Gavin no era un hombre que se rindiera y con sus hijos en peligro mucho menos, aún con todo y tormenta no paró en su búsqueda de respuestas. Y encontrar a Marcelo fue muy sencillo. Gavin entró a territorio MacTavish una vez más. En un potrero abandonado bajo un precario techo improvisado a punto de que la brisa lo volviera historia lo esperaba Marcelo. Junto a él había un hombre un poco mayor que Gavin y se le veía nervioso. Gavin por insistencia de su hijo fue solo, observó a su hijo de pie a cabeza y le dio un abrazo, sentía que una parte de su alma regresaba. —Estoy bien papá, en serio. — ¿Qué sabes de tu hermana? —Preguntó Gavin en portugués, no confiaba en el escoces junto a ellos, era un forajido evidentemente. —No tengo idea, pero Amish puede ayudarnos a encontrarla, Maggi se la llevó. Nos interceptaron y yo perdí el conocimiento —respondió Marcelo en inglés demostrando que podían confiar en Amish. Gavin observó a Amish y desconfiado hizo una mueca. —
Gavin se quedó en silencio, la última vez fue con una lluvia menos fuerte y un peñasco cayó casi encima de Marina y perdió la memoria, y Graham casi muere por caer en una trampa. Él sabía que la zona era peligrosa. Mairi continuó. —Usted no tiene nada que hacer en esos caminos. Sus ingenieros le dijeron que eran peligrosos y construyeron nuevos, pero para los forajidos es el único medio seguro. Aunque suene a locura jefe Gavin, para nosotros es más seguro que nos trague la montaña a enfrentarlo a usted. —No soy yo aquí el villano —exclamó Gavin—. Con los años los forajidos se hicieron más fuertes. No podía ponerle fácil las cosas, los forajidos son delincuentes… — ¡A los forajidos los crearon los MacLeod! —Gritó Mairi—. Los consentidos de los reyes, a los que les permiten hacer lo que quieran y se adueñaron hasta de las personas, que no perdonan un error, los que utilizan las faltas para hacer crecer sus arcas, para conseguir terrenos… — ¡Mairi calla! —Gritó su padre co
A Elizabeth la despertó el frío, sus dientes empezaron a castañear y temblaba sin control. Sintió que un brazo la recorrió, abrió los ojos y aun veía borroso, pero sin duda mejor. No era un sueño loco, estaba en la cabaña de Ewan y Kendrick la abrazaba, ambos metidos en la cama. —Creo que el frío es un síntoma —murmuró Kendrick—. Pero estamos mejor. Kendrick la apretó contra él y Elizabeth suspiró con alivio al sentir su espalda calentita contra el pecho de Kendrick. Kendrick sonrió. —El manual del sobreviviente indica que desnudos sería mejor. Elizabeth se tensó y Kendrick se echó a reír. —No te preocupes, nos estamos de ánimo para estar desnudos ahora, ¿creo? Elizabeth recordó que había confesado su absurdo amor no justificado por Kendrick, eso también había sido verdad, no un sueño. «Qué hiciste Elizabeth, estar a puertas de la muerte no justifica que te declararas a Kendrick MacTavish» Elizabeth trató de alejarse de él y Kendrick se apretó má
Elizabeth desvió la mirada y puso sus manos en el pecho tratando de guardar distancia. —En realidad aun veo todo borroso, debe ser por eso que no veo bien tus fallas. Kendrick se echó a reír. —Tan inteligente jefa MacLeod. — ¿Qué me ibas a pedir? Kendrick había olvidado todo, en su mente había muchas cosas que podría tomar de Elizabeth, pero no pediría permiso verbal, aunque sí con su boca. — ¿Tan difícil de cumplir es tu petición? —Preguntó Elizabeth después de aclararse la garganta, que su corazón latiera a millón no ayudaba a sus debilitados pulmones. Kendrick se separó de ella para guardar la compostura y la instó a que bebiera del té antídoto. —Eres muy madura para tu edad, Elizabeth, aun en esta condición precaria tu mente negociante se mantiene lúcida. Elizabeth no se sentía madura, se sentía patética y Kendrick no tenía ni idea. En un momento así una mujer quería ser besada, por su mente no pasaba ninguna estrategia. Lamentablemente… Se recr
Elizabeth se echó atrás y Kendrick espabiló al sentir el rechazo. —Eres un hipócrita Kendrick MacTavish. — ¿Qué?... —Amas a Angélica, pero me seduces, tuviste relaciones con su madre y en general te declaras un mal hombre. Kendrick se quedó sin palabras. —Yo solo… —Sí lo sé, como te dije que estaba enamorada de ti cuando era adolescente, como estamos aquí solos, porque he sido amable contigo ya crees que tienes derecho a jugar conmigo. —No planeaba violarte. — ¡Pues te equivocaste, no soy la clase de mujer que se entrega por aburrimiento! —Le gritó Elizabeth y por el esfuerzo se empezó a poner morada. —Está bien, perdón, me alejo de ti. Kendrick se levantó de la cama. —Solo coqueteaba un poco, no es para que te pongas así. —Qué bonita manera de amar tienes Kendrick —cuestionó Elizabeth—. ¿Solo coqueteabas? Tú no tienes idea de lo que es el amor. — ¡¿Y acaso tú sí?! ¿Qué sabes tú del amor? ¿Dónde está tu gitano? Te casaste conmigo y él bien gracias,
Elizabeth despertó viendo mucho mejor, solo los bordes de su visión se mantenían borrosos, como si mirara a través de un visor sucio. Kendrick estaba en la cocina y le daba la espalda. Elizabeth se levantó y Kendrick volteó y de inmediato se acercó a ella para ayudarla a caminar. —Con cuidado ¿Estás mareada? Hemos dormido casi el día entero. —Estoy bien —respondió Elizabeth y su voz sonó más dura de lo que planeaba—. Es decir, gracias, solo deseo ir al baño. Kendrick sonrió. —Pues después de tanto té es normal. Elizabeth no emitió opinión y caminó a paso lento hasta el baño. Una vez bañada se colocó una bata de baño y se miró al espejo para peinarse. Negó con la cabeza. — ¿Por qué será que siempre debo tener este aspecto de cadáver cuando estoy con él? Elizabeth cerró los ojos y le dio la espalda al espejo. —Eres en verdad muy tonta Elizabeth MacLeod, Kendrick MacTavish no es bueno para ti, ni para nadie —se dijo a sí misma tratando de convencerse
Kendrick no sabía que iba a pasar con su vida, estaba seguro de que Gavin MacLeod lo hundiría en prisión y se quedaría con el yacimiento de cuarzo, solo necesitaba que quedara algo para su hermano. Él ya no importaba, claro que buscaría a Angélica, lamería sus heridas con la única mujer que lo ha entendido, porque tenía esperanza de que ella no lo hubiera traicionado. Pero eso no era problema de Elizabeth. — ¿Qué puedo ofrecer yo a mi clan Elizabeth? No pudiste ver mucho de mi clan, pero casi se extingue en mis manos, posiblemente lo hizo con el ataque de Maggi —Kendrick negó con la cabeza—. Tienes razón en tener prisa de alejarte de mí. Elizabeth le dio la espalda y que horrible el sentimiento que experimentaba, tanta rabia porque aunque Angélica era la culpable de todo, él se mantiene leal a ella. Elizabeth escuchó la puerta cerrarse y amargas lágrimas recorrieron sus mejillas. Estaba celosa y no era justo. —Él no vale la pena, no es el hombre que idealicé, del muc
— ¡Hiciste trampa! Marina impresionada escuchó la declaración desesperada a su lado de su recién estrenado esposo muy nerviosa trató de calmarlo para que se fueran del casino. —Quiero salir, amor… — ¡Cállate! Marina jamás olvidaría la cara de su marido al levantarse de la mesa de tapete verde, tenía el rostro del mismo color. Él se limitó a ignorar sus súplicas y se enfrentó a su contrincante. — ¡Es una trampa! —volvió a gritar él antes de arrojar las cartas a la mesa. —Así es el juego muchacho —respondió su contrincante encendiendo un puro, lucía muy complacido. —No pienso pagarte, ¡amañaste el juego! Marina tomó el brazo de su marido y dio un alarido cuando vio que un hombre al que no habían prestado atención sacó un arma y la apuntó a la cabeza de su esposo. Otro hombre la abrazó por detrás y tapó su boca. El contrincante se puso de pie y ajustó su saco antes de enfrentar a su marido. —Así no funciona, tú jugaste, perdiste y pagarás. —¡No