El vecindario lucía en una calma total. Los Stay todavía se encontraban dormitando, producto de la gran fiesta de Año Nuevo que habían realizado apenas unas horas antes. La celebración había sido tan majestuosa, que incluso un par de revistas de sociales de la región acudieron para poder redactar notas al respecto. No cualquiera estuvo invitado. Sólo asistieron los socios más cercanos de Matt y algunas damas que Anne había tenido el gusto de conocer en sus múltiples visitas de fin de semana al club de campo. Para asegurarse que todo mundo quedara más que impresionado con la fiesta, los Stay se tomaron el tiempo de contratar a un exclusivo servicio de catering. Nada de botanas corrientes. Sólo canapés con los rellenos más elegantes, como salmón de Alaska o quesos importados con aceitunas. Mientras los adultos tomaban unos tragos, los pequeños correteaban entre s&iacu
Un copo de nieve caía en el porche de la familia Stay. Pronto todas las flores del inmenso jardín familiar se encontrarían cubiertas por un delicado manto de color blanco. Antes de lo que todo mundo de diera cuenta, sería época de guerras de nieve, bebidas calientes, y sobre todo, de festejar un año más junto a los seres queridos. Con muy buen ánimo, los más pequeños de la familia, Liz y Demian, se enfundaron en sus gruesos abrigos, se pusieron bufandas y guantes, y se dispusieron a salir a dar un pequeño paseo con Mimi, la perrita de la familia. Sin embargo, mamá los frenó en seco.— ¿A dónde creen que van con tanta prisa, niños? —los cuestionó ella, tomándose unos segundos para acomodar sobre sus diminutos ojos azules sus anteojos.—Oh, Umm…—tartamudeó Liz, mirando hacia abajo, no pudiendo evitar sentirse
Cuando apenas comienzas a vivir, no hay diversión y al mismo tiempo, tormento más grande que el dedicarte al pensar en el mañana. Eso lo sabían Tania, Kim y Mariela, sin embargo, aprovechando que la maestra había salido al baño, se encontraban hablando un poco sobre el futuro, para distraerse del hecho de que estaban en grandes problemas porque la maestra las había cachado a las tres pasándose las respuestas del examen final del bimestre y les había dejado algunos problemas para resolver durante el receso. — ¿A ti que te gustaría ser de grande—preguntó Tania a Kim, que parecía, como de costumbre, encontrarse perdida dentro de sus propios pensamientos. — ¡Ay, no sé! —Respondió la jovencita de ojos azules—Lo único de lo que estoy segura es que me gustaría ser rica, muy rica. Pero sobre todo cambiarme el nombre lo antes posible ¡Asco llamarme Kimberly! — ¿Y qué tiene de malo que te llames Kimberly? —Interrumpió Mariela, dejando de ensortijarse el cabello c
Mateo no podía evitar sentirse orgulloso de sí mismo. Y francamente, no era porque se hubiera conseguido un trabajo mal pagado como capturista en una pequeña fábrica de vasos de plástico, ya que él estaba seguro de que la vida pronto le daría la oportunidad de salir de allí con un empleo mucho mejor. Se sentía orgulloso porque por primera vez en la vida, la gente no lo miraba hacia abajo. Sí, era cierto. Todavía no tenía el mismo nivel de respeto que la gente les da generalmente a los políticos o a los empresarios. Todavía no tenía una casa a nombre de su esposa ni un auto propio. Pero por lo menos, la gente ya no huía al verlo. Al encontrárselo enfundado en un traje en la parada del autobús o en el metro, las personas eran a veces, incluso amable con él, o por lo menos, lo hacían sentir como un ciudadano más. No se lo había dicho
Anne Stay era una mujer seria, pero sin duda alguna, sabía tener sentido del humor cuando era necesario. Por ejemplo, cada año, ella y su esposo acompañaban a los niños en Halloween a pedir dulces, y no tenían reparo alguno en usar los más ocurrentes disfraces. Por ejemplo, el año pasado él se había disfrazado de cepillo de dientes, mientras que ella había enfundado sus bien formadas curvas en un atuendo en forma de envase de dentífrico. Pero así como sabía reír en los momentos justos, la diminuta rubia también sabía sacar las garras como una leona cuando la situación lo ameritaba. Y al ver que su pequeña Liz llegaba llorando de la escuela, supo que esa era una de esas situaciones.— ¿Qué te pasa, muñequita? ¿Por qué las lágrimas?—le preguntó Anne a su hija, acariciando con ternura el lloroso
Por medio segundo, Kim pensó en tragarse su orgullo e irle a pedir ayuda a sus amigas de la infancia, Tania y Mariela, ahora que ellas eran ya unas señoras casadas. Pero sabía que ellas, además de burlarse, seguramente le iban a dar un discurso aburrido en las líneas de “Te dijimos que ese tal Mateo era una mala persona y que sólo iba a traer problemas a tu vida”.No, a ella nadie la iba a sermonear de esa forma. Sería mejor buscar ayuda en otra parte. ¿Pero dónde? En cosas como esas pensaba Kim mientras caminaba por la ciudad enfundada en unos pants color rosa chillón, cuando de pronto, un hombre de unos cincuenta años de edad le puso un papelito en la mano. La propaganda decía “Se solicitan chicas atrevidas para dar espectáculo en el centro nocturno “Solid Gold”, edad 18 a 28 años. Excelente presentación y gran facilidad de palabra. Of
A Mateo lo habían elegido entre varios para trabajar con “El Diablo”, el pandillero más temido de toda Santa Rosita. Las razones sobraban. Desde pequeño no había habido un muchacho en toda la región que demostrara tener tanto aplomo y al mismo tiempo, tanto desprecio por la ley como él. Había empezado con cosas pequeñas, tales como robarse un puñado de dulces o una bolsa de papas de alguno de los puestos del mercado local. Pero el muchacho estaba más que seguro de que de esos robos no iba a salir jamás dinero suficiente para dejar ese pueblito de porquería. Él tenía amigos mucho mayores que siempre le andaban diciendo que no fuera cobarde, que se dejara de niñerías y se juntara con ellos para atreverse a dar golpes mucho más grandes.—Hijo, tú vales para algo más—le había dicho mil y una veces el señor Terre
Anne se había pasado toda la tarde arreglándose. Primero, había pensado en ponerse un vestido color rojo con detalles de perlas en el pecho, pero pronto desecho la idea, porque la hacía verse muy espaldona. Luego pensó en enfundarse en un mini vestido azul que tenía como decoraciones varias florecitas azules de pedrería cerca del pecho. Era demasiado vulgar para un evento tan importante para su futuro. Finalmente se decidió por un modelito de color beige, con algunos acentos en marrón oscuro. Volteó a ver su reloj y se dio cuenta de que con mucho trabajo lograría llegar a tiempo al evento en un taxi normal, así que llamó a un vehículo de aplicación y no le importó tener que pagar un poco más para obtener el servicio de la mejor calidad posible. A su esposo lo habían invitado también al evento, pero pretextando haberse resfriado, decidió quedarse
En el cielo, las primeras estrellas comenzaban a pintar el cielo de un delicado tono plateado. Mientras tanto, a bordo de una camioneta blindada, Matt Stay se encargaba de llevar a su familia a un nuevo destino, lejos de esas personas que trataron de romper por medio de la fuerza la felicidad que tanto a él, como a su esposa, les había costado tanto trabajo ir construyendo.— ¿A dónde vamos, papá? —preguntó un somnoliento Demian, con los ojos entrecerrados.—Vamos hacia un nuevo hogar. Lejos de esas personas malas que sólo querían hacernos enojar—respondió papá, sin levantar los ojos del volante ni por un segundo.— ¿Y por qué nos querían hacer enojar ellos? ¿Les hicimos algo malo? —cuestionó el niño—Pues porque hay mucha gente envidiosa que no soporta ver que los demás sean felices—interru