Protección

Fernán, abrió la puerta para mí. Le agradecí y me dijo que Sebastian tenía demasiadas razones para estar dentro del lugar, por lo que aparentemente no se acercaría a recibirme.

 Fingí una sonrisa e intenté pasar desapercibida. Parecía imposible, había miradas en mi dirección, incluso uno que otro murmullo. Algo, en aquel vestido rojo, con mi abundante cabellera y no ser una cara conocida dentro de lo más alto de la socialité no había forma de que la gente no mirase. Vi a mujeres agarrar el brazo de sus acompañantes, algunos de ellos sonreír sin ningún disimulo. Noté que todos llevaban vestido de colores oscuros y continué caminando sobre la alfombra en medio de la gente con la que no encajaba y en busca del hombre que manejaba mi vida. 

Un par de hombres me interceptaron en la entrada. 

Señorita, ¿su invitación?

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