—No estoy nerviosa, estoy ansiosa. No tengo nada que temer —expresó con confianza Anabella.Llegó la hora, bajó al jardín donde hermosas sillas y mesas decoradas en blanco y colores cálidos, armonizaban con el paisaje, su padre caminó a su lado mientras esperaban al inicio de la alfombra de pétalos
Luego les preguntó—Anabella Estrada, ¿Aceptas y recibes como esposo a Sebastián Renaldo Ferrari Castello, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de tu vida hasta que la muerte los separe? —Si acepto y lo recibo—. Respondió ella en voz
Sebastián se encontraba relajado en el área de la piscina, sentado en una de las sillas de las mesas del jardín, leyendo un libro, cuando siente unos pasos detrás de él, al intentar voltear, unas pequeñas y suaves manos le cubren los ojos para evitar que viera, mientras soltaba una sonora carcajada,
—¡Ya basta! No sé qué te está pasando Camillo pero tu actitud deja mucho que desear, debes respetar a tú hermano, que de paso no es ningún fenómeno, aparte de que es un chico inteligente, tiene sólidos principios morales. Y eso es admirable. Ahora dame la llave de tu automóvil, estarás castigado por
—Por supuesto que soy el mejor, mi monoplaza y yo somos uno solo en la pista, no se te olvide Camillo que siempre juego a ganador, por eso donde quiera que participó soy el campeón, cuando no gano es porque no estoy compitiendo—expresó desafiante.—¿Por qué tengo la sensación de que no estás habland
CUATRO AÑOS DESPUESAnabella había amanecido por cuarto día consecutivo con náuseas matutinas, mareos, y para hacer más duros sus momentos, la sensibilidad en sus senos le producía dolor ante cualquier pequeño roce, hasta el contacto con el brasier era doloroso, por eso decidió suprimir dicha prenda
La doctora Martina se echó a reír a carcajadas con la molestia de su amiga —Bueno creo que te dejaste convencer porque te convenía amiga, así es que no le eches toda la culpa al pobre Sebas y sin querer ofenderte, ¡Te comprendo! con ese espécimen de hombre, que fémina no se deja convencer.—Martina,
—No me interesa. No me da la gana que salgas y punto—espetó molesto.—¡Eres malo papá!, un hombre cruel que poco te importa el bienestar de tus hijos—gritó la chica, quien salió corriendo diciendo—. Lo siento, no me han dado permiso.—Tal vez otro día mi niña, no llores. Al llegar a casa te marcarem