Después de treinta minutos llegaron a la casa, ya había llamado explicando que Anabella iba con ellos, para que su padre preparara a Alicia y a Amine, porque efectivamente Antonia era ella. Apenas entraron al salón principal de la casa estaban Alicia, su padre y Amine, cuando la vieron los tres corr
sebastián sudaba frío cuando la escuchó decir: —¡Lo recordé! Recordé mi infancia, a mi papá nunca lo conocí. Recordé mi embarazo y cuando mis bebés nacieron, me los colocaron para que los conociera, besé a cada uno en su frente, antes de que los metieran en una incubadora, eran muy pequeños y delgad
—Y aún la defiendes después que dijo que iba a ser hasta lo imposible por evitar nuestra boda ¿Cómo puedes defenderla Sebastián? —inerrogó mientras se enfrentaba a él—, eso no es amor, porque si me amará quisiera mi felicidad. —Cálmate amor, tu madre no quiso decir eso, por favor, todos estamos alt
Sebastián le gritó. —Dime ¿Qué quieres? Lo que me pidas te lo doy,—expresó desesperado—, pero por favor por lo que más quiera, te lo suplico, no dañes a mi hijo. Si quieres dinero, casa, yates, cualquier propiedad es tuya a cambio de la vida de mi hijo. —Ja ja ja. Sebastián suplicando. ¡Si! tienes
—Amor, y también por nuestro bebé —manifestó Anabella. —Si amor, ya lo dije por nuestros bebés —indicó dándole un beso. —No me refiero a los gemelos —expresó tomando su mano y colocándosela en la barriga—, lo digo por el bebé que estoy esperando. —¿Qué? —dijo Sebastián con cara de sorpresa. —Si
Sebastián regresó a la habitación para acompañar a su hijo, empezó a hablarle mientras el niño permanecía inconsciente, diciéndole —Te amo hijo. Perdóname por haberte castigado sin razón. Perdóname por no saber acercarme a tí y por no poder decirte que estoy muy orgulloso de ti, como no estarlo, con
— ¿Y qué niña servirá de acompañante? —preguntó con curiosidad Taddeo.—Alondra —respondió Anabella. —Madre si ese es un chiste, me parece muy malo. No tolero a esa niña, no quiero ir con ella ni a la esquina —comentó Taddeo. —Hijo, pero yo quiero mucho a Alondra. ¿Puedes hacerlo por mi? Por favor
Cuando llegaron entraron a la casa a Anabella, le dio una mala sensación y dijo —No me gusta ésta casa, ¡No quiero estar aquí!—dijo desesperada—, no, no, no quiero estar aquí—y empezó a llorar y los niños al verla así también se alteraron. Sebastián preocupado la abrazó mientras le decía —Cálmate m