Un hombre favorecido por Dios era hecho tan delicadamente que hasta sus manos eran arte.

Jane abrió los ojos y miró a Sean quien estaba de pie al final de la cama. Sus dedos largos y delgados desabrochaban los botones de su camisa blanca.

Ella retrocedió reflexivamente hasta que su espalda golpeó la cabecera de la cama. Los ojos entrecerrados del hombre estaban fríos. Él la miraba desde arriba mientras sus dedos desabrochaban sus botones a toda prisa. No importa cuánto ella retrocedió, el hombre al pie de la cama mantuvo su expresión fría en su rostro. Él no estaba molesto.

Ella miró inconscientemente la puerta abierta de la habitación. Luego, se levantó, salió de la cama y corrió hacia la puerta.

Desafortunadamente, en el momento en que sus pies tocaron el piso, fue atrapada una vez más.

Sean se paró al pie de la cama y la agarró del hombro con una mano. La presionó contra el colchón. Él estaba controlándola y manteniéndola cautiva para que no se levantara. Su otra mano estaba en