Cuando volví del camerino dispuesta a quitarme el maquillaje, recordé un poco de mis aspiraciones, el futuro que una vez soñé y aquellos que intentaron dármelo o quitármelo. De tanto recordar llegó a mis pensamientos Eduardo, mi vecino de la infancia, un señor de aproximadamente unos 66 años — cuando lo conocí— Me tomó mucho cariño así que me enseñó a hablar inglés y un poco de francés, era profesor de idiomas, murió hace tres años.
Nunca voy a volver a tener a alguien así a mi lado. Alguien con ganas de ayudarme; sin esperar nada a cambio más que mis logros. Recuerdo que muchas veces intentó sacarnos de este mundo a mí y a mi hermana, pero ninguna quería dejar a mamá. Cuando no fue mamá a quien creía que debía rescatar me tocó salvar Niza, entonces, el tiempo pasó porque nada las oportunidades vienen con fecha de caducidad y creí, luego él murió. Para cuando me di cuenta de que debía preocuparme por mí, cuando finalmente entendí que abandonarla era lo mejor para mí, nació Mily — pequeña e indefensa— él me hizo prometer que me esforzaría para que la historia no se repitiera con mi sobrina o conmigo, así lo he hecho desde entonces.
Eduardo fue mi vecino, mi guía y amigo, fue la figura paterna que nunca he tenido y jamás tendré. En medio de tanta oscuridad él fue una luz, me impulsó a terminar el colegio, tenía una enorme biblioteca, me enseñó a disfrutar de las palabras y buscar su origen, conocer, descubrir por medio de los libros. Las puertas a la vida buena se volvían a abrir para mí.
Me apoyó hasta el día de su muerte, me dejó un dinero que tenía ahorrado y con eso pagué los gastos de Mily, ese dinero era para mi educación, pero la vida da vueltas, quise ser profesora de literatura o gramática, pero… hasta dentro de 22 años no tendré la oportunidad.
Ahora quién importa es Mily.
El trato que este tipo ofrece económicamente no está nada mal. Viene con niñera incluida, pero aquí no me van a dejar pasar de los sábados y domingos sin comisión alguna y la comisión me va a dejar un 55% menos.
Fui a lavar mis dientes y a ponerme las fundas dentales que nos había obligado a usar mi abusivo jefe. Escuché unos fuertes golpes en la puerta, vi un enorme arreglo de rosas rojas, con un sobre del mismo color y una caja que traía un pequeño Lobo pintado de color rojo.
Abrí con emoción la caja y vi dentro una carpeta, con otro sobre, una caja más pequeña. Puse las flores en el comedor y fui en busca a ver si Mily continuaba durmiendo.
Mi pequeña Rapunsel estaba profundamente dormida. Este humano tan pequeño y tierno, ronca, demasiado. Me puse un pijama y recogí el departamento que estaba demasiado desordenado, al finalizar, me senté en mi cama dispuesta a leer el contrato, muy pacientemente leí y releí.
Lo que más me costó leer fue la dramática cantidad semanal que ganaría, no tendría necesidad de ir durante la semana al bar y Mily iría a la guardería fresa que no puedo pagar. ¡Dios, esto es maravilloso! Unas puertas se cierran y mejores se abren.
¿Cuánto nos duraría?
Hasta que sacara mis colmillos tal vez…
Un golpe de realidad me azotó después de mi celebración, analizando la situación, me di cuenta de que él se cansará, y como todos me dejará ¡¡Pero es la oportunidad de tu vida!!—Grita mi irresponsable subconsciente.
Muchas me han dicho que nuestro cuerpo brilla una temporada y luego se apaga para siempre, dejándote en la ruina y ahí es cuando las drogas y todo lo que es peor que ser puta se arrima a ti.
—Tía... Tía O
—Milena—Dije y la pequeña frunció el ceño. — ¿Qué haces despierta?
—Me dio hambre y quiero que tú me hagas un emparedado, por favor. —La tomé entre mis brazos para llevarla a la cocina, la senté en el banquillo del desayunador y registré el refrigerador.
—Déjame pensar… —Dije. —No hay queso, ni jamón, tampoco pan, pero… eres afortunada hay lechuga.
—Un emparedado light —Ambas reímos. —Ya, en serio… ¿¡Qué comeré!?
—Ese dedo gordo está rico —Pegó su mejilla en la mesa y frunció su ceño. — ¡Mira! Aquí hay pan, jamón y queso.
Comencé a prepararle el emparedado para servirlo con un vaso con leche
—¿Es para mí?—Asentí.—Gracias, tía —comió su emparedado con su vaso de leche en cuestión de segundos. —Tía… ¿Quién era el señor de hoy en la mañana?
—Un cliente que me quería felicitar —Mentí.
—¿Qué hiciste bueno?
—Ser bonita.
—Tía, ¿Yo me parezco a ti?
—Sí, cielo, en los ojos porque el resto no soy yo.
Mi sobrina es blanca como el algodón, pestañas cortas, crespas y rubias, unos ojos enormes azules, pelo rubio, demasiado dulce y hablantina; mientras que yo tengo la piel bronceada, ojos enormes azules, pelo rojo, pestañas largas y rojas. Así que el parecido, solo existe en que compartimos el mismo color de ojos que mi madre, ella es idéntica a mi madre hasta en los gestos.
—Mi amor, eres hermosísima.
—Gracias, por el sándwich, y lo otro, ya lo sabía—Dijo con una sonrisa enorme y me guiñó el ojo.
—Princesa, lávate esos hermosos dientes y te vas a la cama.
—¿Puedo ir contigo? Por fis, por fis
Bajo el encanto de sus pestañas logró convencerme, se metió en mi cama y con tan dulce compañía quedé rendida.
El sonido de un teléfono me despertó. Eran las malditas seis de la mañana acaso el imbécil o la retardada que llaman no saben que hay gente que necesita dormir… Dios no lo encuentro y lleva sonado media hora porque si no, no me hubiese molestado en moverme de la cama.
—¡Tía, apágalo!—tiró una almohada en mi cabeza.
¿Quién se cree, esta…?
Me quedé quieta para intentar seguir el sonido.
Se detuvo, y sonó de nuevo.
Caminé hacia la cómoda en ella estaban los papeles y una caja, abrí la caja y encontré un celular nuevo, lo saqué y contesté.
—Buen día —Dijo una mujer. —Mi jefe quiere avisar que van a desayunar hoy, un auto la espera fuera de su casa. Solo tiene que confirmar la hora.
—Buen día, dígale que tengo cosas que hacer y es imposible que lo vea.
—Dice que no se preocupe por su sobrina hay una niñera afuera.
—¡Mire! Ya no quiero hablarle. Pásemelo.
—Buen día, pelirroja, quiero verte antes de las 7:30 am. Tengo cosas que hacer y necesito desayunar.
—No voy a dejar a la niña con una extraña.
—La investigué, te puedo dar información sobre ella. —Respondió y la línea se quedó en silencio durante unos minutos. —
Mi chofer espera, alístate rápido. —ColguéDicho eso me fui a alistar. Peiné mi cabellera roja en una cola. Me maquillé bien; le dediqué tiempo a mis ojos para hacerlos más llamativos y me coloqué con mimo el labial rojo (como siempre) y me puse unas preciosas argollas en mis sexys orejas, unos vaqueros negros rotos y una miniseta blanca, me decidí por burros (los adoro) y un rico perfume.
Recogí la almohada que Mily me tiró y la azoté con ella haciéndola despertar a carcajadas, la metí en el baño y conversamos sobre la niñera y mis nuevas oportunidades de trabajo, la dejé peinada con una cola de medio lado, un vestido azul con rosa.
—Tía... ¿Me puedo pintar los labios?—Preguntó cuándo me vio repasar los míos.
—¿Cuál color?
—El rojo que estás usando.
Eso me recordó mi infancia. Mamá era superjoven tenía veintiuno cuando yo tenía cuatro años y mi hermana tenía ocho siempre mi mamá nos dejaba, maquillarnos para ir a la escuela, rondábamos por el bar, a los diez años yo servía en mesas y los viejos cochinos me tocaban… no quiero eso para Mily.
—No. Puedes usar brillo y tal vez un poco de rosa. Cuando tengas 16, tal vez, el rojo — Le puse un poco sobre sus perfectos labios.
—Gracias, ahora las dos somos perfectas.
—Lo eres sin maquillaje —Le di muchos besos—Moun amour, au revoir.
—Yo a ti. Chaito...
Le di unas cuantas indicaciones a la niñera, de quién Mily ya se había enamorado por completo, las dejé jugando para luego despedirme y me fui en la limosina. Mientras iba dentro releí el contrato para asegurarme de mi decisión y apunté las cosas que quiero negociar.
El camino estuvo un poco largo, pero al final llegué un portero me recibió y también me dijo a cuál piso me dirigía entré nerviosa al elevador y esperé impaciente.
La música de fondo intenta relajarme pero, ni un masajista con un mazo logra nada conmigo ahora. Cuando las puertas finalmente se abrieron casi muero de nuevo, me esperaba con una mirada imprégnate y ese traje le sentaba de maravilla, el de hoy es un color plateado, combina con su corbata y la camisa negra, un adonis ante mis ojos.
—Buen día, Pelirroja.
—¿Sabes que me dicen la Loba?
—No sé por qué —Acarició mi cabello. — y me gusta más Pelirroja. — Me dio un largo beso, y luego apretó mi trasero.
¡Esas manos!
—Amaneces muy amistoso — Toqué su paquete sacándole una sonrisa.
—Ni te imaginas cuánto. Pasemos a la terraza, comeremos ahí.
Su departamento también es muy elegante, decorado en la escala de gris siniestro y frío. La terraza, era todo lo que siempre he querido una magnífica vista de la lluviosa ciudad que amo. El caballero abrió la silla para mí y me acomodó en ella.
—Olivia, puedes hablar —Solté un cansado suspiro.
—No necesito tu permiso —Se carcajeó.
—¿Aceptas?
—Tengo preguntas —Respondí con sinceridad.
Una mujer nos trajo dos platos con tostadas y huevos. Además, una bandeja llena de frutas y otra charola con café, jugo de naranja y lo que parecía ser té, finalmente, algunas mieles y jaleas. En cuanto se retiró Sebastian me tendió una taza y me ofreció café, asentí y no tardé en hablar: — Bien, quiero garantías. Cuando te canses... ¿Qué va a pasar conmigo? Quieres mis exámenes y eso es correcto ¿Voy a tener yo los tuyos? No entiendo la parte de horas extra como"dama de compañía".—La manera de los ricos para llamar a una prostituta. —Y durante la semana, ya que soy exclusiva ¿tienes alguna actividad para mí o puedo hacer lo que quiera? —Hice una pausa para pensar y recordé: —¿Qué pasa cuando por razones fisiológicas no puedo? Cuando esté enferma o tú de viajes ¿Mi cuota disminuye? Ilústrame, porque no te entiendo. —¿Quieres estudiar algo?—preguntó. —Siempre quise ser profesora
Sebastian es un hombre de esos que todo lo quieren controlar. Literalmente controla hasta la ropa interior que uso en casa cuando no está. Los últimos días han sido intensos, dejar mi trabajo, mudarme a un nuevo vecindario, rentar mi casa, acomodar a Mily a su nueva rutina y conocer a la niñera que sí es muy buena, pero no es familia. Regresé al médico, un hombre demasiado guapo, unos ojos preciosos y un físico impresionante, pero a él tuve que decirle la verdad a qué me dedico y desde cuándo. Logan lo tomó con toda lanaturalidaddel planeta y me hizo rellenar una documentación enorme para conocer sus hábitos y gusto, tenía, claro, es más cómodo escribirlo que ir hablando poco a poco sobre lo que uno hahecho en la vida. —Hola, Olivia— Dijo Logan mientras tomaba asiento. —Los exámenes están muy bien. —¿En serio? —¿Te sorprende? Eres una mujer muy
Fernán, abrió la puerta para mí. Le agradecí y me dijo queSebastian tenía demasiadas razones para estar dentro del lugar, por lo que aparentemente no se acercaría a recibirme. Fingí una sonrisa e intenté pasardesapercibida. Parecía imposible, había miradas en mi dirección, incluso uno que otro murmullo. Algo, en aquel vestidorojo, con mi abundante cabellera y no ser una caraconocida dentro de lo más alto de lasocialité no había forma deque la gente no mirase. Vi a mujeres agarrar el brazo de sus acompañantes, algunos de ellos sonreír sin ningún disimulo. Noté que todos llevaban vestido de colores oscuros y continué caminando sobre la alfombra en medio de la gente con la que noencajaba y en busca del hombre que manejaba mi vida. Un par de hombres me interceptaron en la entrada. —Señorita, ¿su invitación? <
Narrador Se fue caminando por la ciudad hasta que encontrar un taxi. Me subí y le di la dirección de casa, ya era la hora de dormir de Milena por lo que la niñera esperaba sentada en el sofá mirando la televisión, la mujer se asustó al escuchar unos golpes leves en la puerta. Finalmente, cuando se abrió y vio a su jefa asustada, agitada y tembloroso dedujo que algo en su reunión había salido mal, a Olivia se le cayeron las llaves de la mano y Clarisse se acercó para ayudarle a recogerlas. Además, preguntó si quería un té o una bebida caliente y la pelirroja negó con la cabeza antes de quitarse los tacones y dar dos grandes bocanadas de aire. —¿Necesita que llame a alguien? —¡No!—Respondió Olivia. —Estoy bien. —No quise ofenderla, Olivia. Yo he intentado agradar y de cualquier forma está molesta conmigo, si quieren otra niñera...
Sebastian pidió a sus empleados que le consiguieran un pijama, un té para tranquilizar los nervios y unas pastillas para dormir. Olivia seguía temblando cuando las cosas que él ordenó llegaron a la habitación, así que envió un mensaje al asistente de seguridad para que llamara un médico. El joven pareció unos treinta minutos más tarde, Sebastian ya tenía a Olivia cobijada y de vuelta en la cama. —No es necesario, estoy mejor. —Olivia, ¿esto ocurre muy seguido? —No, es ocasional y solo ocupo algo para dormir. El médico le tomó los signos vitales y estaban un poco alterados por lo que decidió que un calmante sería lo mejor. —¿Algo lo detona en específico?—preguntó el médico y ella no quiso darles una respuesta. El médico le puso una bolsa de suero pequeña y Sebastian le dijo a Olivia que se cambiaría
Sebastian suspiró avergonzado y sus músculos se tensaron aún más si era posible. Vio a Olivia mantener la mirada alta y el rostro con seriedad, pero ni siquiera él podía imaginar cuánto dolor y vergüenza guardaba, salió de la oficina y le pidió a su gente que investigara toda la vida amorosa de la madre de Olivia él iba a encontrarle y no le iba a matar, pero sí se aseguraría de golpearle y ver como alguien más le quitaba el último suspiro. <<No sirves ni para eso>> Le había dicho Logan y él con tristeza reconoció que en algún punto entre inflar sus bolsillos con dinero y llenar su ego con poder había arruinado sus relaciones, lastimado a personas y se había convertido en un cabrón insensible. En el consultorio Logan dejó que Olivia se recompusiera, después de que Sebastián saliese de la oficina había vomitado, él consiguió un jugo de manzana frío y un trapillo para ponerle en la frente y el cuello. Logan se
Sebastian salió del hospital furioso. Condujo su lujoso auto y Olivia fue todo el camino en silencio. Se asustó al ver que se dirigía al lugar en el cual había decidido que ella y su sobrina vivirían. Estacionó y le llevó a su apartamento, tiró la maleta y la joven le miró asustada y preguntó por el viaje que antes le había ofrecido. —Eres una prostituta que no puede tener sexo.—Declaró. —¿Para qué me sirves? —¿Quieres que me vaya? —No, haré mi viaje y cuando regrese hablamos. —Sebastian—Intentó decir y le dejó con la palabra en la boca y el sabor de un fuerte portazo. Olivia se sentía tan humillada y fue a su habitación en silencio, no abrió la puerta a Milena o la niñera simplemente tomó su medicación y se dedicó a dormir más de lo que había hecho en su vida. Al día siguiente su sobrina le llenó el apartamento de rosas y pancakes que era el desayuno favorito de la niña, pero l
Olivia sonrió porque le había tocado trabajar junto a la secretaria de Alonso y básicamente le alivianaba el trabajo a la mujer, la noche anterior hizo unas galletas y un poco de repostería, las primeras las envió al colegio para que los compañeros de Mily disfrutaran y repostería un poco más artesanal la llevó a la oficina, le dio una a su mentora y compañera de trabajo Regina la cual le recibió con un beso y un abrazo, Olivia le dio las gracias por toda su ayuda en esa primera semana. Alonso cuando mientras cruzaba la oficina, les vio y saludó a ambas mujeres a Regina con un abrazo de esos que te llenan el alma, la mujer había sido secretaria de su abuelo y cuando tomó el mando de la empresa su más grande ayuda, ahora que era más papá que empresario estaba seguro de que la empresa no se hubiese mantenido sin ella, vio lo que Olivia le había traído a su compañera y le recordó que él a veces agradecía que le dieran de comer. La joven rio y le siguió