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Cinco años después.Mora corría hacia la tumba, con las manos sujetando un ramo de rosas blancas. El viento helado le acariciaba la cara, pero ella no se detuvo. Cuando llegó, dejó caer las flores sobre la fría lápida.—Mamita, —murmuró, su voz quebrada, pero decidida—, no te preocupes por mí, soy muy feliz, mi madrina y mi padrino me cuidan. Descansa en paz, mami, te quiero. Adiós.En ese instante, Darrel apareció detrás de ella, tomándole la mano con suavidad. La miró a los ojos, buscando una respuesta que no estaba seguro de querer escuchar.—Morita, —dijo, con la voz cargada de preocupación—, ¿no estás triste porque no ves a tu mami?Mora se quedó en silencio por un momento, mirando la tumba, pero luego negó con la cabeza, sus pequeños dedos, apretando la mano de Darrel.—No, porque tengo a madrina y padrino, y tú también me quieres, ¿verdad? —respondió, su voz tan suave como el viento.Darrel, sonrió de forma cálida.—Sí, te quiero mucho, Morita, hasta el fin del mundo. Y cuando s
SinopsisMora siempre soñó con un amor eterno junto a Darrel, pero el día que se convierte en su esposa, sus sueños se rompen bajo el peso de su desprecio.Atrapada en un matrimonio lleno de indiferencia y dolor, Mora lucha con un amor que solo la destruye.Cuando un accidente casi le arrebata la vida, algo cambia dentro de ella: decide que no puede seguir amando a un hombre que nunca la eligió. Su única meta al recuperarse es simple, pero firme: obtener el divorcio.Sin embargo, Darrel no está dispuesto a dejarla ir.Mientras los sentimientos que alguna vez negó comienzan a brotar en su interior, él se aferra al matrimonio que antes despreció.Entre el amor que Mora intenta olvidar y el arrepentimiento de Darrel, ambos se enfrentan a una pregunta crucial: ¿puede un matrimonio sobrevivir cuando está atrapado entre el amor y el odio?Capítulo: Yo te puedo enamorarMora miraba por la rendija de la puerta del aula, su corazón golpeando fuerte contra su pecho mientras observaba a Darrel, "
Mora sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando la voz de Tina resonó como un eco afilado en el aire.—¡Darrel! —exclamó Tina, acercándose con pasos decididos. Su tono estaba cargado de una furia contenida, pero letal.Darrel dio un paso hacia ella, separándose de Mora con una torpeza que traicionaba su intento de control.—Tina, no es lo que parece… —balbuceó, señalando a Mora como si quisiera sacudirse de toda culpa—. Ella… ella me besó.El corazón de Mora se hundió. Su mirada se clavó en Darrel, cargada de una decepción tan profunda que las palabras sobraban.Tina, por su parte, alzó una ceja con desdén antes de dejar escapar una carcajada venenosa.—Ah, claro. ¿Qué más podía esperar de una bastarda?Darrel dio un paso hacia ella.—¡Tina, no la llames así! —dijo, alzando la voz con firmeza.Mora, que había permanecido en silencio, alzó la vista. Su rabia latía como un tambor en sus sienes, pero en sus labios floreció una sonrisa amarga.—Tal vez sea una bastarda —dijo con fri
Siete años después.Dylan estaba en el podio, frente a una multitud que incluía a sus socios, trabajadores, la prensa y figuras importantes de la sociedad.Su porte era solemne, pero en sus ojos brillaba el orgullo.—Señores, agradezco su apoyo incondicional. Es para mí un honor nombrar, en este día tan significativo, a mi hijo Darrel Aragón como el nuevo CEO de la empresa Aragón.Los aplausos resonaron como una ola. Darrel subió al podio con paso firme, su sonrisa reflejaba una mezcla de gratitud y determinación.Dio un discurso cargado de inspiración, hablando de los valores y la visión que guiarían a la empresa en el futuro.Al terminar, descendía del podio entre vítores y felicitaciones.Desde un rincón de la sala, Mora lo observaba con orgullo, pero también con el peso de una decisión que estaba a punto de cambiarlo todo.En su mano sostenía un sobre, y aunque su corazón dolía, se repitió una y otra vez:«Es mejor un corazón roto que se cure con amor, a vivir en una mentira cruel»
Darrel soltó la mano de Tina con una mezcla de pesar y resolución.—Tina, yo… —comenzó, pero su voz se apagó como una llama en el viento.—¡Voy a morir, Darrel! —gritó Tina, su tono desesperado, rasgado por la vulnerabilidad—. Ten algo de compasión, por favor…Sus ojos se llenaron de lágrimas, esas que solían manipularlo tan fácilmente en el pasado.Darrel titubeó, su pecho contrayéndose al verla así, tan rota, tan frágil.Una parte de él, aquella que aún guardaba los restos de su amor, quería consolarla, pero no podía seguir engañándose.—Tina… —su voz se quebró un poco antes de continuar, bajando la mirada como si estuviera avergonzado de sus propios pensamientos—. Debo ir con el doctor.El silencio que siguió fue ensordecedor. Tina lo miró con ojos vidriosos, su rostro una máscara de agotamiento y rabia contenida.—¡No te vayas, Darrel! —susurró esta vez, casi como un ruego—. Por favor…Pero él no respondió. Dio un paso atrás, luego otro, antes de girarse y dirigirse hacia la puerta
Las palabras de Mora golpearon a Darrel como un puñetazo en el estómago. Su rostro reflejaba el estupor que lo invadía.—¿Qué estás diciendo? —murmuró, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.Ella mantuvo su mirada fija en la suya, sin vacilar.—Lo que escuchaste, Darrel. Si quieres que salve su vida, tendrás que aceptar mis términos.El silencio que siguió fue ensordecedor, roto solo por el sonido distante de los pasos de las enfermeras en el pasillo.Darrel respiró hondo, tratando de encontrar alguna lógica en la proposición de Mora, pero solo halló confusión y un creciente sentimiento de traición.—¿Por qué harías algo así? —preguntó, finalmente, su voz cargada de incredulidad—. ¿Qué clase de persona chantajea con la vida de alguien?Mora levantó la barbilla, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y algo más profundo, algo que Darrel no pudo identificar del todo.—No soy yo quien traicionó, Darrel. Es Tina quien merece pagar por lo que hizo. Y tú… —hizo una pausa, su t
Mora llegó al hospital con el corazón en un puño. Aunque había tomado la decisión de donar su médula ósea, el peso de lo que eso significaba para su relación con Darrel y Tina la abrumaba.El doctor le hizo un examen exhaustivo y, tras revisar los resultados, le confirmó que la donación sería posible en unos días.Mientras tanto, Darrel permanecía en la habitación de Tina. Ella lucía frágil, con un tono de piel pálido y ojos apagados por el dolor y la enfermedad.Sin embargo, su voz, aunque quebrada, no perdió la intensidad de su súplica.—¡No me dejes, Darry! —gimió Tina, aferrándose a su mano con desesperación—. Sé que cometí un error, estaba cegada por los celos. Temía que Mora te arrebatara de mi lado… Solo quería ser tu esposa, quería que me amaras solo a mí.Darrel cerró los ojos con fuerza, tratando de contener las emociones que le inundaban.—Tina, voy a ayudarte con tus gastos médicos —respondió al fin, con un tono que no dejaba lugar a dudas—. Mora hará la donación de médula
Darrel la sostuvo firmemente en sus brazos, sintiendo cómo el peso de su cuerpo inerte lo hundía más de lo que nunca habría imaginado.Cada segundo que Mora permanecía inconsciente era una puñalada que perforaba la coraza de indiferencia que había construido alrededor de sí mismo.Con cuidado, apartó un mechón de cabello de su rostro pálido, mientras la urgencia latía con fuerza en su pecho.Por un momento, el hombre que siempre había sido frío, distante y calculador se desmoronó. Ante sus ojos no estaba la Mora fuerte y decidida que lo desafiaba con su carácter, sino una mujer frágil.—Mora… abre los ojos, por favor —susurró, casi rogando, mientras sus dedos temblaban al acariciar su mejilla helada.Su desesperación crecía con cada segundo de silencio. No podía quedarse ahí, esperando a que algo cambiara.Al llegar, la acomodó en la cama.—Mora, por favor… despierta.Su mirada se deslizó hacia su rostro.Sus dedos trazaron una caricia en su mejilla, y antes de que pudiera detenerse, s