Después de que la fiesta terminara, la noche parecía transformarse en un manto de complicidad entre Eliezer y Kelly. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos mientras caminaban juntos hacia el auto. Eliezer, tomando su mano con firmeza, sintió una mezcla de emoción y nerviosismo que lo hizo apretar un poco más sus dedos.
-¿Te divertiste? -preguntó él, rompiendo el silencio.Kelly sonrió, girando ligeramente el rostro para mirarlo. Sus ojos brillaban bajo la tenue luz de las farolas.-Sí, mucho. Me encantó estar contigo, disfrutar y ver feliz a mi amiga... aunque creo que tus papás me miraban raro.Eliezer soltó una carcajada, deteniéndose por un momento antes de responder.-Es porque no podían creer que alguien como tú estuviera conmigo.Kelly negó con la cabeza, pero su sonrisa se ensanchó.-¿Alguien como yo? No digas tonterías, Eliezer. Si supieran lo nerviosa que estaba, aunque ya me conocen y me quieren... Eso lEl sol brillaba con fuerza cuando Marcus, Avy y el pequeño Max llegaron a la cabaña frente a la playa. Era una construcción rústica, rodeada de árboles y con un amplio balcón que ofrecía una vista impresionante del mar azul. Max no podía contener su emoción. Desde que habían salido de casa, el niño de cuatro años había preguntado al menos diez veces cuánto faltaba para llegar.-¡Mamá, papá, miren el agua! ¡Es enorme! -exclamó Max, corriendo hacia la orilla mientras sus pies chapoteaban en la arena húmeda.Avy lo siguió con una sonrisa tierna, asegurándose de que no se alejara demasiado. Marcus bajaba las maletas del auto, pero no podía evitar mirar a su hijo y su esposa. Aquella imagen, la de su familia disfrutando juntos, era algo que nunca creyó que llegaría a tener.Más tarde, mientras Max jugaba con un balde y una pala, construyendo torres de arena, Avy y Marcus se sentaron bajo una sombrilla. Una ligera brisa marina les acariciaba el rostro.
El taller de Avy estaba lleno de pequeños destellos de luz. Los cristales y metales reflejaban la cálida iluminación mientras ella ajustaba una pulsera delicada en su mesa de trabajo. A pesar de estar en el tercer trimestre de su embarazo, se movía con una gracia envidiable, aunque sus pies comenzaban a quejarse al final de cada jornada.Dan, su mejor amigo y socio en la empresa, entró al taller cargando varias telas. Llevaba su característica energía vibrante y su eterno deseo de llevar las cosas un paso más allá.-¡Avy! Mira estas telas, son perfectas para el evento -dijo, colocando las muestras sobre una mesa cercana.Ella levantó la mirada y sonrió, dejando a un lado la herramienta que sostenía.-Son preciosas, Dan. Pero, ¿cuándo vamos a dormir? Entre tus diseños de vestuario y mis joyas, este evento nos está consumiendo.Dan se dejó caer en una silla, dejando escapar un suspiro exagerado.-Dormir es para los débiles, querida
Kelly llevaba semanas dándole vueltas en la cabeza a una idea que le rondaba desde que su relación con Eliezer había tomado un rumbo serio. Había algo que no podía ignorar: los constantes viajes foráneos de su trabajo en la aerolínea no solo la alejaban físicamente de él, sino que le quitaban la oportunidad de disfrutar esa etapa de enamoramiento que tanto había soñado. Decidida, se armó de valor y pidió una reunión con su jefe.-Señor Ramírez, ¿tiene un momento? -preguntó Kelly desde la puerta de la oficina.-Claro, Kelly, pasa. ¿Qué te trae por aquí? -respondió su jefe, dejándole sitio para que se sentara.Ella respiró hondo antes de hablar. No quería parecer impulsiva, pero estaba convencida de lo que iba a pedir.-He estado pensando mucho sobre mis asignaciones de vuelos. Sé que siempre me han mandado a los destinos internacionales porque tengo experiencia y buen manejo con los pasajeros. Pero, si es posible, quisiera solicitar un cambio a rutas locales.El señor Ramírez arqueó un
Avy estaba recostada en el sillón reclinable que Marcus había comprado especialmente para ella. Sus piernas descansaban sobre el suave reposapiés mientras acariciaba su vientre redondeado. El embarazo había sido un viaje emocionante, lleno de altibajos, pero Marcus había estado allí en cada paso, cuidando de ella con una ternura que la hacía enamorarse aún más cada día.-No puedo creer lo que hicieron mi hermano y mi amiga -dijo Avy con una sonrisa incrédula, mientras sus dedos jugaban con el borde de una manta.Marcus, que acababa de entrar en la sala tras acostar al pequeño Max, se rio mientras se dejaba caer en el sofá frente a ella.-Es que... ¿Quién, en su sano juicio, decide casarse en un viaje a las Vegas? -comentó Marcus, sacudiendo la cabeza.-Mi hermano tiene un espíritu libre, ¿qué puedo decir? Y parece que mi amiga encontró en él a su alma gemela.Ambos rieron, compartiendo esa complicidad que los había unido desde el principio. Sin embargo, la risa de Avy se detuvo de rep
Una vez que Avy fue trasladada a una habitación privada junto con Aline y Aron, Marcus no tardó en invitar al resto de la familia a entrar. Sus padres y los de Avy estaban ansiosos, caminando de un lado a otro del pasillo mientras esperaban noticias.-¡Ya pueden pasar! -dijo Marcus desde la puerta, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.Los cuatro abuelos entraron rápidamente, pero se detuvieron en seco al ver a Avy en la cama, sosteniendo a dos pequeños bultos envueltos en mantas.-¿Son... dos? -preguntó Luisa, la madre de Avy, llevándose una mano a la boca mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.Avy asintió, riendo suavemente.-Sí, una sorpresa inesperada... pero maravillosa. Les presentamos a Aline y Aron.-¡Son tan pequeños! -exclamó Ana, la madre de Marcus, acercándose con cuidado.El padre de Avy, un hombre normalmente serio, tenía una sonrisa que parecía imposible de borrar.-Son preciosos, Avy. Ambos.-¿Puedo cargar a uno? -preguntó Manuel el padre de Marcus, visible
La luz de la luna iluminaba el comedor de la casa de Avy y Marcus. La noche era cálida, con una brisa suave que se colaba por las ventanas abiertas, moviendo levemente las cortinas. La mesa estaba decorada con velas aromáticas y un mantel de encaje blanco. Avy, siempre meticulosa, había preparado cada detalle para recibir a sus amigos más cercanos: Eliezer y Kelly. Esa noche tenía algo especial en mente.Avy colocaba los últimos platos en la mesa mientras Marcus servía el vino. Kelly, sentada junto a Eliezer, acariciaba con delicadeza la mano de su esposo. Su mirada irradiaba calma, aunque había una chispa de curiosidad por el ambiente tan cuidado que Avy había creado.-Todo huele delicioso -dijo Kelly, sonriendo a Avy mientras Marcus colocaba un plato frente a ella.-Gracias, Kelly. Quería que esta noche fuera especial. Hay mucho de qué hablar, y pensé que una buena cena nos ayudaría a relajarnos -respondió Avy, sentándose en su lugar junto a Marcus.Eliezer observó a su esposa y lue
El sol comenzaba a ocultarse cuando Kelly llegó a su departamento. Había sido un vuelo largo, pero la alegría que la embargaba la hacía olvidar el cansancio. Su carrera como azafata le había permitido vivir experiencias increíbles, pero aquella tarde había algo diferente en su corazón. Una mezcla de emoción inexplicable y nerviosismo que no lograba comprender.Al abrir la puerta, el aroma a especias y hierbas inundó el espacio. Eliezer, como siempre, estaba en la cocina, concentrado en preparar la cena. Al escucharla entrar, volteó con una sonrisa.-Bienvenido a casa, amor. Justo a tiempo. Tu platillo favorito estará listo en unos minutos.Kelly dejó su maleta junto a la entrada y sonrió débilmente, aunque su cuerpo no respondía del todo bien. Una ola de náuseas la golpeó con fuerza. El olor, que normalmente habría sido un deleite, ahora se sentía abrumador.-Eliezer... -logró decir antes de llevarse una mano al estómago y correr al baño.Eliezer dejó lo que hacía y fue tras ella. La
Marcus estaba concentrado en la pantalla de su ordenador, revisando los últimos ajustes de un diseño tecnológico que podría revolucionar la industria. Las líneas de código parecían danzar frente a sus ojos cuando un leve golpe en la puerta lo sacó de su concentración.-Señor Marcus -dijo la voz cautelosa de su secretaria desde la entrada-. Tiene una visita.Marcus frunció el ceño. No estaba esperando a nadie, y las reuniones espontáneas solían ser malas noticias.-¿Quién es? -preguntó sin apartar la vista de la pantalla.-Dice llamarse Román Santana.El corazón de Marcus se detuvo por un instante. Ese nombre traía consigo recuerdos amargos, una sombra que había preferido mantener alejada. Se levantó lentamente, sintiendo una mezcla de incredulidad y desconfianza.-Déjalo pasar -dijo, con la mandíbula apretada.Cuando la puerta se abrió, el mundo de Marcus pareció detenerse. Allí estaba Román Santana, con su porte altivo y una mirada seria, como si el tiempo no hubiera hecho mella en é