Nicol lo vio y una expresión de tristeza se dibujó en su rostro, dio un paso atrás, se dio la vuelta y comenzó a caminar mientras tomaba la mano de Piero y se lo llevaba con ella. Sus pies se movían como si los guiara una fuerza invisible, cada paso alejándola de la cocina y de la actitud grosera de Enzo. Sus ojos se llenaron de lágrimas al mismo tiempo que intentaba contenerlas. —Nicol, por favor detente —le dijo Enzo pasándose la mano por el rostro con preocupación, pero ella no se detuvo.Él caminó con rapidez hacia la estufa y sacó el celular de Piero de la olla donde lo había metido.Luego corrió detrás de ellos, justo cuando llegó a la puerta de la habitación, ella se la cerró en la cara, si dejarlo entrar y sin querer escucharlo.—Mi amor, por favor, lo siento… Nicol —llamó golpeando la puerta para llamar su atención, pero lamentablemente no recibió ninguna respuesta—, Piero hijo ábreme, sé que metí la pata hasta el fondo, no supe manejar mis celos, jamás había celado a nadie
Nicol estaba sin palabras, no podía creer lo que estaba viendo. Allí, bajando de los helicópteros, en el jardín del castillo estaba la familia Ferrari. Camilo, Taddeo, Sebastián padre e hijo, sus esposas y los hijos de Taddeo, solo faltó Gálata, todos vestidos de manera casual.Nunca se lo hubiera esperado ni siquiera sabía de qué manera reaccionar, vio cómo Piero estaba también sin palabras, todos los habían saludado con una sonrisa y un abrazo, arropándolos con su presencia, de manera alegre y cariñosa.Enzo, se quedó viendo el intercambio de afecto entre ellos, de pronto Piero corrió hacia él y lo abrazó.—Papá, ¡Esta sorpresa es genial! Es que es tan buena la idea, que, si no es porque estaba molesto contigo, te la habría dado yo mismo… gracias papá —le dijo conmovido.Él se quedó mirando a Nicol, pero ella se mantuvo sin dirigirle la palabra y eso preocupó más a Enzo, se acercó y por varios segundos se quedaron viendo a los ojos, había una luz en sus ojos que ella nunca había vis
Nicol suspiró y se giró hacia él, por un momento le mantuvo la mirada, mientras él la miraba de manera suplicante; su expresión la conmovió y terminó aceptando. Se acercó lentamente, mientras él lo veía con sus ojos llenos de emoción, posando sus manos sobre el pecho de Enzo. Estaba lista para abrirse nuevamente a él. Él se acercó para encontrar su beso, pero antes que ella pudiera decir algo, ya había comenzado el beso más intenso y bello que ella hubiera experimentado en toda su vida. Fue un sentimiento perfecto de amor y reconciliación entre los dos. Ella sintió que el enojo y el dolor del pasado desaparecía mientras sus labios se fundían.El calor de sus cuerpos les provocaba un intenso cosquilleo en la piel. Sintió que su amor aumentaba cada vez más conforme la abrazaba con fuerza contra su pecho. En ese momento comprendió que ya no había regreso, que él iba a estar allí para amarla y cuidar de ella o era lo que ambos pensaban, no sabía que las cosas podían cambiarse en un segun
Enzo respiró hondo y miró a Nicol a los ojos. Podía ver el miedo, la aprensión, la incertidumbre que la hacían dudar, pero también el amor y la determinación que brillaban en su mirada. Era una mirada de fuerza, una mirada que decía que ella haría lo que fuera necesario para superar ese momento difícil.—Sé que será duro —dijo en voz baja—, pero es lo que hay que hacer. Debo protegerte a ti y a nuestros hijos.Extendió la mano y le tocó levemente la barbilla, levantándole la cara para que se encontrara con la suya.Nicol asintió, sin apartar los ojos de los suyos.—Te entiendo Enzo, pero como acabas de decir, la decisión no es tuya, si no mía —dijo—, no tengo miedo del futuro Enzo, uno vive el presente y construye ahora, no me iré, pase lo que pase, aquí estaré contigo, para que enfrentemos cualquier cosa que nos toque.Enzo sonrió. —Gracias, mi amor, por mantenerte a mi lado, no voy a defraudarte —declaró Enzo.La besó suavemente en los labios, sintiendo el calor de su abrazo.—Junt
Como Giorgi vio a Enzo inmovible, repitió sus palabras, aunque en el fondo sabía que, si el hombre no quería moverse, no iba a ver fuerza humana capaz de hacerlo cambiar de opinión, porque cuando él tomaba una decisión, difícilmente se retractaba.—Por favor sobrino, no hay tiempo que perder, debes irte ahora mismo, no sabemos en qué tiempo van a atacar, tienes que ponerte a salvo con tu familia —dijo Giorgi con la voz entrecortada por el miedo y la angustia, y al mismo tiempo invocando sus lazos familiares para ver si de esa manera lograba persuadirlo.Enzo se molestó con Giorgi y lo miró con irritación mientras negaba con la cabeza.—No soy ningún cobarde que corre como un ratón cuando el barco parece hundirse y envía a los demás a pelear por él, parece que no me conoces. Me quedaré aquí, envía a los Ferrari, a Nicol, Piero, Zoila y Andreas, si quieres también puedes ir tú.Nicol miró a Enzo y aunque admiró su actitud, se irguió en todo su tamaño y se paró frente a él, dispuesta a e
Nicol observó cómo el helicóptero descendía a través de las copas de los árboles y cómo sus aspas liberaban ráfagas de aire, los rotores latían a un ritmo constante, y el viento que agitaban rodeaba a Nicol como un capullo de aire inestable y urgente. El motor se detuvo, las aspas disminuyeron su velocidad y la vista de Nicol se aclaró. Pudo distinguir las siluetas familiares de los hombres Ferrari que desembarcaban de la nave, los fue observando uno a uno bajar, mientras esperaba ver a su esposo, se fijó en sus rostros, estaban serios, no mostraban ninguna emoción, su paso era rápido y constante. De pronto vio bajar a Piero del helicóptero, su rostro se contorsionaba en una expresión de desesperación que ella nunca había visto antes, y mientras corría, su juventud y vitalidad contrastaban con la quietud que se había instalado tras la llegada del helicóptero. Lo vio correr hacia ella con los ojos llenos de lágrimas y oyó su voz gritando su nombre. —¡Mamá! ¡Mamá Nicol! —exclamó deses
El aire entre ellos se detuvo, cargado de la tensión que irradiaban los dos hombres. Por un lado, estaba Enzo, cuyos ojos oscuros brillaban con una intensidad capaz de helar la médula de los huesos. Iba vestido de negro, desde las botas de cuero de sus pies hasta el abrigo ajustado que se ceñía a su cuerpo, con la cabeza rapada, sostenía la pistola con un brazo firme y extendido.Al otro lado, Torrence. Era lo opuesto a Enzo en muchos aspectos, pero había algo parecido en su forma de estar de pie, en cómo sostenía la pistola y en cómo sus ojos azul claro brillaban con una mezcla de confianza y miedo. Iba vestido con un traje gris claro, y del cuello le colgaba una pajarita roja brillante. Su piel pálida parecía casi brillar a la luz de la luna, y la pistola que empuñaba apuntaba directamente a su oponente.Los dos hombres duraron por varios minutos en un punto muerto, sin querer dar el primer paso. Se miraban fijamente en la quietud de la noche, cada uno retando al otro a apretar el g
Enzo no podía creer lo que estaba oyendo, apenas escuchó esas palabras, sintió que el mundo le caía encima, si la había mandado donde los Ferrari, fue porque pensó que ella estaría a salvo con ellos, pero ahora resulta que no era así y que su mujer y su hijo estaban en peligro.—¿Cómo fue posible eso Sebastián? ¡¡Yo confié en ustedes!! Les entregué lo más valioso para un hombre, su familia ¡¿Cómo dejaron que esa mujer se le acercara?! Tienen muchas explicaciones que darme —dijo apenas pudiendo contener el enojo.“Enzo, ella se escapó de la mansión…”—¡Por Dios Sebastián! ¿Después que se les escapó Piero no cambiaron su sistema de seguridad y a sus hombres? Porque yo, lo mínimo que hubiera hecho sería agarrarlo las bolas y guindado del árbol más alto de esta tierra por permitir que un niño de diez años se les escapara y ahora una mujer embarazada ¿Qué clase de seguridad es esa?“Para gente común, no un niño de diez años que se comporta como uno de veinte, y una mujer que fue capaz de e