La discusión en las redes sociales continuaba. Mucha gente empezó a buscar información sobre Sofía. Como si ellos fueran de justicia. Sofía no sabía nada de todo esto. Estaba totalmente concentrada en la operación del niño. El chico de la cama de operaciones no tenía más de dieciséis años, pero estaba al borde de la muerte. Sofía apretó los dientes. Estaba decidida a salvarle la vida. Cuando el cielo empezó a oscurecerse, Julio descubrió que ya eran las diez de la noche. Sofía llevaba siete horas haciendo esta operación y no parecía que fuera a terminar pronto. ¿Sería capaz de salvarle la vida al niño? Mientras ese pensamiento cruzaba su mente, las luces sobre el quirófano se atenuaron y salió una enfermera.—¿Está aquí la familia del paciente?—¡Sí, sí! ¿Ha muerto mi hijo?—preguntó ansiosa la mujer. Esto hizo que la enfermera frunciera un poco el ceño. ¿Qué tipo de pregunta es aquella? ¿Por qué tenía la sensación de que esta mujer quería a su hijo muerto? —La operación ha
Sin embargo, Sofía no dijo nada, se limitó a mirarlo y luego revisó su teléfono. Vio las búsquedas sobre ella. Leyó hasta los comentarios. Cuando terminó de leer algunos, se dio cuenta de lo que había ocurrido. —No tienes por qué enojarte. Esa gente no sabe lo que ha pasado de verdad y solo está de chismosos sin sentido —Julio la miró, sintiendose muy preocupado por ella. Sofía guardó el teléfono, parecía tranquila. —No pasa nada. No soy tan débil. Si los comentarios en Internet pudieran afectarla, no habría conseguido lo que ha conseguido hoy. Se recompuso y miró a la mujer con intriga. Estaba a punto de preguntarle cuál era la verdadera intención al mandar a su hijo a operarse. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, una bandada de periodistas entrometidos se abalanzó sobre ella y la rodeó. —¿Así que usted es la doctora López? Como doctora que se negó a operar a un paciente, ¿no cree que es muy poco ética? —Ese chico era sólo un adolescente y murió así, ¿cómo pu
—Carolina, tienes cuarenta y cinco años y estás desempleada. Ese niño que acaba de pasar por el quirófano no es tu hijo. Es tu hijastro. Nunca te ha caído bien y en repetidas ocasiones has declarado públicamente que deseas su muerte. Pareces bastante involucrada en su anterior accidente de carro. Cuando el accidente no lo mató, quisiste que el médico lo operara para que muriera en la mesa de operaciones. De esa manera, podrías hacer desaparecer a este odiado hijastro y reclamar toneladas de dinero al hospital. ¿O me equivoco, Carolina?Una vez dicho todo esto, todos se quedaron en shock y con la boca abierta. ¿Podía existir una persona tan horrible? Aunque no fuera su hijo biológico, no debería haber deseado su muerte. Al ver que todos la miraban, Carolina se puso pálida. Crujió los dientes y negó: —¡Te lo estás inventando todo! Sólo quieres ayudar a la doctora López a salir de ésta!—La policía investigará si digo la verdad. Pero debo recordarle que sus acciones de esta tard
Dante llevó a Sofía en su carro hasta Orihuela. —Gracias por lo de hoy—le agradeció Sofía una vez más. —Ya me has dado las gracias un montón de veces. No hace falta que seas tan cortés conmigo. Dante fingió estar molesto. —Si quieres darme las gracias, invítame a comer. No olvides que me lo prometiste. Sofía afirmó con la cabeza. —De acuerdo. Cumpliré mi promesa. —Anda, entra. Descansa un poco —insistió Dante. Antes de que ella se alejara, él dijo: — Pedí algo de comida para ti. Tienes que comértela. —Está bien. Gracias —Sofía asintió y se quedó pensando. Aparte de darle las gracias, cualquier otra cosa que dijera le parecería demasiado. Se despidió de Dante, atravesó las puertas y desapareció de la vista de Dante. Dante retrajo la sonrisa de su rostro y se apoyó en su carro, sacó un cigarrillo y lo encendió. Cuando iba por la mitad del cigarrillo, un carro se acercó y se detuvo frente a él. Dante sonrió y tiró el cigarrillo al suelo para apagar las llamas. —P
El dolor y el arrepentimiento se mezclaban. Estaba pensando en bajar a comprar medicinas cuando oyó pasos acercándose a la puerta otra vez. Miró y vio a Julio. —¿No te habías ido?—dijo muy sorprendida. —Sólo tengo analgésicos. No tengo nada para ayudarte con el estómago. Puedes tomar esto por ahora—dicho esto, le entregó las pastillas y le dio con delicadeza un vaso de agua tibia. A Sofía no le importaron las medicinas que tenía. Las tomó y se las tragó. Diez minutos después, se sentía mucho mejor. Se incorporó y dio las gracias a Julio. Él la miró durante un rato con la mirada muy seria. Después dijo: —¿Quieres suicidarte o qué? ¿Cómo puedes saltarte comidas sabiendo que tienes problemas de estómago? Ella no se apuró a contestar. Tomó un sorbo de agua, se sintió mejor y luego contestó. —Ya sabes lo que ha pasado hoy. ¿Como podría encontrar tiempo para comer? Tampoco quería trabajar con el estómago vacío, pero una intervención podía durar entre seis y siete horas. N
Alguien volvió a llamar a la puerta. Julio se sintió aliviado. Volvió a sus pensamientos y se levantó para abrir la puerta, recibiendo rápidamente otro paquete de comida. —Ahora tienes el estómago débil. Mejor toma un poco de sopa. Puso la sopa delante de Sofía. Sofía asintió con la cabeza. —Está bien. Mañana me como la comida de Dante. Justo cuando ella dijo eso, Julio se sentó frente a ella y empezó a devorar la comida de Dante. Al ver su cara de asombro, Julio dijo con molestia: —¿Qué? Me debes una. ¿No puedo al menos comer de tu comida? Sofía no pudo evitar reírse. Asintió con la cabeza. —Claro que puedes. Puedes comer lo que quieras. Ella se sorprendió por el acto de Julio, actuando como un niño.Se sentaron a comer, uno frente al otro. El ambiente se volvió íntimo. Sofía no creía que fuera a comer con Julio después de su divorcio y, es más, era comida para llevar. Eso lo hacía parecer más extraño. Por fin terminaron de comer. Sofía miró a Julio. —¿Este.
—Anda, ve al grano—Julio se frotó las sienes, apoyado en el sofá. Estaba esperando a que Jaime hablara. Jaime se quedó murmurando un rato antes de decir: —Se llama Sofía López. Se crió en el municipio de Atenguillo, pero no la subestimes por eso. Es una auténtica fiera en lo académico. Se ha saltado cursos y se ha graduado con un doctorado con sólo veintidós años. Luego se fue dos años al extranjero antes de finalmente volver. ¿Sofía López? ¿Por qué le resultaba tan familiar este nombre? Sin embargo, por más que lo intentaba, no lograba recordar dónde lo había oído. —¿Qué otra cosa?—Julio se levantó y se acercó a las ventanas, contemplando la vista nocturna de la ciudad. Ni siquiera él podía descifrar lo que pasaba por su mente. —¿Qué otra cosa?—la voz de Jaime se hizo más aguda. Dijo con tono juguetón: —No trabajó después de volver al país y desapareció. Adivina en qué andaba metida. Por supuesto, Julio no podía adivinarlo, pero pensó en por qué no había podido encontr
A la mañana siguiente, Sofía se levantó cansada de la cama. Después de que la noche anterior su estómago vacío la atormentara, sabía que no podía permitirse no desayunar. Cuando se dirigía a la cocina, sonó el timbre. Se sorprendió un poco. ¿Quién iba a tocar a estas horas? Ella abrió la puerta, un poco indecisa. Cuando se dio cuenta de que era Julio, se quedó tan sorprendida que se le desencajó la mandíbula. ¿Qué hacía él aquí? —¿Ya desayunaste?—le preguntó. Sofía negó con la cabeza. Justo cuando se preguntaba qué estaba haciendo, él entró con un paquete de comida. El nombre del restaurante, Boulangerie Central, estaba claramente marcado en el envoltorio. Sofía había escuchado hablar de Boulangerie Central. Era un sitio muy popular en la ciudad. La gente decía que su comida era increíble, y ella siempre había querido probarla. Así que Julio fue a comprar y le trajo el desayuno... —Pruébalo. Todavía está fresco. Puso la comida sobre la mesa. Sofía no reaccionó. Tuvo