Sebastian
Grito furioso. Ella niega, se acerca a mí y se abalanza, sus manos me rodean por mi cintura. Intento separarme, pero ella se aferra, si uso la fuerza, la lastimaré..."No más de lo que ella lo ha hecho, Sebastian." Cierro los ojos e intento pensar fríamente.
Su rostro sale de su escondite y me mira, su respiración se altera, trago saliva, su cuerpo es cálido, su cuerpo ha dejado de temblar...
— ¿Nos recuerdas? —susurra, se humedece los labios, su respiración se altera un poco más, sus manos dejan de aferrarse a mi cuerpo, aquellas manos que amé con locura comienzan a acariciarme poco a poco, mi piel se eriza a su toque, a su movimiento, mi cuerpo ahí está, pero es como si no lo estuviese, no se mueve, solo siente. Mi hambre por ella sale de algún rincón, la levanto y la lanzo a la cama, me pongo encima de ella
Molly Sus ojos azules brillan, sus labios se entreabren para tomar aire, su pecho sube y baja, espera una respuesta, una verdadera respuesta, ¿Cómo tomarla cuando me ha tirado en mi cara que ha roto su compromiso por mí? ¿Cómo? ¿Cómo se atreve a decir eso? ¿Se supone ahora que yo tengo que cargar con eso? ¿Con la culpa de romper un compromiso ajeno? Me suelto de su agarre, él espera ansioso mi respuesta. —Creo que no es el momento para hablar. —me siento abrumada y sorprendida. El hombre ha dicho finalmente que tiene sentimientos por mí, ¿Y tú Molly? Sí, lo he aceptado en los viñedos, mi fantasía de hace años, ha traspasado todo, ahora, el hombre por el cual fantaseaba y que le he entregado mi virginidad de una manera que no pude controlar, mi cuerpo era un imán hacia el suyo, lo acepto, no pensé, solo me di la oportunidad de sentir, aunque muchos hubieran pedido flores y corazones, una
Henry Detengo el auto en el parking del hotel donde me hospedo con Alexandra, no me bajo, pienso si tengo que regresar y hablar directamente con la madre de Molly o esperar a mañana. Cierro mis ojos y dejo caer mi cabeza contra el respaldo de mi asiento. Suelto un largo suspiro, todo ha pasado tan rápido que no me puse a pensar en Molly, mis celos me han segado, ¿Desde cuándo soy así? ¡Nunca lo he sido! Tengo que pensar detenidamente cada paso, no quiero ocasionar a Molly. Bajo del auto y me dirijo al elevador, subo y en unos minutos más llego al último piso, deslizo la tarjeta y la puerta se abre, cuando la cierro a mi espalda, abro mis ojos con sorpresa, está Alexandra con todas sus maletas hechas a un lado del sillón que adorna la suite. Dejo la tarjeta en el cuenco de cerámica, luego las llaves del auto, camino hasta el mueble de las bebidas. — ¿Siempre te marchas? —le pregu
Henry Después de despedir a Alexandra en el aeropuerto para que tome su vuelo a Londres, noto algo en su mirada, algo que no se atreve a decir, quizás, no sea el momento o el tiempo, pero lo que si me ha quedado claro es que, dentro de ella, oculta algo, lo pude ver en su mirada, así como también esa determinación y eso...me pone un poco nervioso. Voy en el camino pensando la breve historia de lo que nunca me ha dicho en esos cuatro años que estuvimos juntos, y sinceramente en su momento no tenía interés por saber quién era su ex novio, pareciera que le doliera hablar de ello. Así que seguí... Paso por empresas Goldberg, aún es sábado, algo tarde, así que descarto el ir a casa de Molly, lo que menos quiero es aumentar el problema. Me hago una nota mental de ir temprano por un pequeño arreglo e ir directamente a casa de ella,
Molly Mi mirada está perdida en algún punto del vitral de colores de la ventana frente a nosotras, escucho a lo lejos el sermón del padre Ernest, quien jubiloso como todos los domingos, se presenta ante los feligreses. Bajo mi mirada a mi regazo donde tengo mis manos descansando, cierro por un momento mis ojos, pero siento un golpe discreto en mi brazo y cuando levanto mi mirada hacia mi madre, ella niega, le digo sin palabras "Lo siento", intento prestar atención, en serio que lo intento, pero casi no he dormido, me levanté a media madrugada jadeando, entre sudores, mi cuerpo temblaba como una locomotora, no, no soy dramática, pero es la primera vez que algo así me pasa, estaba húmeda, mis pezones erectos y mi piel estaba como de gallina, erizada al grado que dolía, había tenido un sueño húmedo con Henry, pero parecía tan real. No es como esas fantasías que he tenido anteriormente antes de conoc
Henry Trago saliva con dificultad cuando subo al auto, con la mano temblorosa lo enciendo, arranco lejos, quiero tranquilizar mis celos, la ira que sale de algún lugar, nunca había sentido esto, nunca había me había sentido como un vil pendejo. Escucho que suena mi móvil, miro fugaz la pantalla, es Sebastian, lo paso al altavoz del auto. — ¿Puedes bajar la velocidad? —suelto una risa sarcástica. —No. No puedo. Quiero estar solo, Sebas. —Así no pienso dejarte. Tienes que hablar con Molly. —No quiero hacerlo. —gruño. — ¡Baja la puta velocidad o los dos nos estrellaremos! —grita por el altavoz. Reacciono por un momento, miro por el retrovisor, efectivamente Sebastian viene detrás de mí, suelto un largo y frustrante suspiro, apr
Henry —Sí, pero tú eras más importante. —Y te agradezco todo lo que hiciste, nunca te lo he dicho, mi mudanza, luego cuando regresé hace cinco años, tú estabas apenas mudándote a Londres, yo me fui, hasta que regresaste por lo de nuestro abuelo es que tenemos tiempo de hablar. —Lo sé, todo ha sido una montaña rusa… —No eres el único…—dice terminando su bebida. — ¿Entonces? La mujer…—él niega. — No, primero dime, ¿Qué secreto de nuestro abuelo es del que te has enterado? —no sé si decirlo, ¿Y si hay más y Sebastian no sabe este? —No lo pienses. —Le había dicho al abuelo que quería hacer un vino con el nombre de nuestra madre, que tenía ya unos terrenos, que sembraría la uva para el proyecto, pero él se negó, discutimos, nos g
Molly Y es este momento que cruzo esa “línea de fuego” entre los dos, un sincero “Cariño”, el escucharlo de su boca hace momentos atrás me había congelado en mi lugar. Había caído un pequeño velo entre mis sentimientos, mi mente hizo revolución, sentí como si me traspasara y antes de desaparecer, dejara ese rastro de calidez en mí. — ¿Cómo? —Henry balbucea, no retiro mi mirada de la suya. —Eso que has escuchado, no veo por qué tenga que frenar por más tiempo mis sentimientos, una fantasía se hizo algo más, algo…intenso, pensé qué…—las palabras se atascan en medio de mi garganta. Bajo la mirada a mis manos que descansan contra su pecho, su agarre deja un frío al ser retirado de mi codo, su dedo levanta lentamente mi barbilla, encontrando de nuevo esos ojos azules, con una chispa indescriptible. — ¿Pensaste qué? —me invita a ter
Molly Me despido de Ian en el taxi, me vuelvo hacia la entrada y mi madre está de brazos cruzados. —Te hubieras llevado tu auto. —dice mientras da un sorbo a tu café. Está sentada en el columpio de madera, en su regazo tiene una frazada de tejido. —No encontré las llaves. —sé por qué ha sido así. —Yo las vi colgadas en su tablero donde sueles dejarlas. —tomo aire e intento tranquilizar la molestia que me invade. Subo los escalones y me detengo en la entrada del porche. — ¿Qué les has dicho a Sebastian y a Henry? —ella arquea una ceja. —Nada que no fuese cierto. —arqueo una ceja. — ¿Y que fue eso según tú? —ella sonríe. —Que estás saliendo con Ian. —Suelta un suspiro—Que es un buen partido y q