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Desde aquel día en el parque, una extraña obsesión por ver las manos de las personas se había apoderado de Jasmine. Y no había sido en vano. Algo estaba sucediendo. En muchos de los lugares a los que iba, sentía como si alguien la vigilara y poco después notaba el anillo de matrimonio en alguna persona.
Definitivamente eran ellos, las personas de las que tanto quería escapar. Jasmine había pasado noches enteras buscando una razón alternativa para que la buscaran y la vigilaran. Había encontrado una: el maletín. Esos papeles arrugados que guardaba tenían información tan letal para ellos, que era mucho más probable que fuera eso lo que buscaran, y sospechaban que Jasmine los tenía. Después de todo, ella era la confidente de la autora de esa información, la madre de la pequeña de los rizos caoba.
No tenía sentido quedarme en el restaurante solo, así que regresé a mi casa después de pagar la cuenta. En el corto camino estuve absorto en la intriga. ¿Ese hombre estaba relacionado con Scarlett? ¿Por qué el cambio tan repentino de actitud? Eso no tenía buena pinta. ¿Quién era Scarlett realmente? Dado que había regresado mucho más temprano de lo acordado, mis padres aún no llegaban, así que, aunque dudé unos momentos, me dirigí hacia su cuarto. Supuse que de todas formas tardarían en llegar. El escritorio de mi madre ahora estaba un poco más ordenado, pero no se había esforzado mucho para que quedara limpio. Los papeles estaban en una pila y la computadora portátil a un lado, cerrada y con el cargador conectado. La tentación de verlos era bastante alta, pues después de todo lo que había pasado me había olvidado de aquel asunto. No obstante, ese día en espec
Los días que siguieron pasaron tranquila y rutinariamente. Las tareas y clases iban y venían, mis amigos y yo alternábamos nuestros tiempos libres entre los robles y la cafetería. Poco a poco la tensión que había surgido de la situación de Scarlett y Andrea se fue disipando. Comencé a convivir más con Scarlett, quien se mostraba mucho más confiada y cariñosa conmigo. En cambio, Andrea y yo habíamos dejado de interactuar por completo, pues de cierto modo, nos evitábamos mutuamente. Me entristecía haber roto de manera tan abrupta la relación que empezaba a tener con aquella chica. Pero tras pensarlo mucho, tenía razón; yo no tenía claro lo que sentía, y respetaba su decisión de no involucrarse en un triángulo amoroso del que nada bueno salía. Sin embargo, no podía evitar extrañarla un poco. Después de todo, me la pasaba muy bien cuando conversábamos. Casi no supe nada de ella durante esas semanas, hasta que
"Barcelona, allá voy" decía la descripción debajo de la foto de un boleto de avión con demasiados filtros. La fecha de salida era de ese día. Andrea había subido varias fotos acerca de su viaje. Deseé por un momento que me hubiera podido despedir de ella. Toqué el botón de "me gusta", como si fuera una manera de desearle suerte.Cerré Instagram y bloqueé mi teléfono para seguir estudiando. Tenía poco tiempo, pues había pasado casi todo el día ayudando a limpiar el desastre de la noche anterior. El lunes comenzarían nuevamente dos pesadas semanas de exámenes parciales, los últimos del semestre.Tras una hora de estar revisando mis apuntes de Lengua y Literatura, me llegó el recuerdo de la chica que había visto escribiendo, y
Me tomé un segundo para procesar la idea de que verdaderamente estaba mirando a Alison y no a una chica muy parecida a ella. ¿Qué hacía ella ahí? Hacía casi dos años que no sabía nada sobre su vida. Cuando recuperé el sentido de la realidad, intenté pasar de largo, fingiendo que no la había visto. Pero para mi mala suerte, cuando terminó de darle su boleto al chico que los estaba recibiendo, su mirada se cruzó con la mía, que estaba justo frente a ella. Noté que a ninguno de los dos le agradó la sorpresa. Desvié la mirada y seguí mi camino, esperando no volver a encontrarme con ella. Esperanzas que fueron en vano, pues cuando salí del baño y me dirigí hacia mi mesa, el corto cabello castaño claro de mi exnovia se destacó entre los que estaban sentados en las mesas vecinas. Alison se encontraba en la silla más cercana a la mía. ¿Qué probabilidad había de que justo hubiera terminado en ese lugar? Uno entre
Scarlett había llegado al continente apenas tres días antes de entrar a clases, por lo que no había tenido tiempo de nada más que de acomodarse y descansar. No obstante, se sentía feliz. Estudiar en un país latinoamericano le parecía algo exótico y emocionante. Además, México había sido su elección pues era la oferta más lejana de su país natal. Era su deseo alejarse lo más posible del ambiente en el que había crecido. La alarma sonó a las cinco y media de la mañana y ella se levantó temerosa. Era su primer día oficial en aquel país que le era completamente desconocido, cuyo idioma apenas hablaba y estaba sola. Pronto la familia con la que se quedaría la recibiría. Mientras, su madre le había pagado la primera semana en un hotel bastante decente. Realizó la rutina que acostumbraba en Londres: bañarse, vestirse y tomar un ligero desayuno. Después, tomó el transporte en el lugar adecuado
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲ "Cobardes, como siempre." pensó Jasmine al ver la nota. Debió saber que esa tranquilidad no iba a durar mucho. Por suerte, tenía unos modestos ahorros guardados, por cualquier emergencia. Ahora Sydney ya no era un lugar seguro. Suspiró, tomó un encendedor, y salió al balconcillo a quemar el papel y el sobre. Cuando volvió a entrar al departamento, se sentó en el escritorio, frente a su ordenador. Abrió internet, buscando vuelos próximos. Huirían de nuevo. —¿Jassie?— oyó la delicada voz de la pequeña, llamándola. Venía con su cuaderno en las manos, los ojos brillosos y una sonrisa sincera. —
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✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧TONY✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧ En la mañana del veinticuatro de diciembre, me desperté bastante temprano. El clima helado me calaba en los huesos. La única despierta en la casa era mi madre, que leía una novela policíaca que yo le había recomendado. Cuando bajé con mi ropa térmica, botas y una chamarra gruesa, me miró por encima de sus finísimos anteojos para leer. —¿No te cansas?— le dije de mofa, haciendo referencia a la novela. —A veces una tiene que ejercitar la mente con cosas que no son realidad. Y qué decirte, está buenísima. —Yo te la recomendé, obvio que va a estar buenísima. Y espera a que llegues al penúltimo capítulo.— respondí, con una pedantería bromista. Último capítulo