María se estremeció lo más mínimo al oír el nombre de Sofía.—¿De verdad? ¿Cuándo volvió? Nunca me lo dijo.—Ahora es una de las diez élites de DF—se burló Jaime, extasiado de que puede que María no vuelva a ver a Sofía: —Puede que se haya olvidado de ti.María tarareó en voz baja, aunque en el fondo de su corazón sabía que Sofía nunca haría eso.Jaime la abrazó. —No te preocupes. A diferencia de ella, yo nunca te abandonaría.—¿En serio?— preguntó María.Jaime no contestó, prefiriendo responder con sus acciones.A la mañana siguiente, la luz del sol se filtró en la habitación y dio vida al revoltijo de sábanas y miembros sobre la cama. María abrió los ojos. El espacio de la cama donde había estado Jaime ya estaba frío. Debía de haberse ido a trabajar.Se levantó, se duchó, se maquilló y empezó a recoger sus cosas.Realmente no sabía que Sofía había regresado a Guadalajara. Pero en cuanto lo supo, supo que había llegado el momento de marcharse.María recorrió el espacio con la mirada,
Tras unos largos segundos, justo antes de que María volviera a decir algo, Jaime dijo: —Haré que algunos de mis hombres les custodien. No es seguro que las mujeres salgan a la calle.—Jaime...—Sólo estarán ahí para protegerte, nada más.Evidentemente. María no se lo creía. —Protegerla — era otra forma de espiarla.María estaba a punto de negarse cuando Sofía le hizo una sutil señal. María suspiró: —Vale, de acuerdo.Tras colgar la llamada, Sofía y María abandonaron el chalet en carro con los hombres de Jaime siguiéndolas.En el carro, María preguntó: —¿Mamá y papá están...?—Están a salvo. Ya han llegado a DF. Estoy aquí sólo para ti.Al oír esto, María por fin se relajó. Lo único que le importaba era la seguridad de sus padres. Miró los carros que había detrás de ella, adivinando que un buen puñado de hombres de Jaime podrían estar vigilándoles: —¿Seguro que podremos irnos? Siempre puedo...—No te preocupes. Hoy sólo estoy aquí porque sé que lo conseguiremos —le aseguró Sofía—.
Fue tanta la presión que el bolígrafo que Jaime tenía en la mano se quebró por la mitad, inmediatamente llamó a sus guardaespaldas.—¿Dónde está? —preguntó, con la sien palpitando a mil de furia.—La Srta. Rodríguez está en el baño con la Srta. López, señor—respondió el guardaespaldas, ajeno a lo que estaba ocurriendo.A Jaime lo encegueció aún más la ira al suponer lo que ya había ocurrido.—¿Cuánto tiempo ha pasado? — indagó con insistencia.El corazón del guarda se desplomó al caer en cuenta del motivo de la prolongada tardanza.—Han pasado al menos diez minutos, señor.—¡Ve a buscarla, pedazo de mierda! — rugió Jaime, y luego salió furioso de su escritorio y se dirigió a la puerta.—Fíjense en todos los autobuses que van al aeropuerto—ordenó a sus hombres—Si alguno de ustedes deja escapar a María, haré de sus vidas un completo cagadero.Ya había adivinado que Sofía tenía un plan oculto para ir con María.Mientras tanto, las dos mujeres seguían en la carretera.Sofía no d
El tono de Jaime reflejaba una absurda confianza, convencido de que María quería quedarse por voluntad propia y que su marcha se debía únicamente a la intromisión de Sofía. Pero Sofía no pensaba lo mismo.—María, ¿aún después de todo quieres quedarte con él? —preguntó.María miró a Sofía, luego a Jaime y suspiró: —No.Sofía sonrió triunfante mientras Jaime montaba en cólera.—¡Mejor Piénsatelo dos veces antes de responder a esa pregunta, María Rodríguez! ¿Por qué no iba a querer quedarse? ¿No lo han pasado tan bien juntos? Él pensaba que ella había renunciado por completo a dejarle.—Tengo mis propias razones, Jaime. Ya no quiero estar más a tu lado, Jaime. Soy una persona, no un objeto para que me manipules. Yo se misma lo que quiero y no quiero en la vida.Por mucho que le gustara Jaime, no iba a quedarse con él, no cuando la trataba de esa manera. Las manos de Jaime se cerraron en puños.—Muy bien... ¡que así sea entonces a lo maldita sea!—¿Bien qué? María no quiere quedar
Aunque Jaime estaba sumamente enfadado, también se sentía algo consternado por lo que María dijera a continuación. La mujer lo miró un momento antes de suspirar.—No puedo cambiar lo que decidas, y así sea—Jaime casi se abalanzó sobre ella.—¡De acuerdo entonces! —se quejó, sabiendo muy bien que ya no podría mantener más a María a su lado.Con cizaña, acoto: —¿De verdad crees que puedes vivir tu vida tranquila en el DF? Te lo dije una vez y te lo repito: encontraré siempre la manera de traerte de vuelta a mi lado, María Rodríguez, huyas adonde huyas.María frunció el ceño de impotencia. —Jaime...—¡Fuera de mi vista! —gritó. El círculo de hombres que los rodeaba se rompió, dejando vía libre para subir nuevamente a la avioneta.Sofía y María se sorprendieron, pero tras un momento de espera, Sofía tiró del brazo de su amiga y se dirigieron a abordar la avioneta. —Vámonos ya.Una vez a bordo, Bruno ordenó al piloto que despegara, no sin antes echar una larga mirada a Jaime Sánch
Julio se detuvo ante tal pregunta. Después de pensárselo un momento, dijo: —¿Qué sentido tiene tener miedo? No puedo detenerla en su camino. Lo único que puedo hacer es darle todo de mí y esperar que ella siga su ritmo/Sabía lo mucho que tenía que conseguir para estar a la altura de Sofía. El Grupo César tardaría meses, como mínimo, en igualar a los López. Rendirse ahora solo significaría alejarse cada vez más de ella.—Al parecer la amas de verdad—resopló Jaime. ¿Realmente pensaba eso, o era su forma de burlarse de Julio? Julio asintió.—¿Y tú? ¿Acaso no amas a María? La sonrisa de Jaime desapareció al instante. Parecía odiar esa pregunta...—¿Amor? ¿Cómo podría amar a una mujer tan despiadada como ella? Nunca la amare ni en esta vida ni en la siguiente—respondió con frialdad.Julio negó con la cabeza. A Jaime le importaba más su ego que así mismo.—Como tú quieras que sea. Mientras no te arrepientas de lo que has hecho, estará bien—dijo Julio, comprendiendo que Jaime jamás cam
Sofía suspiró aliviada al ver que su amiga seguía tranquila, pues le preocupaba mucho que María insistiera en seguir al lado de Jaime.A pesar de su amiga ser tratada como una simple mascota, no podía detener a María en ese momento.Sofía no sería diferente de Jaime si también forzara a su amiga. Era una suerte para María que aún conservara la cordura.Pronto aterrizaron en el DF. Las dos mujeres acababan de salir del aeropuerto cuando Raúl Rodríguez y su esposa se apresuraron a saludar a su hija.—¡María, María! —gritaban.Con lágrimas en los ojos, María se lanzó a sus brazos.—¡Mamá! ¡Papá!Sofía se sintió muy bien al ver a la familia reunida. Se volvió hacia Bruno y le agradeció toda su ayuda.—Soy tu padre, Sofía. No necesitas de tal cortesía.A Bruno no le gustó que su actitud pareciera poner distancia entre ellos.Sofía sonrió, pero no dijo nada.Padre o no, él no estaba obligado a ayudarla en nada, así que ella estaba realmente agradecida de que lo hubiera hecho.—¿Padre, por qu
Sofía se alegró por María y la animó: —Entonces, hazlo lo mejor que puedas. Ya veremos al rato cómo nos va.Charlaron tranquilamente un rato antes de que la madre de María las llamara para salir a comer. Sofía se unió a ellos y luego se dirigió a la oficina.Al llegar al edificio, notó que había muchos más empleados que antes, lo que indicaba que la compañía estaba implementando nuevos sistemas de gestión, los cuales se alegraba mucho de notar.Valerio y Yolanda formaban un muy buen dúo, mucho más eficaz que ella sola. —¡Yolanda! —llamó Sofía al tocar la puerta—Qué bueno verte de vuelta.Yolanda sonrió y se sentó con ella en el salón. Sofía le agradeció el apoyo durante su ausencia.—Me acuerdo de que alguien dijo que ustedes dos no tenía lo que se necesita para dirigir una empresa tan grande como esta. Me pregunto dónde estarán ahora esas lenguas cizañeras.—No fui yo—se encogió de hombros Yolanda—Todo el crédito le corresponde a Valerio. En realidad, yo sigo a cargo nada más