijo se alejararan de esta familia. ¿De verdad crees que no les pondré las manos encima a los dos? ¿Crees que soy tan amable?—Tú...—Te lo advierto ahora. Una vez que las cosas se arreglen por mi parte me aseguraré de que ambos
Julio entendió lo que quería decir, así que no la rebatió. —Tienes razón. Es mejor que Jaime aprenda a querer de verdad a alguien.De lo contrario, su relación podría no superar todos los retos que surgieran una vez que las cosas se pusieran serias.Francamente, Julio era bastante parecido a Jaime en cuanto al romance. Sólo que no era tan prepotente... nunca había soñado con enjaularla a su lado. En vez de eso, Julio intentaría conquistarla a través de sus acciones.La cena no tardó en estar lista para las tres personas.—Vamos a volver a DF mañana, ¿verdad?— Bruno preguntó, sólo para asegurarse.Sofía asintió. —Inmediatamente después de sacar a María sí.Aunque Bruno estuviera allí en persona para apoyar el plan, Sofía no quería arriesgarse a perder el tiempo. Era más seguro marcharse cuanto antes.Bruno asintió. No le preocupaba ese tal Jaime Wagner, sobre todo cuando su territorio se limitaba a Guadalajara. Las cosas serían diferentes si el hombre estuviera situado en DF. Después
María se estremeció lo más mínimo al oír el nombre de Sofía.—¿De verdad? ¿Cuándo volvió? Nunca me lo dijo.—Ahora es una de las diez élites de DF—se burló Jaime, extasiado de que puede que María no vuelva a ver a Sofía: —Puede que se haya olvidado de ti.María tarareó en voz baja, aunque en el fondo de su corazón sabía que Sofía nunca haría eso.Jaime la abrazó. —No te preocupes. A diferencia de ella, yo nunca te abandonaría.—¿En serio?— preguntó María.Jaime no contestó, prefiriendo responder con sus acciones.A la mañana siguiente, la luz del sol se filtró en la habitación y dio vida al revoltijo de sábanas y miembros sobre la cama. María abrió los ojos. El espacio de la cama donde había estado Jaime ya estaba frío. Debía de haberse ido a trabajar.Se levantó, se duchó, se maquilló y empezó a recoger sus cosas.Realmente no sabía que Sofía había regresado a Guadalajara. Pero en cuanto lo supo, supo que había llegado el momento de marcharse.María recorrió el espacio con la mirada,
Tras unos largos segundos, justo antes de que María volviera a decir algo, Jaime dijo: —Haré que algunos de mis hombres les custodien. No es seguro que las mujeres salgan a la calle.—Jaime...—Sólo estarán ahí para protegerte, nada más.Evidentemente. María no se lo creía. —Protegerla — era otra forma de espiarla.María estaba a punto de negarse cuando Sofía le hizo una sutil señal. María suspiró: —Vale, de acuerdo.Tras colgar la llamada, Sofía y María abandonaron el chalet en carro con los hombres de Jaime siguiéndolas.En el carro, María preguntó: —¿Mamá y papá están...?—Están a salvo. Ya han llegado a DF. Estoy aquí sólo para ti.Al oír esto, María por fin se relajó. Lo único que le importaba era la seguridad de sus padres. Miró los carros que había detrás de ella, adivinando que un buen puñado de hombres de Jaime podrían estar vigilándoles: —¿Seguro que podremos irnos? Siempre puedo...—No te preocupes. Hoy sólo estoy aquí porque sé que lo conseguiremos —le aseguró Sofía—.
Fue tanta la presión que el bolígrafo que Jaime tenía en la mano se quebró por la mitad, inmediatamente llamó a sus guardaespaldas.—¿Dónde está? —preguntó, con la sien palpitando a mil de furia.—La Srta. Rodríguez está en el baño con la Srta. López, señor—respondió el guardaespaldas, ajeno a lo que estaba ocurriendo.A Jaime lo encegueció aún más la ira al suponer lo que ya había ocurrido.—¿Cuánto tiempo ha pasado? — indagó con insistencia.El corazón del guarda se desplomó al caer en cuenta del motivo de la prolongada tardanza.—Han pasado al menos diez minutos, señor.—¡Ve a buscarla, pedazo de mierda! — rugió Jaime, y luego salió furioso de su escritorio y se dirigió a la puerta.—Fíjense en todos los autobuses que van al aeropuerto—ordenó a sus hombres—Si alguno de ustedes deja escapar a María, haré de sus vidas un completo cagadero.Ya había adivinado que Sofía tenía un plan oculto para ir con María.Mientras tanto, las dos mujeres seguían en la carretera.Sofía no d
El tono de Jaime reflejaba una absurda confianza, convencido de que María quería quedarse por voluntad propia y que su marcha se debía únicamente a la intromisión de Sofía. Pero Sofía no pensaba lo mismo.—María, ¿aún después de todo quieres quedarte con él? —preguntó.María miró a Sofía, luego a Jaime y suspiró: —No.Sofía sonrió triunfante mientras Jaime montaba en cólera.—¡Mejor Piénsatelo dos veces antes de responder a esa pregunta, María Rodríguez! ¿Por qué no iba a querer quedarse? ¿No lo han pasado tan bien juntos? Él pensaba que ella había renunciado por completo a dejarle.—Tengo mis propias razones, Jaime. Ya no quiero estar más a tu lado, Jaime. Soy una persona, no un objeto para que me manipules. Yo se misma lo que quiero y no quiero en la vida.Por mucho que le gustara Jaime, no iba a quedarse con él, no cuando la trataba de esa manera. Las manos de Jaime se cerraron en puños.—Muy bien... ¡que así sea entonces a lo maldita sea!—¿Bien qué? María no quiere quedar
Aunque Jaime estaba sumamente enfadado, también se sentía algo consternado por lo que María dijera a continuación. La mujer lo miró un momento antes de suspirar.—No puedo cambiar lo que decidas, y así sea—Jaime casi se abalanzó sobre ella.—¡De acuerdo entonces! —se quejó, sabiendo muy bien que ya no podría mantener más a María a su lado.Con cizaña, acoto: —¿De verdad crees que puedes vivir tu vida tranquila en el DF? Te lo dije una vez y te lo repito: encontraré siempre la manera de traerte de vuelta a mi lado, María Rodríguez, huyas adonde huyas.María frunció el ceño de impotencia. —Jaime...—¡Fuera de mi vista! —gritó. El círculo de hombres que los rodeaba se rompió, dejando vía libre para subir nuevamente a la avioneta.Sofía y María se sorprendieron, pero tras un momento de espera, Sofía tiró del brazo de su amiga y se dirigieron a abordar la avioneta. —Vámonos ya.Una vez a bordo, Bruno ordenó al piloto que despegara, no sin antes echar una larga mirada a Jaime Sánch