Al día siguiente, en el hospital, Sofía recibió una llamada de Francisco justo después de finalizar una intervención quirúrgica. —Te están investigando—le dijo—. Y esa gente es muy buena. No puedes ocultar tu ubicación en el país durante mucho más tiempo. Sofía estaba intrigada. —No pasa nada, Francisco. ¿Y qué si me descubren? No hay nada que ocultar. —Creía que no querías que Julio descubriera quién eres en realidad—dijo Francisco en tono juguetón. Sofía sonrió con indiferencia. —En realidad no me importa que lo haga. Y si no pregunta, no sacaré el tema. Por las palabras de Francisco, sospechaba que era Julio quien la estaba investigando. Era muy posible. —¿Estás ocupada últimamente? Parece que tienes que operar todos los días—dijo Francisco. Como últimamente no ha estado en el país, no estaba al día con Sofía. —Sí, pero está bien. Me impide pensar demasiado y me ayuda a distraerme. Hablaron un rato más antes de despedirse. Sofía se disponía a continuar con su traba
Se miraron el uno al otro durante un rato. Sofía vio un destello de odio en sus ojos. Estaba segura de que no había hecho nada contra él, y mucho menos nada que pudiera provocar su ira. ¿Cuál era el origen de su rabia? ¿Era Julio? En un instante, pareció comprender algo. —A mí tampoco me interesa Julio—respondió ella—. No sé qué rencor se guardan el uno al otro, pero yo no quiero saber nada. —No le demos más importancia. Estás pensando demasiado. Es sólo que me gustas—Dante volvió a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos. Su conducta alegre no se parecía en nada a la de alguien que querría matar a su propio padre. —Bueno, me temo que tengo que rechazar tu amabilidad—dijo. Dante no estaba enfadado. Se levantó, sonriendo. —No pasa nada. Aún hay tiempo. Creo que algún día conseguiré gustarte. Tras decir esto, salió del despacho antes de que Sofía pudiera replicar. Sofía se quedó sin habla. Vaya día. Tenía otra cirugía programada para esa tarde. Justo cuando se disp
Sofía pensó que la mujer que tenía delante era demasiado extraña. Su hijo estaba completamente bien, pero ella insistía en operarle. Era extraña en todos los sentidos. En ese momento, una mano pequeña y cálida haló de ella. Sofía giró para ver que era el adolescente que estaba en la cama. Preguntó con cariño: —¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? —No quiero operarme—dijo en voz baja, como si temiera que su madre lo oyera. Los ojos de Sofía se oscurecieron al escuchar eso. Había algo más en juego, pero su teléfono sonó antes de que pudiera decir nada más. Era una llamada del quirófano para recordarla que tenía una operación. Al instante sintió que le dolía la cabeza. —Por favor, vaya a operar a la otra paciente, doctora López. Yo me encargo de esto—dijo el médico. Sofía miró a la familia del paciente, que se agolpaba en torno a la puerta, y a Fernando Lorenzo, que estaba en la cama. — No te preocupes. No hace falta operarte—le aseguró. —Sólo escucha a este médico y te va a cur
Al ver que Julio estaba furioso, Dante no se atrevió a provocarlo más. No era rival para Julio, pero no iba a dejarlo pasar así como así. Quería aprovechar la oportunidad para humillarlo.Él no estaba a la altura de Julio, pero era de los Fernández. Podría ser una pelea justa entre ambas familias.—¿A qué has venido?—Julio se quedó mirando las rosas rojas que tenía en las manos. Las rosas eran tan rojas y tenían un color tan brillante que le hicieron doler los ojos.Dante se encogió de hombros. Miró hacia el quirófano. —Persigo a la mujer de mis sueños, por supuesto. ¿que crees?¿La mujer de sus sueños? En una sola noche, la doctora López se había convertido para él en la mujer de sus sueños. —Te he advertido que te mantengas alejado de ella—Julio dijo con tono iracundo. Si no fuera por la gente que los rodeaba, le habría dado un puñetazo en la cara a Dante. Dante puso los ojos en blanco y se quejó: —¿No está siendo demasiado controlador, señor César? ¿Tiene alguna relación
—¿Qué ha pasado?Una fuerte sensación de inquietud invadió a Sofía. Los latidos de su corazón no pudieron evitar acelerarse. —Algo le ha pasado al chico de esta tarde—Camila estaba ansiosa—. Después de que te fuiste, su madre insistió en cambiar de hospital. No tuvimos más remedio que acceder. Pensábamos que sólo era una conmoción cerebral leve, así que no importaría que fueran a otro hospital. Pero entonces el centro de urgencias recibió una llamada diciendo que había un paciente en un hospital privado con una hemorragia craneal masiva. Preguntamos por el nombre del paciente y nos enteramos de que era el niño. Su madre lo llevó a un hospital privado para que lo operaran. La expresión de Sofía cambió radicalmente. Preguntó impaciente: —¿Dónde está ahora mismo? —Todavía está de camino. Los paramédicos de la ambulancia dicen que es muy grave y que debemos estar preparados. Por eso vine a buscarte —dijo Camila. Sofía no tuvo tiempo de averiguar cuál era la verdadera intención d
Tras decirle esto a la mujer, Sofía se dirigió hacia el paciente. En la camilla, el niño, que había estado tan lleno de vida esta tarde, yacía ahora inmóvil. Estaba tan pálido que a cualquiera le dolería el corazón al verlo. —Llévenlo al quirófano ahora mismo —ordenó Sofía. Pero entonces, la mujer volvió en sí, empezó a impedir a Sofía. —No voy a dejar que toques a mi hijo. No te atrevas. Está así por tu culpa. ¿Quieres matarlo?Mientras hablaba, su mirada se desvió hacia la camilla. En su pecho ardía una oleada de exasperación. ¿Por qué no estaba muerto todavía? Si en el otro hospital no tuvieran miedo de asumir la responsabilidad, ella no lo habría trasladado aquí. Simplemente habría arrastrado su cadáver, y la doctora López no se haría la lista con ella ahora. —¿Estás enferma?, maldita sea, tu hijo se está muriendo, pero no nos dejas salvarlo. ¿Lo quieres muerto?—Camila no pudo resistirse más. Deseó darle un golpe a la mujer. — ¡Lárgate!—Sofía reprimió su ira, deseosa d
La discusión en las redes sociales continuaba. Mucha gente empezó a buscar información sobre Sofía. Como si ellos fueran de justicia. Sofía no sabía nada de todo esto. Estaba totalmente concentrada en la operación del niño. El chico de la cama de operaciones no tenía más de dieciséis años, pero estaba al borde de la muerte. Sofía apretó los dientes. Estaba decidida a salvarle la vida. Cuando el cielo empezó a oscurecerse, Julio descubrió que ya eran las diez de la noche. Sofía llevaba siete horas haciendo esta operación y no parecía que fuera a terminar pronto. ¿Sería capaz de salvarle la vida al niño? Mientras ese pensamiento cruzaba su mente, las luces sobre el quirófano se atenuaron y salió una enfermera.—¿Está aquí la familia del paciente?—¡Sí, sí! ¿Ha muerto mi hijo?—preguntó ansiosa la mujer. Esto hizo que la enfermera frunciera un poco el ceño. ¿Qué tipo de pregunta es aquella? ¿Por qué tenía la sensación de que esta mujer quería a su hijo muerto? —La operación ha
Sin embargo, Sofía no dijo nada, se limitó a mirarlo y luego revisó su teléfono. Vio las búsquedas sobre ella. Leyó hasta los comentarios. Cuando terminó de leer algunos, se dio cuenta de lo que había ocurrido. —No tienes por qué enojarte. Esa gente no sabe lo que ha pasado de verdad y solo está de chismosos sin sentido —Julio la miró, sintiendose muy preocupado por ella. Sofía guardó el teléfono, parecía tranquila. —No pasa nada. No soy tan débil. Si los comentarios en Internet pudieran afectarla, no habría conseguido lo que ha conseguido hoy. Se recompuso y miró a la mujer con intriga. Estaba a punto de preguntarle cuál era la verdadera intención al mandar a su hijo a operarse. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, una bandada de periodistas entrometidos se abalanzó sobre ella y la rodeó. —¿Así que usted es la doctora López? Como doctora que se negó a operar a un paciente, ¿no cree que es muy poco ética? —Ese chico era sólo un adolescente y murió así, ¿cómo pu