Los días transcurrían con una lentitud dolorosa para Denzel. Desde aquella noche en el hospital, no había conseguido hablar con Estella. Todos sus intentos de comunicarse con ella habían sido bloqueados; incluso los mensajes que envió quedaron sin respuesta. La indiferencia tecnológica se sentía más cortante que cualquier palabra de rechazo directa.
La única vía de información era Zack, quien de vez en cuando le daba noticias de Estella. La actualización más reciente había sido un rayo de esperanza mezclado con amargura: Estella estaba estable, pero necesitaba permanecer en el hospital una semana más para monitorear la contusión en su cabeza. Las demás heridas, aunque superficiales, requerían seguimiento. Un cirujano plástico trabajaría para minimizar las cicatrices, y según Zack, las secuelas físicas serían casi inex
Denzel estaba en su oficina en DAZCO, rodeado de informes y documentos que había dejado pendientes durante semanas. Finalmente, había conseguido retomar sus labores, gracias en parte a las sesiones de terapia que poco a poco le devolvieron algo de claridad.Se frotó los ojos con cansancio, dejando el bolígrafo sobre el escritorio. Sentía el peso de la fatiga, pero también una pequeña chispa de satisfacción al recuperar la sensación de control sobre su vida laboral.Mientras cerró los ojos unos momentos, las palabras del doctor Hayes regresaron con fuerza a su mente: «Enfrentar su pasado no es un lujo; es una necesidad si quiere avanzar». Había pasado semanas procesando el consejo, sopesando el momento adecuado para confrontar a Aurora. El solo pensar en ello lo hacía sentir vulnerable y agotado, pero también sabía que era inevitable.Un golpe suave en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Su asistente entró con una expresión indecisa.—Señor Taylor, la señorita Carlson está aquí. Dic
Una semana había pasado desde que Denzel regresó de su encuentro fallido con Estella. En todo ese tiempo, no había salido de su casa. Las persianas estaban cerradas, y el aire cargado del apartamento hablaba de un hombre sumido en su propio abismo. La pila de platos sucios en el fregadero, el desorden de ropa en el sofá y las botellas vacías que había acumulado desde los días más oscuros de su depresión reflejaban el estado de su mente.No fue el alcohol esta vez lo que lo mantuvo en un estado letárgico, sino la pura ausencia de voluntad. Había cumplido su ciclo: había enfrentado a Aurora, había admitido sus fallas, y había perdido a Estella.No quedaba más por hacer.O al menos, eso era lo que se repetía mientras permanecía sentado en el sillón, mirando al vacío con los ojos hundidos y sin brillo.La preocupación por Denzel había ido escalando entre su círculo cercano. Alice, quien había evitado hablarle desde el accidente de Estella, finalmente decidió que era hora de intervenir. Au
El sol de la mañana se filtraba perezosamente por las rendijas de las persianas, llenando la sala con una luz tibia que apenas lograba suavizar el ambiente cargado. Denzel estaba sentado en el sofá, con la laptop frente a él. La pantalla brillaba intensamente, mostrándole la lista interminable de mensajes que había recibido en su cumpleaños. Su mirada estaba fija en un archivo en particular, destacado entre los demás.El mensaje de Estella.Habían pasado dos días desde que Alice lo visitó y lo sacó, aunque fuera momentáneamente, del agujero negro en el que estaba sumido. Durante ese tiempo, había buscado entre los cientos de felicitaciones y videos que había ignorado el día de su cumpleaños, revisando uno tras otro con una mezcla de ansiedad y aprehensión. Finalmente, lo había encontrado: un archivo con el nombre de Estella en el asunto.
Denzel ajustó el cuello de su abrigo mientras salía de su auto, el aire otoñal de noviembre envolviéndolo con una brisa fría que cargaba las hojas secas del pavimento. Habían pasado cinco meses desde aquel día de su cumpleaños, cinco meses desde que vio el mensaje de Estella.En ese tiempo, había asistido a terapia de manera constante con el doctor Hayes, un compromiso que, aunque arduo, había comenzado a darle una sensación de estabilidad.Sin embargo, aquella mañana se sentía particularmente decaído. Estas fechas le recordaban el caos del año anterior, cuando su relación con Estella había llegado al borde del abismo. Los recuerdos lo golpeaban con una fuerza que intentaba mitigar con ejercicios de respiración que el doctor le había enseñado. Aún así, la melancolía se filtraba en sus pensamientos como un invit
El aire otoñal envolvía El Jardín, el rincón favorito del club de Thomas y Kiet. La noche estaba iluminada por luces cálidas que colgaban de las ramas desnudas de los árboles, y un suave murmullo de conversaciones y risas llenaba el ambiente. Denzel sostenía una cerveza helada entre las manos, girándola lentamente mientras sus pensamientos divagaban en un lugar lejano.Habían pasado casi dieciocho meses desde que Estella se fue a Francia, y aunque el tiempo había suavizado las heridas, no las había cerrado del todo. Había aprendido a seguir adelante, pero no había un día en el que no pensara en ella, en cómo estaría y si alguna vez lo habría perdonado realmente. Sin embargo, esa noche, la compañía de Thomas y Kiet le ofrecía un respiro. Los tres se habían convertido en una especie de equipo inusual, unidos por sus propias luchas y
El brillo del sol se reflejaba en las copas de champán que Alice y Denzel sostenían mientras miraban desde el balcón a los invitados que llegaban a la capilla. Había pasado más de dos años desde la noche del accidente de Estella, y la vida había seguido su curso. Aunque las cicatrices emocionales de aquel evento seguían presentes, también habían sanado lo suficiente como para que Denzel y Alice recuperaran su antigua dinámica de hermanos cálidos y sarcásticos.—Mira a Mona —dijo Alice, señalando con un gesto de la cabeza hacia una figura que descendía por las escaleras de la capilla con un vestido largo color esmeralda—. Parece salida de una revista de modas.Denzel sonrió ligeramente, dando un sorbo a su bebida.—Rani tiene buen ojo para las damas de honor. Eso explica por qué somos los padrinos, para equilibrar.
Los fuegos artificiales explotaban en la noche dibujando hermosas siluetas de luces, el espectáculo arrancaba ‘oh’ y ‘ah’ de los espectadores que, tomados por sorpresa, muchos ni siquiera tuvieron oportunidad de sacar sus móviles para grabar.El Paseo del Río era uno de los lugares más románticos de la ciudad, una zona especial de más de dos kilómetros en el que el río se abría en un ancho canal, permitiendo que los barcos navegaran plácidamente, dándole a los pasajeros la oportunidad de disfrutar de las vistas de los rascacielos a lo lejos, mientras la orilla estaba rodeada de frondosos árboles que flanqueaban los caminos empedrados.Restaurantes para parejas, parques con espacios para picnics, caminos adornados con flores, los árboles frondosos y verdes llenos de vitalidad, los muelles ubicados estratégicamente a lo largo de la orilla, todo era perfecto en ese lugar, el mejor sitio para tener una cita, proponer matrimonio, dar una sorpresa, o… encontrarse con un viejo amor.Estella
Denzel Taylor era un prometedor emprendedor en el mundo de los video juegos e innovaciones de hardware y software. Lejos de ser un magnate, tenía una decente cuenta bancaria y cierta fama en el círculo tecnológico.Proveniente de una familia acomodada, Denzel no tenía un pasado lacrimoso que explotar para hacerse popular, tampoco era como que importase, en realidad, lo único que siempre quiso hacer fue diseñar videojuegos y venderlos, una aventura que comenzó desde la preparatoria y con la cual llevaba quince años trabajando.Sin embargo, a pesar de no ser el gigante del mercado, era una presencia conocida, pues no solo se dedicaba a los videojuegos, una vez finalizó la universidad y durante los últimos años de estudio, ya se había aventurado al diseño de tarjetas de video, memorias, discos y demás, incluidos algunos programas ―la mayoría de ellos relacionados a los