Sebastian Goldberg
Vivian sigue dormida, dejo indicaciones al personal de la casa de no dejarla salir mucho menos en su estado, les informo que regresaré en un par de horas. Subo al auto, tengo el corazón latiendo a toda prisa, no sabía cómo decirle a Alexandra esa noticia. Sabía que la iba a destrozar.
Después de manejar, estaciono el auto afuera del gran edificio de salud mental que estaba a las afueras de la ciudad. Veo el auto del abogado, bajo y me acerco a él quien al verme se baja.
—Sebastian. —me saluda. —Mi sentido pésame.
—Gracias. —por un momento nos miramos, él baja la mirada a la carpeta que tiene en sus manos.
—Aquí está el pase, tienes poco tiempo para verla, ya sabe el
Sebastian Goldberg Cargo a Evelyn en mi brazo, le ayudo a poner una rosa blanca sobre el féretro de Pharell, la bajo, ella toma mi mano y recarga su pequeña cabeza a mi cuerpo. Sé qué no entiende a su corta edad lo que está pasando, pero ella pareciera sentir en silencio lo que está sucediendo, su pequeña cara muestra total seriedad. El pastor da unas palabras de consolación, los conocidos de Pharell, allegados de Vivian, estaban acompañando el momento. Vivian está a mi lado, solloza, deja una rosa, luego se acerca al pastor para decir unas palabras. —Gracias por acompañarnos en un momento tan duro para mí y el resto de mi familia—mira en mi dirección, luego mira el féretro. —Hoy, despido a mi compañero, a mi esposo, a mi mejor amigo, el homb
Emily Hanson —Y aquí tiene el reporte, doctora Hanson. —me entrega la enfermera unas hojas. —Gracias, Laura. —hago revisión de rutina, me detengo en la última paciente, una señora ya mayor de edad, había tenido una operación de cadera, finalmente en un par de días iba a ser dada de alta. —Oh, Emily…—escucho que me llama, sonrío al ver su sonrisa en su rostro con arrugas bien marcadas. —Pensé que estaría dormida. —ella niega. —No tengo sueño. Se ha ido mi esposo a cenar algo a la cafetería, lo espero. —Bien, tiene que descansar, recuerde, necesita reposo absoluto. —Lo sé, niña
Sebastian Goldberg Salgo de ducharme, me seco el cabello cuando escucho el tono de llamada, busco el móvil que está en la mesa de noche, no alcanzo a contestar, veo que es Emily, sonrío como un loco enamorado. Le regreso la llamada, pero me suena ocupado. Espero a que vuelva a llamar. Me pongo mi pijama, había trabajado por la mañana en el despacho, había jugado con Evelyn el resto del día, quedó rendida en el gran sofá mientras de fondo se escuchaba sus caricaturas favoritas. Pasé por su habitación y estaba totalmente dormida. Bajo las escaleras para ir a tomar un vaso de agua, envío un mensaje a Emily preguntando que si todo bien, pero no recibo una respuesta, miro la hora, debe de estar en su último tiempo de guardia. Estaba ansioso, ya tenía varios días sin verla, no habíamos habl
Sebastian Goldberg —Señor Goldberg, aquí tiene lo que me ha pedido esta mañana. —dice Helen, acepto la carpeta. —Gracias.—le doy una hojeada, Helen se retira, detengo lo que estoy haciendo, me dejo caer en el respaldo de la silla. Cierro los ojos y pienso en lo de anoche con Emily. El pitido del conmutador me hace regresar a la realidad, fuera de mis pensamientos, presiono el botón.— ¿Si? —Señor Goldberg, tiene visita.—arrugo mi ceño, no estaba programado algo. — ¿Quién es? —Es el senador Hanson—arqueo una ceja, eso me recordó lo de hace el fin de semana en Los Hamptons. —Qué pase. Gracias, Helen, que nad
Emily Hanson Estoy recostada en el gran sofá de la estancia, Evelyn la tengo rodeada con mis brazos, una de sus pequeñas piernas encima de mi cadera, se ha quedado dormida después de que jugamos por horas con sus muñecas y la pequeña cocina de juguete. Cierro los ojos por un momento, solo escucho la respiración de Evelyn, luego el ruido de la televisión encendida en las caricaturas. —Señorita Hanson. —escucho mi nombre casi en un susurro, abro mis ojos y veo al ama de llaves de Sebastian y niñera de Evelyn. — ¿Sí? —susurro para no despertar a la niña. —Tiene llamada del señor Goldberg. —ella se acerca y me entrega el teléfono inalámbrico, le agradezco, con cuidado de no moverme mucho, pon
Sebastian Goldberg —Señor Goldberg—escucho al hombre de seguridad cuando me dirijo al elevador, había terminado todo y estaba listo para irme a casa. — ¿Sí? —se acerca a mí. —Creemos que lo vigilan.—levanto ambas cejas, luego arrugo mi ceño. — ¿Quién? —el hombre de seguridad se tensa por un momento. —Estamos en proceso de investigación. Como el encargado de la seguridad suya, le recomiendo que use la camioneta blindada y deje su auto aquí en la empresa. —Pero ¿Cómo saben que podrían estarme vigilando? —Se estacionó una camioneta del otro lado de la acera en l
Emily Hanson Siento como mi alma cae a mis pies, bajo de la camioneta blindada con un fuerte temblor, tengo a Evelyn colgada a mi cuerpo con fuerza, mis manos la sostienen con firmeza, no quería que me viera asustada, no confiaba en nadie para dejarla a cargo cuando recibí la llamada de que Sebastian estaba grave en el hospital. No sé cómo tenía la fuerza para mantenerme de pie ante esta situación. El amargo sabor del pánico aun lo tenía en mi boca. El jefe de seguridad de Sebastian junto con otro grupo de hombres me escoltan al interior del hospital, llegamos al piso dónde lo están atendiendo, intento buscar información, pero me dicen que aún no la tienen, me siento en la sala de espera, rodeo a Evelyn, está callada, es como si estuviera al tanto de la situación de su padre, la abrazo a mí
Emily Hanson Las puertas del elevador se abrieron ante mí, estoy decidida a lograr que Sebastian sea operado por el mejor doctor. Apreté mis dientes con fuerza, tomo aire y lo suelto lentamente. —Señorita Hanson—el hombre de seguridad me saluda, hago un movimiento de barbilla en respuesta. —¿Y mi padre? —el hombre me mira, sé qué debe de estar al tanto de la situación. —En su despacho, me dejó dicho que cuando llegara usted la llevara ante él. Estoy a punto de cruzar esa delgada y fina línea entre mi familia y yo, hace años atrás lo había hecho cuando su poder estaba encima de mí, aplastándome al grado de asfixiarme, había alzado la voz, había sido