Nicol vio el corte que le hizo y que le haría otro, por eso se levantó y corrió hacia él poniéndole la mano en el brazo.—¡Detente! Puedes hacerle daño al bebé.—Tranquila, confía en mí… vamos a salvar al bebé, después de todo es lo que nos interesa… no te preocupes, yo he ayudado a cualquier cantidad de perras a dar a luz, no creo que sea diferente ni complicado, después de todo Gia es el ser que conozco que tiene menos valor para mí —dijo con un tono de tranquilidad.Gia se asustó intentó alejarse.A mí déjame en paz… ¡Si yo no me salvo este bebé tampoco! —gritó con un tono desagradable, al mismo tiempo que comenzó a moverse tratando de lastimarse el vientre.Nicol sintió su corazón detenerse. —Hay que inmovilizarle las piernas —expresó ella y se fue a revisar los estantes hasta conseguir un par de cuerdas.Enzo las tomó y le sostuvo las piernas para mantenérselas inmovilizadas.—Ya está —respondió Enzo con tranquilidad.—¿Estás seguro de que no le pasará nada? ¿Y si muere el bebé
Nicol quiso darle de amamantar al bebé, pero por más intentos que el recién nacido hacía para tomar el pecho no podía. La frustración empezaba a inundarla lentamente.—Nicol amor, no puedes darle de amamantar a un niño que no es tuyo —le dijo Enzo, sintiendo en su interior un poquito de alegría porque su esposa no pudiera amamantar a ese niño.—Yo leí en alguna parte que se puede, porque se estimula las glándulas mamarias —expresó Nicol con una expresión de tristeza, porque no podía alimentar al bebé.—Pero tú estás embarazada por primera vez y tu cuerpo apenas está haciendo todo el proceso… así que no se puede —pronunció satisfecho —, aunque quieras a ese bebé como tuyo, no lo es.—Pero he escuchado de mujeres que no están embarazadas, nunca han tenido hijo y pueden amamantar.—Si con medicamentos, y con mucho, mucho tiempo de antelación —dijo Enzo para desalentarla mientras el pequeño bebé no dejaba de llorar —, si haces eso seguro matarás de hambre al cerdito antes de que salga su
Los días fueron pasando, ya habían transcurrido dos semanas desde que el bebé estaba con ellos, le habían comprado su cuna para que durmiera en la cama, pero el pequeño estaba empeñado en amargarle la vida a Enzo, porque cada vez que lo acostaban en la cuna lloraba y cuando lo sacaban y lo colocaban en la cama no solo dejaba de llorar, sino que sonreía.—Creo que esa cama tiene algo incómodo, quizás es el colchón —dijo una preocupada Nicol.—Amor, ese colchón no tiene nada, es solo capricho de Johannez —expresó con impaciencia.—Amor, ¿cómo vas a decir eso de un niño inocente?“¿Inocente? Si es un pequeño demonio, más sabio que nosotros dos juntos, los bebés de pecho somos nosotros, definitivamente a este si es que hay que vigilarlo, porque con lo manipulador que es con solo dos semanas de nacido, no quiero saber qué no será capaz de hacer cuando tenga quince años”, pensó en su interior, pero ni loco se atrevería a exteriorizar ese pensamiento. Al final tuvo que soportar que el bebé
Los días fueron pasando y Nicol cada día se desesperaba más. La angustia comenzó a aumentar cada vez, porque no había sabido nada de Enzo, había pasado más de una semana y no había habido ni una sola noticia. Nicol sabía que algo estaba mal, pero no sabía qué.Por su parte, los niños también lo estaban extrañando hasta el pequeño bebé, lloraba continuamente y debía ponerle una ropa de Enzo, para lograr calmarlo.Nicol sabía que no podía quedarse en la casa de los Ferrari para siempre, a pesar de que ellos se habían portado servicialmente con ella, hasta una amplia cabaña terminaron prestándole para vivir dentro de su propiedad para que se sintiera cómoda, con cuatro habitaciones, una cocina, comedor, sala y una sala de estar, Ziola y su madre se habían ido con ella, sin embargo, necesitaba estar en su casa, y para ella esa era casa de Roma de Enzo, porque sabía que no podía ir al castillo, porque estaría vulnerable.—Yo necesito hacer algo, no puedo quedarme cruzada de brazos. Necesit
Andreas alzó una ceja con incredulidad por lo que estaba viendo, pero, aun así, no preguntó nada. En cambio, se puso de pie y se dirigió a la mesa, tomó un periódico y se lo dio a Nicol. Ella pudo ver el contenido de la primera plana. “Cae abatido por integrantes de su propia organización, el Capo di tutti capi, conocido como el Barón Ferrer, se dice que usurpó identidad del respetable empresario Enzo Johannez Ferrer Cadogan, gracias a su asombroso parecido”, la reseña iba acompañada con una fotografía del rostro de Enzo Ferrer con un tiro en la frente. Por un instante, Nicol se quedó parada observando sin saber que decir, la mano le temblaba, y sentía su corazón estrujado, casi sangrando del dolor, las lágrimas quemaban en sus ojos, amenazando con derramarse, no supo cuánto tiempo tardó allí, pero al ver de nuevo la imagen hubo algo que no le encajó y sus sospechas crecieron. —¡Espérenme afuera! —ordenó a los hombres, quienes se miraron entre sí y negaron con la cabeza. —Señora d
Enzo sonrió mientras observaba a su mujer y a su hijo mayor, instalándose en el amplio castillo, se veían emocionados, sabía que desde que se mudaron del castillo donde vivían en Italia, no se sentían cómodos, pero ahora verlos felices, lo emocionaba, y a decir verdad, este le gustaba más, porque allí crearían juntos nuevos recuerdos, era como una especie de borrón y cuenta nueva, porque para él lo más importante era su familia.El lugar era precioso, mucho mejor de lo que él se había imaginado, y la vista era increíble. Sus ojos recorrieron cada rincón con un grado de satisfacción que él no había experimentado antes.—¿Te gusta aquí, mi pequeño Johan? —preguntó Enzo, mientras acariciaba la mejilla del bebé—. ¿Te gusta el castillo?Como si el bebé supiera de lo que estaba hablando, sonrió mientras agitaba sus manitos y hacía pequeños ruidos con la boca, demostrando que estaba contento. Entonces, Enzo se inclinó y le habló al vientre de Nicol.—¿Y tu hermosa princesa? ¿Te gusta tu nuev
La mañana llegó rápidamente y todos se despertaron temprano para poder aprovechar el día. La familia se reunió en la sala de estar y de allí se fueron al comedor para desayunar. Se había convertido en una costumbre que todos se sentaran juntos para comer, incluso tan temprano como ahora. Nicol se sentó a la mesa con su esposo, Enzo, su hijo mayor Piero, y su bebé Johan. Las tres sonrisas brillantes y los brazos abiertos para abrazarla la llenaron de amor. Después de comer, Nicol decidió hacer un paseo con su familia, aunque no tan largo como el del día anterior, donde pasaron todo el día al aire libre, jugando, divirtiéndose, los recuerdos llegaron a su mente y los dejó fluir. En un principio a Nicol le preocupaba un poco, que Enzo no se adaptara a su nueva vida, luego de haber estado en un mundo tan diferente, pero después de verlo sonriendo y haciendo bromas con ellos, se sintió aliviada. Él se dio cuenta y la tranquilizó. —¿Acaso crees que cambiaré esta vida de paz y tranquili
Ziola no podía contener la emoción. Le parecía estar viviendo en un sueño, y no era para menos. Ese día, después de tantos años de separación, horas de sufrimiento y de dolor, de extrañarlos, incluso de haberse querido morir por no tenerlos a su lado, los tenía allí, frente a ella a sus tres hijos, grandes, hermosos, después de seis largos años sin verlos. Se cubrió la boca con la mano, como si así pudiera contener la euforia y el caudal de emoción que la embargaba. Luego sin importarle nada más, se lanzó en el suelo, se arrodilló con los ojos clavados en sus tres hijos, el mayor ya tenía catorce años, el del medio diez y el más pequeño, siete. Sintió que un nudo se formaba en su garganta impidiéndole hablar. Sus niños eran ya mayores, cuando quedaron con su tía, eran tan pequeños indefensos, y siempre creyó que estuvieron con ella, hasta hacía poco que recibió información que cuando esta se enfermó, se los llevó a su abuela paterna y había sido esta quien los cuidó hasta su muerte