—No lo sé, Marshall —replicó Kisa—. No sé si podré esperar, estoy muriéndome de la angustia, quiero ir ya a la morgue...—No me demoraré demasiado, te lo prometo. Pero tengo que estar ahí para ver esos documentos. Necesitas a un abogado contigo —expuso.—S-Sí, tienes razón... Sin embargo, no me quedaré de brazos cruzados. Llamaré a la policía —colgó sin esperar respuesta.Luego, marcó rápidamente a la policía.—¿Buenas noches, en qué podemos ayudarle?—¡Mi esposo ha desaparecido y creo que lo han asesinado! —reveló, descartando cualquier introducción.—Señora, cálmese —respondió el oficial al otro lado—. ¿Puede explicarnos qué está ocurriendo?—Su nombre es Royal Fankhauser —dijo apresuradamente—. Ya había llamado a la policía anteriormente, les conté que mi esposo desapareció al mediodía, pero acabo de llamar a la morgue y me dijeron que su cuerpo ya ha sido enviado para ser enterrado. ¡Pero yo no autoricé nada! ¡Alguien más firmó todos sus documentos para llevarse su cuerpo!—Ah, ot
Cuando llegó el supervisor de la morgue, éste se aproximó a Kisa.—Buenas noches, señora. ¿Puedo escuchar cuál es su molestia?Antes de que Kisa pudiera pronunciar palabra, Marshall entró en la conversación.—Disculpe, quiero ver el informe de la autopsia de Royal Fankhauser, por favor —exigió sin rodeos.El hombre tragó saliva y revisó entre los archivos antes de sacar una carpeta manila. Al abrirla, el nombre de Royal estaba escrito en la parte superior.El abogado tomó el informe y lo recorrió con la mirada. En segundos, su expresión cambió de concentración a puro desconcierto. El contenido lo había impactado de cierta forma.—Esto no tiene sentido —murmuró.—¿Qué pasa? —preguntó Kisa, mostrándose alerta.—Aquí dice que la causa de muerte fue un ataque cardíaco, pero no hay muchos detalles. Es un diagnóstico vago. Cualquier autopsia formal debería especificar mucho más que esto.—¿En serio? —agregó Kisa, a lo que Marshall asintió.—Deben tener fotografías, ¿verdad? —insistió él, mi
El mundo era un pozo oscuro y espeso, un abismo sin forma donde el tiempo se diluía en la nada. La conciencia de Royal flotaba entre tinieblas, atrapada en un letargo profundo, en una bruma de recuerdos dispersos y pensamientos sin coherencia. Al principio, su mente no tenía forma, su cuerpo no existía, solo era un cúmulo de sensaciones apagadas, una existencia suspendida en algún punto entre la vida y la muerte. Pero algo comenzó a cambiar. Un leve cosquilleo recorrió sus extremidades y un peso extraño presionaba su pecho, como si la realidad estuviera llamándolo de vuelta desde el vacío.Un latido fuerte pero torpe resonó en su tórax. Luego otro. Y otro. Poco a poco, el letargo empezó a ceder. La sensación de tener un cuerpo volvió de golpe, como una descarga de electricidad que despertó cada músculo dormido y cada articulación entumecida. La pesadez en su pecho se hizo más notoria, la cual se tornó en una opresión sofocante que le dificultaba respirar. Intentó moverse, pero sus ext
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Katherine, como si la presencia de Kisa fuera completamente inesperada y hasta molesta.Kisa, sin perder un segundo, le sostuvo la mirada con dureza. —¿Dónde está?Katherine frunció el ceño, ladeando apenas la cabeza en un gesto de aparente confusión.—No sé de qué me hablas —respondió con indiferencia, encogiéndose de hombros.Kisa apretó los dientes, sintiendo cómo la sangre le hervía en las venas.—No te hagas la ingenua —espetó, dando un paso al frente—. Sabes perfectamente de lo que estoy hablando. ¿Dónde está Royal?Una sonrisa burlona se dibujó en los labios de Katherine.—No lo sé —contestó, y luego, con un aire de falsa inocencia, añadió—. Tú eres su esposa, ¿no? Entonces deberías ser tú quien sepa dónde está.El comentario estaba claramente diseñado para irritarla, y Kisa lo sabía, pero se obligó a no reaccionar de inmediato.—Es irónico, ¿no crees? —continuó Katherine, con un deje de burla en su voz—. Que vengas aquí, a la casa de su ex
Katherine cruzó los brazos y miró a Kisa con una sonrisa de burla, disfrutando de su desesperación.—Búscalo por ti misma —articuló con desdén—. Tú eres su esposa, ¿no? No me preguntes algo que tú deberías saber mejor que nadie.Kisa apretó los dientes con frustración y dio un paso adelante, mirándola con intensidad.—Deja de jugar, Katherine —recriminó—. Deja de hacer tantos enredos y dime de una vez dónde tienes a Royal.Antes de que Katherine pudiera responder, una vocecita infantil entró en la conversación.—Papá no está aquí —expuso Coral con inocencia.El corazón de Kisa dio un vuelco. Si Coral decía la verdad, al menos sabía que Royal no estaba en esa casa.—¿En serio? —murmuró Kisa, mirándola con atención.Katherine, por su parte, giró la cabeza hacia Coral. No la miró con enojo ni con reproche, pero sí con una expresión de desaprobación, como si la niña hubiese dicho algo que no debía. Por un momento, se quedó en silencio, como si meditara su siguiente movimiento, y luego vol
El sonido de la voz de la señora pareció calmar, aunque fuera por un instante, el forcejeo entre Kisa y Katherine. Fue en ese momento cuando Katherine, con una expresión irritada, finalmente soltó a Coral. Respiraba con fuerza, conteniendo su enojo, pero no quiso perder la compostura frente a su madre.—Mamá, no pasa nada —replicó Katherine con una voz aparentemente tranquila, aunque sus ojos aún ardían de rabia—. Por favor, no te metas en esto.Sin embargo, Kisa no tenía intención de quedarse callada. Su paciencia se había agotado por completo.—¿Por qué no le cuentas a tu madre todo lo que has estado haciendo? —soltó Kisa con dureza, mirándola con absoluto desprecio—. ¿O es que ella ya lo sabe? ¿Acaso es tu cómplice?El comentario de Kisa hizo que la madre de Katherine frunciera el ceño con desconcierto.—¿Cómplice? ¿Cómplice de qué? ¿De qué estás hablando? —preguntó la mujer con seriedad, mirando primero a su hija y luego a Kisa.Marshall, quien hasta ahora había permanecido en un
—¿Un... cementerio? —resaltó Kisa, sin poder dar crédito a lo que acababa de oír.La quietud dentro del auto fue ensordecedora. Kisa mantenía la mirada clavada en el horizonte, en algún punto que no lograba identificar ni comprender, como si sus ojos buscaran algo que su mente no podía encontrar. El tiempo pareció haberse detenido, pero su corazón latía con una fuerza incontrolable, como si quisiera escapar de su pecho. En su interior, una tormenta de emociones la arrastraba sin piedad: la ansiedad la invadía como una sombra oscura, el temor le recorría las venas como hielo, y la desesperación amenazaba con romper su autocontrol. Cada segundo se sentía más pesado que el anterior, mientras una sensación de vacío se instalaba en su pecho, haciendo aún más difícil el simple acto de respirar. No podía escapar de sus pensamientos, ni de las preguntas que se agolpaban en su mente sin respuesta.—Entonces, ¿tú crees que Royal podría estar…? —insinuó con angustia, incapaz de completar la fras
La noche descansaba sobre el cementerio, oscura y espesa como una manta de sombras que envolvía las lápidas. Kisa descendió del coche con una perturbación que le impedía siquiera respirar con normalidad. Su corazón latía con violencia dentro de su caja torácica, impulsado por la incertidumbre y el terror de lo que estaba por descubrir. Marshall bajó tras ella, siguiéndola de cerca, aunque su rostro mostraba preocupación. Sabía que Kisa estaba al borde de perder el control.Las luces parpadeantes de los faroles dispersos en el camino apenas ofrecían algo de visibilidad entre las tumbas. Todo parecía más silencioso de lo normal, como si la misma muerte guardara el aliento. Kisa avanzó sin titubear hasta la pequeña cabaña del sepulturero, un hombre de edad avanzada, de rostro curtido por los años y los secretos que custodiaba bajo la tierra. Estaba sentado en el umbral de su puerta, fumando un cigarrillo que se consumía lentamente entre sus dedos arrugados.Cuando Kisa lo divisó, se apro