Eres mi rosa sin espinas
Al día siguiente, Alondra Richmond despertó con una radiante sonrisa en el rostro, la cual iluminó toda la habitación.

—No sabes lo feliz que me siento, al verte sonreír de forma tan radiante. —dijo la señora Kim sonriendo.

—¡Señora Kim! ¡No sabe cuanto me alegra verla! —respondió Alondra alegre—. Dígame, ¿Cómo están hoy las chicas? Supe que ellas tendrán una participación activa en el recibimiento Real el día de hoy.

—Así es, el Príncipe Lexter les ha dado a cada una, asignaciones específicas, para que puedan realizarlas. Y están muy contentas, sobre todo, porque se sienten útiles. —le respondió la señora Kim.

—¡Cuánto me hubiese gustado ayudarlas hoy! —dijo la señorita Richmond un poco triste.

—Nada de tristezas señorita. Sé que quisieras ser de ayuda para nosotros, pero la mejor forma de ayudarnos es descansando para que te recuperes pronto. El Príncipe Lexter se volvería loco si te ocurriera algo más. Para él, tú eres una persona muy valiosa e importante. —le dijo la señora Ki
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