Las horas se alargaban en la sala de espera del hospital, donde la ansiedad y la tensión se palpaban en el aire. Gabriel apenas podía permanecer sentado. Cada minuto que pasaba sin noticias sobre Eva y su hija lo hacía sentir como si estuviera atrapado en un limbo, un lugar entre la esperanza y el miedo. Miraba la puerta de la sala de partos, como si su mera presencia pudiera hacer que el médico apareciera más rápido.Finalmente, la puerta se abrió y un médico salió con una sonrisa dibujada en el rostro. Gabriel se puso de pie de un salto, sintiendo una mezcla de alivio y expectación. Aunque ya podía ver la sonrisa del médico, sabía que hasta no escuchar las palabras verídicas no podría estar tranquilo.— ¿Cómo está ella? — preguntó, acercándose rápidamente al doctor.El médico lo miró y se acercó.— Fue un parto largo y difícil, pero todo ha salido bien. Si desea, puede pasar a ver a su esposa e hija. En breve vendrá una enfermera a guiarlo.Gabriel solo asintió, sintiendo cómo una o
La noche se había vuelto oscura y densa, como si el mundo exterior hubiera decidido envolver todo en un manto de desesperación. Jason, tras secuestrar a su hija recién nacida, se encontraba escondido en un contenedor de basura, apretando a la pequeña contra su pecho.— Vamos a estar bien — le susurró, intentando infundirle una calma que él mismo no sentía. El olor del contenedor, la mugre y la oscuridad lo envolvían, pero su mente estaba fija en la idea de escapar.Los hombres de Gabriel estaban afuera, custodiando el hospital como si fueran perros de caza, esperando cualquier movimiento. Jason sabía que debía esperar, ser paciente y que pronto todo se calmaría.— Vamos a salir de esto, pequeña — le dijo nuevamente, sintiendo que pronto el llanto de la niña estaría retumbando en sus oídos si no salían de allí. Pero la verdad era que nada estaría bien desde ese momento. Ni con él, ni con la niña.Los minutos se alargaron como horas, y Jason sentía cómo el tiempo se deslizaba entre sus
Eva comenzó a abrir los ojos lentamente, sintiendo que el mundo regresaba a su mente como una película que se desenrollaba a cámara lenta. En la penumbra de la habitación, pudo distinguir las figuras de Valeria, su abuela y la madre de Gabriel conversando en un rincón, sus rostros marcados por la preocupación. Una mezcla de alivio y temor la invadió al darse cuenta de que había despertado, pero la angustia por su hija la mantenía en un estado de alerta.Cuando las tres se percataron de que había despertado, se acercaron rápidamente, sus miradas llenas de esperanza.— ¿Cómo te sientes, Eva? — preguntó la madre de Gabriel con voz suave, su mano acariciando la mejilla de Eva.Las lágrimas comenzaron a caer por las mejillas de Eva, un torrente de emociones que no podía contener.— ¿Alguna novedad? — preguntó con un hilo de voz, sintiendo que el miedo se apoderaba de ella.— Mi niña — dijo la madre de Gabriel, apretando su mano con ternura —. Todo va a estar bien. Gabriel está moviendo cie
Gabriel, al escuchar las palabras de Eva, sintió cómo una ola de rabia y desesperación lo invadía. Sin pensarlo dos veces, tomó el celular que Eva tenía en la mano y lo apretó con fuerza, los nudillos palideciendo.— Más vale que ella esté bien — dijo con voz temblorosa, sintiendo la furia burbujear en su interior.— ¡Cierra la boca y no te interpongas en nuestras decisiones! — interrumpió Jason, su voz llena de desprecio. La llamada se cortó bruscamente, y Gabriel, consumido por la rabia, lanzó el celular contra la pared. El dispositivo se estrelló contra el suelo, dejando una marca en la superficie.— ¡No se irá, Eva! — exclamó Gabriel, su mirada fija en ella —. Voy a traer de regreso a nuestra hija. Te lo prometo.Eva, con los ojos cristalizados por las lágrimas, lo miró intensamente.— No tienes que hacerlo, Gabriel. Conozco a Jason, y está desesperado por arreglar la situación. Está dispuesto a hacer cualquier cosa, y una de ellas es tenerme a mí.Gabriel se acercó y tomó su rostr
Mientras tanto, en el hotel, Jason estaba atrapado en sus propios pensamientos. La desesperación lo consumía mientras sostenía a la pequeña Valeria en sus brazos.— Todo saldrá bien, pequeña — le susurró, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a apoderarse de él —, pero ahora tú no eres prioridad.El bebé lloraba y Jason se sentía impotente.— Rafael, voy a salir. En una hora el imbécil de Gabriel Montenegro vendrá, y tendré que llevar a cabo el plan. ¿Los hombres que pedí?Su mano derecha, frustrado asiente.—Sí, señor.— Parece que no estás de acuerdo con mis decisiones — cuestiona Jason, observando fijamente al hombre, que se acerca a la niña —. ¿Debo dudar de tu lealtad, Rafael?— No señor.— Más vale. Tú te quedarás cuidándola en mi ausencia, porque me encargare de matar a ese imbécil — masculla.— Si matas a Gabriel Montenegro, no lograras lo que quieres, señor.— Sí lo haré. Porque con él muerto, Eva volverá a mí y nuestra hija. Y con el negocio que el idiota puso a su nombre, po
Mientras tanto, Penélope corría hacia el hospital, que estaba sorprendentemente cerca. Su corazón latía con fuerza, y la ansiedad la consumía mientras veía a los médicos moverse de un lado a otro. Sin embargo, al no tener voz, no sabía cómo explicar la gravedad de la situación. La desesperación la envolvía mientras se acercaba a la entrada.“¡Por favor, ayúdenme!” pensaba, haciendo gestos con las manos, pero nadie parecía entenderla. Sin embargo, igual atendieron a la niña.En ese momento, Gael llegó detrás de ella, y al ver su expresión de terror, se acercó rápidamente.— ¿Qué pasa, Penélope? — preguntó, sintiendo cómo la preocupación comenzaba a invadirlo.— ¡La niña! — logró articularla con gestos, señalando hacia la puerta. No logré explicar que tenía. Gael miró a Penélope, comprendiendo la urgencia.— Calma, Penélope — dijo con voz suave —. Van a salvarla.De repente, los ojos de Penélope se aguaron y, con lenguaje de señas, le dijo que tenía miedo. Gael solo pudo asentir, sint
Gabriel la abrazó con fuerza, sintiendo su dolor como si fuera propio.— Lo vamos a resolver, Eva. La vamos a sacar de esto — le aseguró, aunque sabía en su interior que las posibilidades eran escasas —. Ella es fuerte.— ¿Por qué le hizo esto? — preguntó Eva, su voz quebrada y llena de angustia —. Lo quiero muerto. Quiero que se muera. ¿Cómo fue capaz de hacerme esto?— No lo sé — respondió Gabriel, sintiendo que la impotencia comenzaba a consumirlo —. Pero vamos a luchar. No vamos a dejar que esto termine así. Él pagará por esto. Te lo juro.El médico, viendo la desesperación en sus rostros, intervino.— Estamos haciendo todo lo posible, pero necesitamos que estén preparados para cualquier noticia — dijo, intentando mantener la calma en medio del caos.— ¡Eso no es suficiente! — gritó Gabriel, sintiendo cómo la frustración lo invadía —. ¡Hagan lo que sea necesario! Hasta lo imposible.— Gabriel, por favor — le dijo Gael, sintiendo que la tensión aumentaba —. No es momento para perde
Con el corazón roto y la mente en caos, Jason salió de la casa, sintiendo que el peso del mundo caía sobre sus hombros. Se quedó de pie en la acera, mirando hacia la calle, sintiendo que su vida se desmoronaba. No había un camino claro por delante, solo el eco de sus decisiones resonando en su mente.Con un suspiro profundo, comenzó a caminar, sin rumbo fijo, sintiendo que la desesperación lo envolvía. Había cruzado una línea de la que no podía regresar, y ahora estaba completamente solo.Los días pasaban en el hospital, y la pequeña Iris seguía sin despertar. Era como si su frágil cuerpecito no quisiera reaccionar. Sin embargo, había pasado la noche, y eso, para Eva, era algo positivo. Se aferraba a cada pequeño signo de esperanza, convencida de que su hija podía luchar, de que podía volver a ella. No se apartaba de su lado, temerosa de que separarse significara perderla para siempre. No estaba dispuesta a aceptar esa posibilidad.Gabriel, por su parte, también se mantenía al pendien