Al ver que Julio estaba furioso, Dante no se atrevió a provocarlo más. No era rival para Julio, pero no iba a dejarlo pasar así como así. Quería aprovechar la oportunidad para humillarlo.Él no estaba a la altura de Julio, pero era de los Fernández. Podría ser una pelea justa entre ambas familias.—¿A qué has venido?—Julio se quedó mirando las rosas rojas que tenía en las manos. Las rosas eran tan rojas y tenían un color tan brillante que le hicieron doler los ojos.Dante se encogió de hombros. Miró hacia el quirófano. —Persigo a la mujer de mis sueños, por supuesto. ¿que crees?¿La mujer de sus sueños? En una sola noche, la doctora López se había convertido para él en la mujer de sus sueños. —Te he advertido que te mantengas alejado de ella—Julio dijo con tono iracundo. Si no fuera por la gente que los rodeaba, le habría dado un puñetazo en la cara a Dante. Dante puso los ojos en blanco y se quejó: —¿No está siendo demasiado controlador, señor César? ¿Tiene alguna relación
—¿Qué ha pasado?Una fuerte sensación de inquietud invadió a Sofía. Los latidos de su corazón no pudieron evitar acelerarse. —Algo le ha pasado al chico de esta tarde—Camila estaba ansiosa—. Después de que te fuiste, su madre insistió en cambiar de hospital. No tuvimos más remedio que acceder. Pensábamos que sólo era una conmoción cerebral leve, así que no importaría que fueran a otro hospital. Pero entonces el centro de urgencias recibió una llamada diciendo que había un paciente en un hospital privado con una hemorragia craneal masiva. Preguntamos por el nombre del paciente y nos enteramos de que era el niño. Su madre lo llevó a un hospital privado para que lo operaran. La expresión de Sofía cambió radicalmente. Preguntó impaciente: —¿Dónde está ahora mismo? —Todavía está de camino. Los paramédicos de la ambulancia dicen que es muy grave y que debemos estar preparados. Por eso vine a buscarte —dijo Camila. Sofía no tuvo tiempo de averiguar cuál era la verdadera intención d
Tras decirle esto a la mujer, Sofía se dirigió hacia el paciente. En la camilla, el niño, que había estado tan lleno de vida esta tarde, yacía ahora inmóvil. Estaba tan pálido que a cualquiera le dolería el corazón al verlo. —Llévenlo al quirófano ahora mismo —ordenó Sofía. Pero entonces, la mujer volvió en sí, empezó a impedir a Sofía. —No voy a dejar que toques a mi hijo. No te atrevas. Está así por tu culpa. ¿Quieres matarlo?Mientras hablaba, su mirada se desvió hacia la camilla. En su pecho ardía una oleada de exasperación. ¿Por qué no estaba muerto todavía? Si en el otro hospital no tuvieran miedo de asumir la responsabilidad, ella no lo habría trasladado aquí. Simplemente habría arrastrado su cadáver, y la doctora López no se haría la lista con ella ahora. —¿Estás enferma?, maldita sea, tu hijo se está muriendo, pero no nos dejas salvarlo. ¿Lo quieres muerto?—Camila no pudo resistirse más. Deseó darle un golpe a la mujer. — ¡Lárgate!—Sofía reprimió su ira, deseosa d
La discusión en las redes sociales continuaba. Mucha gente empezó a buscar información sobre Sofía. Como si ellos fueran de justicia. Sofía no sabía nada de todo esto. Estaba totalmente concentrada en la operación del niño. El chico de la cama de operaciones no tenía más de dieciséis años, pero estaba al borde de la muerte. Sofía apretó los dientes. Estaba decidida a salvarle la vida. Cuando el cielo empezó a oscurecerse, Julio descubrió que ya eran las diez de la noche. Sofía llevaba siete horas haciendo esta operación y no parecía que fuera a terminar pronto. ¿Sería capaz de salvarle la vida al niño? Mientras ese pensamiento cruzaba su mente, las luces sobre el quirófano se atenuaron y salió una enfermera.—¿Está aquí la familia del paciente?—¡Sí, sí! ¿Ha muerto mi hijo?—preguntó ansiosa la mujer. Esto hizo que la enfermera frunciera un poco el ceño. ¿Qué tipo de pregunta es aquella? ¿Por qué tenía la sensación de que esta mujer quería a su hijo muerto? —La operación ha
Sin embargo, Sofía no dijo nada, se limitó a mirarlo y luego revisó su teléfono. Vio las búsquedas sobre ella. Leyó hasta los comentarios. Cuando terminó de leer algunos, se dio cuenta de lo que había ocurrido. —No tienes por qué enojarte. Esa gente no sabe lo que ha pasado de verdad y solo está de chismosos sin sentido —Julio la miró, sintiendose muy preocupado por ella. Sofía guardó el teléfono, parecía tranquila. —No pasa nada. No soy tan débil. Si los comentarios en Internet pudieran afectarla, no habría conseguido lo que ha conseguido hoy. Se recompuso y miró a la mujer con intriga. Estaba a punto de preguntarle cuál era la verdadera intención al mandar a su hijo a operarse. Sin embargo, antes de que pudiera decir nada, una bandada de periodistas entrometidos se abalanzó sobre ella y la rodeó. —¿Así que usted es la doctora López? Como doctora que se negó a operar a un paciente, ¿no cree que es muy poco ética? —Ese chico era sólo un adolescente y murió así, ¿cómo pu
—Carolina, tienes cuarenta y cinco años y estás desempleada. Ese niño que acaba de pasar por el quirófano no es tu hijo. Es tu hijastro. Nunca te ha caído bien y en repetidas ocasiones has declarado públicamente que deseas su muerte. Pareces bastante involucrada en su anterior accidente de carro. Cuando el accidente no lo mató, quisiste que el médico lo operara para que muriera en la mesa de operaciones. De esa manera, podrías hacer desaparecer a este odiado hijastro y reclamar toneladas de dinero al hospital. ¿O me equivoco, Carolina?Una vez dicho todo esto, todos se quedaron en shock y con la boca abierta. ¿Podía existir una persona tan horrible? Aunque no fuera su hijo biológico, no debería haber deseado su muerte. Al ver que todos la miraban, Carolina se puso pálida. Crujió los dientes y negó: —¡Te lo estás inventando todo! Sólo quieres ayudar a la doctora López a salir de ésta!—La policía investigará si digo la verdad. Pero debo recordarle que sus acciones de esta tard
Dante llevó a Sofía en su carro hasta Orihuela. —Gracias por lo de hoy—le agradeció Sofía una vez más. —Ya me has dado las gracias un montón de veces. No hace falta que seas tan cortés conmigo. Dante fingió estar molesto. —Si quieres darme las gracias, invítame a comer. No olvides que me lo prometiste. Sofía afirmó con la cabeza. —De acuerdo. Cumpliré mi promesa. —Anda, entra. Descansa un poco —insistió Dante. Antes de que ella se alejara, él dijo: — Pedí algo de comida para ti. Tienes que comértela. —Está bien. Gracias —Sofía asintió y se quedó pensando. Aparte de darle las gracias, cualquier otra cosa que dijera le parecería demasiado. Se despidió de Dante, atravesó las puertas y desapareció de la vista de Dante. Dante retrajo la sonrisa de su rostro y se apoyó en su carro, sacó un cigarrillo y lo encendió. Cuando iba por la mitad del cigarrillo, un carro se acercó y se detuvo frente a él. Dante sonrió y tiró el cigarrillo al suelo para apagar las llamas. —P
El dolor y el arrepentimiento se mezclaban. Estaba pensando en bajar a comprar medicinas cuando oyó pasos acercándose a la puerta otra vez. Miró y vio a Julio. —¿No te habías ido?—dijo muy sorprendida. —Sólo tengo analgésicos. No tengo nada para ayudarte con el estómago. Puedes tomar esto por ahora—dicho esto, le entregó las pastillas y le dio con delicadeza un vaso de agua tibia. A Sofía no le importaron las medicinas que tenía. Las tomó y se las tragó. Diez minutos después, se sentía mucho mejor. Se incorporó y dio las gracias a Julio. Él la miró durante un rato con la mirada muy seria. Después dijo: —¿Quieres suicidarte o qué? ¿Cómo puedes saltarte comidas sabiendo que tienes problemas de estómago? Ella no se apuró a contestar. Tomó un sorbo de agua, se sintió mejor y luego contestó. —Ya sabes lo que ha pasado hoy. ¿Como podría encontrar tiempo para comer? Tampoco quería trabajar con el estómago vacío, pero una intervención podía durar entre seis y siete horas. N