Probablemente así se sentía la muerte.
Infinita.
Oscura.
Vacía.
Pudieron haber pasado siglos, décadas, años, meses, días, horas o minutos hasta que volví a la vida.
Desperté en un lugar en el que jamás había estado. Me encontraba recostado en una cama. Las paredes del cuarto eran de un amarillo brillante. Todo estaba ordenado y limpio. Había un tocador con numerosos objetos encima. Miré las colchas que me cubrían, verde limón. También había una lámpara con estampado de flores junto a mí, en una mesita de noche con un reloj digital en él, que marcaba las 11:34 de la mañana. Mis lentes descansaban, perfectamente limpios, sobre una toalla facial roja. No habían sufrido ningún daño, por algún milagro. Estiré uno de mis brazo
—Y pues hoy decidí no ir a clases para… cuidarte, porque mis papás tenían que trabajar, y mi hermana tiene ocho años.— dijo por último, finalizando su relato. Me tomé un par de segundos para que mi adolorido cerebro procesara todo lo que me había dicho. No me salía palabra de la boca, y sólo podía mirar sus oscuras pupilas con los labios entreabiertos. Nunca nadie había hecho tanto por mí. Era abrumador el halago que sentía. Puse toda mi maquinaria mental a descifrar qué responder. Un simple gracias resultaba en un insulto para alguien que prácticamente me había salvado la vida. Mis labios se curvaron en una sonrisa inconsciente. Tartamudeé antes de intentar hablar. —Yo… yo no sabría cómo agradecerte… dime cuánto tiempo quieres que haga tu tarea, por favor Es más, si quieres yo me encargo de que te gradúes...— co
El resto de las horas hasta que dieron las cinco de la tarde transcurren como un sueño que se queda grabado en mi memoria por su belleza. Elegimos una película apocalíptica, tan mala, que a ambos nos terminó doliendo el estómago por la risa. Andrea hizo dos bolsas de palomitas que devoramos en poco tiempo y sacó dos cartones de jugo de frutas que acompañamos en lo que duró la película. Después, dado que mi dolor corporal se había disipado lo suficiente como para moverme de la cama, me levanté y demoré ocho minutos en llegar a la sala, donde ella colocó su consola de videojuegos y me entregó uno de sus controles. Pasamos un buen rato jugando, hasta que el coche blanco de mis padres se asomó por la ventana. Andrea los recibió, y al instante estaban en la sala. Me alegré de verlos, pues no me había percatado de cuánto los había extrañado. Ellos me hablaron sobre lo preocupados que habían estado, pues h
✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧SCARLETT✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧Salí de la casa de Tony con el estómago lleno. Él se había quedado con hambre pese a que había comido más que yo. Me volví a ver la residencia, blanca por dentro y por fuera, antes de seguir mi camino. No podía creer que realmente estuviera ahí dentro, a solas con él. El jardín estaba lleno de geranios, las flores favoritas de Elena, su madre. El olor a limpio impregnaba el aire, las medallas y reconocimientos deportivos y académicos del chico llenaban las paredes, acompañados de fotos de la familia. Una de ellas en particular, se quedó grabada en mi mente. En ella, salía Tony en un traje sastre negro mirando un ventanal con las manos entrelazadas apoyadas en un barandal a la altura de su pecho. El cabello castaño le formaba ondas ligeras, los o
✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧TONY✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧✧Algunos de los que me conocían me miraban con curiosidad cuando bajaba del camión. El chisme de lo que había pasado entre Marco y yo debía estar bastante esparcido, aunque no tanto como para que toda la escuela supiera. Había tanta gente que era imposible que todos lo supieran.Sin quitarme los audífonos que reproducían Labios Rotos de Zoé, me dirigí al jardín detrás de los laboratorios, donde solía ir para estar con mis amigos de vez en cuando, o para hacer tareas de último momento. En el camino, las puntas moradas características del cabello de Andrea volaron en mi campo de visión. Corría hacia algún lugar,
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲ Jasmine había conservado extremadamente bien el maletín café. Las hojas aún estaban arrugadas, vestigio de la humedad de aquella noche. Había pasado ya mucho tiempo, unos cuatro inviernos. Habían sido unos de los años más tranquilos de su vida, sin huidas apresuradas, sin la necesidad de estar vigilando sus espaldas o de fijarse en que cada cosa que hiciera no revelara su terrible error. Hasta que a finales de un cálido otoño, cuando Jasmine estaba con la pequeña jugando en el parque, una sensación extraña la invadió. Como si alguien la estuviera siguiendo. Serían las ocho de la noche, hora en la que ya no había demasiada gente fuera de casa. Sin embargo, ese día no estaba tan desolado como lo habitual. Había varias personas deambulando por los alrededores del parque, todos adultos. Jasmine le hubiera restado importancia,
✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲✲ Desde aquel día en el parque, una extraña obsesión por ver las manos de las personas se había apoderado de Jasmine. Y no había sido en vano. Algo estaba sucediendo. En muchos de los lugares a los que iba, sentía como si alguien la vigilara y poco después notaba el anillo de matrimonio en alguna persona. Definitivamente eran ellos, las personas de las que tanto quería escapar. Jasmine había pasado noches enteras buscando una razón alternativa para que la buscaran y la vigilaran. Había encontrado una: el maletín. Esos papeles arrugados que guardaba tenían información tan letal para ellos, que era mucho más probable que fuera eso lo que buscaran, y sospechaban que Jasmine los tenía. Después de todo, ella era la confidente de la autora de esa información, la madre de la pequeña de los rizos caoba.
No tenía sentido quedarme en el restaurante solo, así que regresé a mi casa después de pagar la cuenta. En el corto camino estuve absorto en la intriga. ¿Ese hombre estaba relacionado con Scarlett? ¿Por qué el cambio tan repentino de actitud? Eso no tenía buena pinta. ¿Quién era Scarlett realmente? Dado que había regresado mucho más temprano de lo acordado, mis padres aún no llegaban, así que, aunque dudé unos momentos, me dirigí hacia su cuarto. Supuse que de todas formas tardarían en llegar. El escritorio de mi madre ahora estaba un poco más ordenado, pero no se había esforzado mucho para que quedara limpio. Los papeles estaban en una pila y la computadora portátil a un lado, cerrada y con el cargador conectado. La tentación de verlos era bastante alta, pues después de todo lo que había pasado me había olvidado de aquel asunto. No obstante, ese día en espec
Los días que siguieron pasaron tranquila y rutinariamente. Las tareas y clases iban y venían, mis amigos y yo alternábamos nuestros tiempos libres entre los robles y la cafetería. Poco a poco la tensión que había surgido de la situación de Scarlett y Andrea se fue disipando. Comencé a convivir más con Scarlett, quien se mostraba mucho más confiada y cariñosa conmigo. En cambio, Andrea y yo habíamos dejado de interactuar por completo, pues de cierto modo, nos evitábamos mutuamente. Me entristecía haber roto de manera tan abrupta la relación que empezaba a tener con aquella chica. Pero tras pensarlo mucho, tenía razón; yo no tenía claro lo que sentía, y respetaba su decisión de no involucrarse en un triángulo amoroso del que nada bueno salía. Sin embargo, no podía evitar extrañarla un poco. Después de todo, me la pasaba muy bien cuando conversábamos. Casi no supe nada de ella durante esas semanas, hasta que