Erick no dijo nada después de la reunión que tuvo con Anna y Daniel en la hacienda en la que estaban viviendo ahora. Una hermosa hacienda a cientos de kilómetros de algún lugar en alguna ciudad de algún estado de Estados Unidos al que Erick desconocía. Un hombre de seguridad de Anna, le retiró la capucha, Erick abrió sus ojos e intentó adaptarse a la luz del ambiente, el tiempo se había ido bastante rápido, este bajó y miró la misma pista a la que había llegado hace un par de horas, miró a su alrededor, pero no había ningún alma, más que la de él y los que venían en la camioneta blindada.
—Señor Milton. —Erick se giró al hombre que le había llamado, este le entregó el maletín que cargó al llegar.
Carolina miró de nuevo los documentos que había dejado frente a ella en la gran mesa del comedor, su labio terminó de temblar cuando se llevó la mano asu boca. Su cabeza era una revolución de preguntas, de dudas, pero todo eso fue interrumpido cuando entró al lugar, Cecilia. Carolina miró su rostro de preocupación. —¿Ahora te ha mandado para obligarme de alguna forma a firmar? —Cecilia negó lentamente. —¿Y entonces? —Carolina se refirió a su presencia de último momento. —Quiero cerciorarme que coma bocado, señora. —Cecilia sirvió un poco de fruta picada y se lo puso a un lado—En su estado, debe de pensar más en alimentarse bien. —Carolina se limpió sus ojos discretamente. Pero ella tenía razón. A pesar de la tormenta en la que estaba, tenía que comer. —¿Cómo comer cuando me están dando esto? —señaló los papeles—¿Cómo comer cuando no puedo negociar nuestra propia libertad? —Yo solo soy empleada, —se limitó Ceciliaa decirle, pero todo estaba
—Ya te había dicho que en ninguna parte dice que tendrás tu libertad, —detuvo sus palabras, —¿Ya firmaste? —preguntó Fernando al entrar, Carolina se tensó. —Todavía no ha pasado la hora. —dijo irritada. —Te quedan ocho minutos para ser exactos. —Quiero negociar. —insistió Carolina a pesar de lo que Fernando le había estado repitiendo. —¿Quién me asegura que realmente vas a mantenerlos con vida cuando firme? Dices que soy
Erick estaba con sus ojos muy abiertos, arrugó su ceño y luego volvió a leer las últimas líneas. —¿Armando García tiene otro hijo? —susurró con mucha sorpresa,luego, escuchó ruido a lo lejos, giró su rostro hacia las puertas abiertas del gran armario. Pasó saliva con dificultad. —Maldita sea. —tomó el libro que tenía en sus manos y se lo puso por dentro del pantalón en la parte de la espalda, luego cerró la caja fuerte y puso de manera ágil el cuadro con el retrato de su hermano y él, luego acomodó las prendas para ocultarlo. De puntillas se acercóa la salida, se tensó al escuchar una voz familiar: Isaac Beltrán.
—…Es hijo del difunto Armando García. —Erick anunció esas palabras del otro lado de la línea, Anna quedó congelada en el tiempo porun momento, las palabras de él, la dejaron con mucha sorpresa, Héctor del otro lado del despacho, arrugó su ceño al no escucharla decir una palabra más.—¿Amor? —le llamó, Anna se llevó una mano a su cuello, ¿Otro hijo? ¿Sobre Isaac? ¿Con más poder? Esto no podría ser posible. Héctor al ver que palideció más, se puso de pie. —¿Anna? —insistió, Daniel entró al
Erick miró de un lado a otro, oculto en las sombras de aquel edificio conocido, no podrían localizarlo los enemigos, estaba seguro de ello. Miró sureloj, el vidrio estaba rayado, en algún momento al bajar a toda prisa con la adrenalina corriendo por sus venas, debió golpearlo sin darse cuenta, lo miró con nostalgia, era el reloj que le había regalado su abuelo antes de morir, Emilio le había gustado, pero al final, fue entregado a él. Debajo estaba grabado con una pequeña frase, “Sin lucha, no hay victoria” palabras ciertas y sabias de su abuelo.Su mirada se perdió en los autos que iban y venían a lo lejos, estaba cansado, agotado mentalmente, siguió tiritando del frío, sintió como el frío se metía más allá de sus rotas calcetas.
Carolina apretó con fuerza la pluma que Fernando le entregó para que firmara el documento que le aseguraría que sus dos padres y Daniel, se mantendrían convida. Ella había leído detenidamente varias veces más los documentos y casi estuvo por terminar con la paciencia de él.—¿Dónde está la trampa? —preguntó aun con desconfianza. Fernando rodó los ojos ya con irritación, miró el reloj, no tardaba en irse a Phoenix para encontrarse con Isaac.—No hay trampa. —soltó en un tono cargado de frialdad. —¿Quieres volver a leerlos? —se levantó dela silla y volvió a mirarla con impaciencia, antes de que Carolina hiciera un movimiento, le hizo señas al hombre de la&n
—Se escabulló por las escaleras de fuego. —dijo Isaac luego dio un largo sorbo a su copa de licor, al terminar, se pasó una mano por su cabello lleno de canaspeinado a la perfección, lució como siempre de forma elegante para la reunión.Fernando estaba sentado frente a él en aquella sala del ático que tenía Isaac para hacer negocios.—¿Solo se escabulló? —Fernando preguntó irónico.—Sí, pero ya tengo a mi gente dando un repaso profundo en la ciudad para saber dónde se ha escondido este cabrón.Fernando no tenía tiempo para sus fallos.Le pagaba bastante bien para hacer este tipo de trabajos, pero parecía que Isaac no le interesaba últimamente cumplir.—Entonces hasta no ver que has cumplido, no te voy a pagar—Isaac dejó el vaso de cristal en la mesa de noche.
—No me han cazado aun—dijo Fernando seguro de sus palabras, apretó con más fuerza su arma, Daniel no le quitó el ojo de encima, la mujer dio un paso adelante.—Carolina Elizabeth Beltrán de García, alias “la mexicana”… lo ha hecho. —Fernando sintió su piel erizarse por completo al escucharle hablar, apretó su mandíbula, no se dejaría atrapar así de la nada por nadie, ¿En qué momento se había escapado de sus manos? Entonces imaginó que su madre estaría detrás de todo esto. Alguien más estaba ocupando el lugar de Carolina en la casa de él, en aquellahabitación.—No tenemos mucho tiempo—se escuchó a una segunda de mujer, Fernando reconoció quien era: Anna Velazco, una de sus más grande enemigas. Sus miradas se&n