Si ver a un hombre levantarse de entre los muertos podía provocar pánico, de alguna forma Jake sintió que el verdadero terror en los ojos de Tyler Wilson venía más del hecho de que lo hubiera llamado «hermano».
Bastaron pocos segundos para que una docena de armas se desenfundaran en aquella iglesia, y la mayoría de la gente se fuera, dejando únicamente a los interesados.
Los Orlenko, que apuntaban a Tyler.
Connor, el Hellhound y su lugarteniente que tampoco iban a perderse la fiesta, y apuntaban a Tyler.
Jake, que salía de aquel ataúd con las manos a la altura de los hombros, y Tyler que sostenía la pistola contra su pecho.
Y aun así el rostro de Jake era tranquilo, impávido.
—Los dos sabemos que no vas a dispararme —sentenció y Tyler apretó los dientes con un gesto de asco.
—¡No estés tan seguro
Para Jake había sido la primera vez en uno de los clubes del Hellhound, pero comparado con aquello el Spectrum era un bebé en pañales. Siete pisos llenos se atracciones, desde jaulas de pelea hasta mesas de póker de altas apuestas. Por supuesto nada que se pudiera tener en Estados Unidos bajo la ley, pero en Odessa Eric Hellmand era la ley.—No creas que fue mi idea, se la copié a Dante, el rey de los clubes de Ámsterdam. Esta es una burda copia del «Siete Pecados» que tiene allí —había dicho Eric—, pero para beber y hablar nos servirá.Y en efecto habían hablado. Habían hablado de lo que Jake esperaba que hiciera Tyler a continuación, y lo más seguro era que tratara de lastimar a Nina.—¿Estás seguro? —había preguntado Eric.—Cien por ciento. No va a detenerse hasta lastimar o matar a la gente que
—No puedes negarlo, el hombre es un campeón —murmuró Kolya llegando a su lado y Nina apoyó la cabeza en su hombro mientras seguía mirando al ring que Yury tenía en el gimnasio de la mansión. Hacía solo una semana que las pruebas de ADN habían salido, y se había declarado oficialmente muerto a Tyler Wilson. Jake había pasado un mal primer día, y durante el segundo apenas había hablado, se había dedicado únicamente a jugar con Victoria y disfrutarla; pero al tercero se había dado una buena ducha, se había afeitado y había salido de la casa. Kolya era el único que sabía a dónde había ido y eso porque lo rastreaba, pero se había negado categóricamente a decirle a Nina dónde estaba esa y todas las veces que se había desaparecido de la casa en los días siguientes. No había vuelto a la habitación de Nina en las noches, y en aquel preciso momento la muchacha no tenía idea de en qué punto estaba con él. Lo vieron subirse al ring, solo con un short de deporte y
Entrar a cualquier sanatorio era como si a uno le echaran una sombra sobre el alma, pero aquel en particular, el Sanatorio de Nuestra Inmaculada Señora, era insoportable para Jake. Y lo más doloroso de todo era que probablemente esa fuera la última vez que pusiera un pie allí.La doctora Wendell no lo hizo esperar mucho cuando se anunció que era el hijo de una de sus pacientes, y Jake fue todo lo amable que se podía teniendo en cuenta lo incómodo que estaba.—Le garantizo que no tomará mucho tiempo —le dijo a la doctora y la mujer asintió.—Me gustaría disculparla diciéndole que está teniendo un mal día, pero todos sus días son malos —murmuró la mujer.—¿Cómo está? —preguntó Jake aunque en el fondo sabía cuánto lo lastimaría escucharlo.—¿Fís
Dos semanas después.—¿Se lo puedo decir? ¿Se lo puedo decir? ¿Se lo puedo decir? —Kolya brincaba de un pie a otro mientras Aleksei le pellizcaba un brazo y se lo llevaba dentro de la casa para que no fuera a soltar lo que sabía delante de Nina.—¡Claro que no! ¿Le quieres arruinar las cosas al cristiano? —lo regañó su hermano, que al parecer de creer que podía encontrarse a alguien mejor, ahora era un fiel defensor del pajarraco—Pero es que… ¡mírala! —Kolya hizo un puchero—. ¡No ha comido ni dormido bien desde que se fue!Los dos miraron a Nina que jugaba en el jardín con Victoria y Aleksei se encogió de hombros.—Míralo por el lado bueno: ¡bajó de peso!—¿¡Eres tarado, Aleksei!? ¿Cómo puedes hacerle eso a tu propia her
Un minuto, dos… tres… Nina no pestañeaba, sentía que el corazón se le quería salir del pecho, pero al mismo tiempo era incapaz de hablar.Jake estaba allí. No solo allí sino… ¡«ALLÍ»! a nada de ellos, con un jardín lleno de camiones de construcción.—¿Qué…? ¿Qué estás haciendo aquí? —balbuceó y lo vio sonreír con esa risa pícara que hacía tanto tiempo no escuchaba.—Pues exactamente lo que ve, señorita Orlenko. Me mudo aquí, y voy a comenzar con una obra bastante grande —respondió él, acercándose con un gesto coqueto.Nina levantó la barbilla desafiante y apretó los dientes para no sonreír, pero sus ojos la delataban.—Soy «señora», señora Orlenko, y ni crea que
Nina buscó a los trillizos y se encontró a Kolya y Yuri conversando muy animados en la escalinata de entrada.—¿Jake? —preguntó.—Aleksei lo llevó de regreso a su nueva casa —dijo Yuri mirándola con una sonrisa muy mal disimulada—. Parece que lo vamos a tener de vecino…—¿¡En serio, tú crees!? —replicó Nina achicando los ojos y se acercó a él—. ¿Por qué presiento que tú lo sabías?Su hermano cerró los ojos y arrugó la nariz.—¡Yo no sé nada! ¡Yo no sé nada!—¡Abre los ojos, Orlenko! —demandó Nina poniéndose las manos en la cintura y luego levantó un índice de advertencia—. Espero por su bien que ninguno de los dos se ponga del lado de Jake… —dijo antes de taconear de vu
—Alguien que le eche agua o algo… —murmuró el Hellhound después de un minuto entero en que vieron a Jake quedarse petrificado.—Si te vas a hacer el muerto, tienes que cerrar los ojos, cristiano —advirtió Kolya.Pero un segundo después lo vieron respirar profundo, ponerse de pie, abotonarse el saco y salir del reservado como si fuera un boxeador a punto de una pelea.—¡Saca el celular! ¡Saca el celular! —apuró Aleksei a Yuri porque no lograba dar con el suyo y todos se apostaron en la baranda del reservado para no perderse ni un detalle de la Tercera Guerra Mundial que estaba a punto de desatarse en aquel club.—¿Y si levantamos apuestas? —preguntó el Hellhound, por primera vez un poco distraído en la noche.—¡Genial! ¡Yo le voy a mi hermanita! —aseguró Yuri—. Mil euros.—¡
La sonrisa socarrona de Kolya se extendió por su cara con una expresión satisfecha. —¡Creo que es hora de pagar! —aseguró porque él había apostado por el lechuzón y resultaba que acababa de llevarse a Nina sin que ella opusiera ni un solo gramo de resistencia—. ¡Se los dije! ¡Hay que tenerle fe al cristiano…! Paguen… paguen… Pero antes de que cualquiera de los otros tres pudiera meterse una mano en el bolsillo, vieron acercarse a un policía y decirle algo a Andrei al oído. Contrario a lo que pudiera esperarse, Eric Hellmand no le tenía miedo a los policías. Más bien les ponía plato, cuchillo y tenedor en su mesa, pero que uno de ellos entrara al club y hablara con su lugarteniente, significaba que algo importante estaba pasando. Dos segundos después Andrei entró al reservado y se dirigió a él. —Dice que tiene en la patrulla a un pervertido que estaba en el callejón —anunció y Eric arrugó el ceño. —¿Y eso qué? —Que dice que se l