Nagy en el medio de sus deseos, en parte por el afrodisiaco y más por las ganas que le tenía a su compañero, decidió, que después de esta hora, verían que hacer con su vida, pero ahora mismo, quería que Michael la tocara, aunque fuese por última vez. Volvió a bajar la cabeza y sin ninguna resistenc
- Mmm, ¡aahhhh! – no pudo evitar gemir cuando se sintió por completo llena. Michael no perdió mucho tiempo en más juegos, cuando los cuerpos de ambos pedían a gritos liberación. Tomó su rígido miembro y penetró la entrada mojada de su mate, que lo recibió lujuriosa, como una boca que se moría por
Se imaginaba que con el celo de Michael y el llamado nudo de los hombres lobos, vería arcoíris de colores. La quietud del pasillo, les llamó de repente la atención. Las personas de la habitación, se habían ido en algún momento y eso indicaba, que ya se les había acabado el tiempo y era momento de
El león le había mandado a un sirviente que los localizó en el sitio donde le dijo a Michael que se escondiera. Los guio, hasta un pasadizo secreto que los llevaría a las afueras del castillo, en los jardines exteriores y en penumbras, a salvo de ojos curiosos. El sirviente los miró un poco raro
- ¿Cómo me encontraste? – de repente quiso saber - El mismo hombre lobo por el que pensabas dejarme, acaba de delatarte al mostrarse. - Lo vi saliendo del bosque y supe que estabas cerca – respondió recordando, como estaba buscándola, loco, desesperado, cuando vio salir de entre los árboles, esca
Michael asechaba en las sombras como el depredador que era. A pesar de su odio ciego, al ver toda la seguridad alrededor de Elizabeth, entendió que no sería tan sencillo. De solo ver su cara sonriente y cínica, sus risos rubios que la hacían parecer angelical, cuando no era más que una hija de su
Solo ganaba tiempo, mirando nerviosa hacia su escolta, que estaban desesperados intentando romper el hechizo de bloqueo, que Michael les había puesto en la entrada. Como siempre, ella misma se tendría que salvar, menos mal que nunca confiaba en nadie y siempre tenía su plan B disponible. - Elizabe
Nagy sentía que daba vueltas y más vueltas, que una frialdad se metía por dentro de los huesos y la estaba asfixiando. Sus pulmones se ahogaban, no podía respirar. Entonces, de nuevo, un sorbo de aire y luego, remolinos y oscuridad. Abrió los ojos de repente, gritando y respirando agitada. Le do